Desinflado y exhausto. El día después de la gran trifulca y tras una semana de guerra psicológica, los socialistas se muestran agotados. Se hacen muchas preguntas y todavía no tienen respuestas. Toca tomar aliento, respirar y empezar a planear el futuro. Toca empezar a escribir las primeras páginas de la era post Sánchez.
LA LABOR DE LA GESTORA. El primer paso ya se ha dado con la constitución de una gestora encabezada por un socialista con pedigrí, el presidente asturiano Javier Fernández. No fue fácil convencerle para que aceptara porque la responsabilidad es mucha y el camino que tiene por delante –no menos de tres o cuatro meses– está plagado de dificultades. Conducir en paz un ejército herido y todavía enfrentado –ahora críticos y oficialistas se han intercambiado los papeles pero ahí siguen–, hasta unas primarias y un Congreso Extraordinario, será ardua tarea. Máxime si entre tanto hay que tomar una decisión política que, se mire como se mire, será dramática para el PSOE: abstenerse y permitir un nuevo Gobierno del PP o apostar por la celebración de las terceras elecciones.
UN COMITÉ FEDERAL DECISIVO. No tienen mucho tiempo, apenas dos semanas, para fijar una posición que será clave para la historia del partido. El calendario apremia y hay que fijar fechas. La gestora tiene que reunirse con carácter inmediato y debe convocarse ya un Comité Federal. Será este órgano, el máximo entre congresos, el que decida la postura del PSOE con vistas a la gobernabilidad.
Lo previsible es que a lo largo de toda la semana las posiciones se vayan trillando en las agrupaciones; se crucen llamadas entre cuadros, se vayan pronunciando los dirigentes territoriales y los barones y hablen incluso los referentes históricos. Así se empezará a hilvanar una respuesta. El debate no se presenta fácil. Todos saben que sea cual sea la decisión acarreará un nuevo sufrimiento. Si optan por la abstención, la labor de convencimiento y explicación a la militancia y a los votantes tendrá que ser exahustiva. Si prefieren ratificarse en el no que defendió Sánchez, quizá suturen alguna herida interna, pero estarán condenados a una debacle electoral. Esta opción es improbable porque el tiempo no da cuartel. Para presentarse a unos comicios en diciembre tendrían que elegir un candidato ya porque, con gestora al frente, el PSOE no tiene líder.
LA NEGOCIACIÓN CON RAJOY. Javier Fernández tendrá que ser quien ejerza de interlocutor, en nombre del PSOE, con el resto de las fuerzas políticas y con el Rey. Antes de que Felipe VI convoque ronda de consultas, el presidente de la gestora tendrá que mantener una larga conversación con Rajoy. Es probable que este contacto se produzca antes de que se reúna el Comité Federal, que debe tomar la decisión final sobre la investidura. En el mismo tendrán que sopesarse los pros y los contras y analizar qué reclama el PP y hasta dónde puede llegar el PSOE.
REORGANIZAR EL GRUPO. La bancada socialista en el Congreso y en el Senado será el escaparate al público del partido. Tras la salida de Pedro Sánchez de la Secretaría General se impone todo un trabajo de reorganización. Los hasta el sábado críticos y ahora oficialistas mantienen la conveniencia de poner nuevos rostros en las portavocías de ambas cámaras. Antonio Hernando en el Congreso y Óscar López en el Senado han sido, junto a César Luena, los más estrechos colaboradores de Sánchez. Ellos pusieron voz al «no es no» y por eso parecen ahora poco indicados para seguir hablando en nombre del grupo. Entre los ganadores de la batalla se escucha ya con insistencia el nombre de Eduardo Madina como probable nuevo portavoz en el Congreso. Pero todavía no hay nada decidido. Por ahora, la actual dirección del grupo se mantendrá en funciones. Hasta es previsible que el propio Hernando ocupe el escaño, frente a Rajoy, que tendrá que abandonar Sánchez.
UNIFICAR EL VOTO. Los puestos en el grupo parlamentario suscitan muchos interrogantes. Resulta difícil imaginar a Hernando defendiendo la abstención del PSOE en un debate de investidura de Mariano Rajoy. Sin embargo, el problema es más de fondo porque, hoy por hoy, lo que realmente es difícil de garantizar es que los 85 diputados socialistas mantengan la disciplina de voto ante tal tesitura. Ayer, ninguna de las fuentes consultadas ponía la mano en el fuego por ello.