El sectarismo, la fragmentación y la mutua desconfianza durante décadas serán obstáculos importantes para la ‘acumulación de fuerzas’. Aun confiando en que el MLNV abandone la estrategia político-militar, la revisión ideológica para democratizarse todavía está pendiente. Será difícil que la acometa si no revisa su pasado vinculado a la violencia.
El nuevo período político que se abre en Euskadi tras la decisión del Tribunal Constitucional de permitir a la coalición Bildu concurrir a las elecciones locales y forales del próximo 22 de mayo está repleto de interrogantes. De un lado, es una incógnita poder calcular cuál será el apoyo que reciba de los electores. Incluso, cuál será el respaldo que le ofrezca la denominada izquierda abertzale. No sólo me refiero al voto que vaya a recoger Aralar sino a la abstención de aquellos que no compartan las ‘renuncias’ estratégicas que el MLNV ha formalizado para poder estar de nuevo en las instituciones y en la legalidad. No debiera descartarse que una parte de su base social no comparta la renuncia al poder de la coacción y juzgue que el poder que aporta la violencia revolucionaria no sea comparable al que puedan procurar las instituciones democráticas ‘burguesas’.
Por otro lado, también es previsible que en el interior de una coalición electoral como Bildu surjan fricciones. Las respectivas trayectorias políticas de sus integrantes no son precisamente modelos de conciliación de diferencias. De hecho, tanto EA como Alternatiba son partidos originados en previas escisiones y además tanto la izquierda abertzale como EA han experimentado a su vez otras fracturas internas, casos de Hamaikabat o de Aralar. Ese pasado de divisiones refleja una dificultad para convivir en la diferencia y con la disidencia que podría agudizarse, dado que una mayoría de los candidatos de Bildu son formalmente ‘independientes’. El control que sobre los mismos tratarán de ejercer los aparatos partidarios y la tensión entre esos aparatos no resultará facil de manejar.
Además, la sintonía entre ‘alkartetxes’ y ‘herrikos’ no resulta evidente. Los fundamentos ideológicos de la izquierda revolucionaria y la socialdemocracia soberanista no parecen facilmente armonizables. La vocación antisistema del MLNV contrasta con la querencia institucional de EA. Aunque el interés político de acumular fuerzas haya propiciado la convergencia independentista parece complicado eliminar de la memoria las reiteradas acusaciones que durante años desde la izquierda abertzale se hicieron a los «poltroneros» de EA o las descalificaciones dirigidas por aquellos a la izquierda radical y su connivencia con la violencia.
Debiera tenerse en cuenta que junto a las ya mencionadas dificultades de gestión interna de la coalición hay otras que tendrán su origen en las alianzas y apoyos que puedan alcanzar con otras fuerzas, presumiblemente con aquellas con las que en su día rompieron. Es el caso de EAJ/PNV, Aralar y Ezker Batua. Está por ver cómo se manejará Bildu para llegar a acuerdos con otros partidos y qué maniobrabilidad será capaz de emplear en su gestión. La cultura política de la izquierda abertzale no se ha caracterizado precisamente por su tolerancia con la alteridad sino más bien por su intolerancia ante las diferencias. La agresividad frente al adversario con frecuencia asimilado a la figura del enemigo político ha marcado su pasado.
Asumir la cultura democrática de respeto a la pluralidad no parece una tarea fácil de asumir para la izquierda abertzale. El MLNV deberá construir un nuevo diccionario político incorporando nuevos términos. El respeto, la búsqueda del consenso deben sustituir a la voluntad de confrontación y a la descalificación del adversario. Está por ver si la mutación democrática marcará el futuro del MLNV o si con su reincorporación al juego más bien perseguirá fagocitar a sus socios y acomplejar al nacionalismo vasco.
La propaganda y retórica política que ha venido acompañando a Bildu aboga por que una «acumulación de fuerzas» impulse al nacionalismo vasco a un nuevo ciclo que supere sus divisiones. Con anterioridad la estrategia del MLNV estuvo dirigida a radicalizar y hacer dependiente al PNV de su apoyo para poder así debilitarlo y tratar de sustituirlo. El sectarismo partidista, la fragmentación que lo acompaña y la mutua desconfianza acumulada durante décadas serán en todo caso obstáculos importantes para la convergencia. Aun confiando en que el MLNV abandone por fin la estrategia político-militar que le ha caracterizado, sin embargo la revisión ideológica necesaria para normalizarse democráticamente todavía es una asignatura pendiente. Deberá acometerla, pero será difícil que lo logre si no está dispuesto a revisar su pasado vinculado a la violencia.
La sociedad vasca y en especial el nacionalismo vasco debe exigir esa revisión. No debe interpretarse como una condición para marginar políticamente sino como una tarea larga y costosa pero irrenunciable si deseamos promover una sólida cultura plural y de paz en esta parte de Europa.
(Iñigo Bullain es profesor de Derecho Constitucional y Europeo en la Universidad del País Vasco y autor de ‘Revolucionarismo patriótico. MLNV: origen, ideología estrategia y organización’)
Iñigo Bullain, EL DIARIO VASCO, 12/5/2011