LA RAZÓN 15/03/13
IÑAKI ZARAGÜETA
Lo que nos falta ahora, que la Unión Europea, en lugar de enmendar las deficiencias que la Justicia pueda presentar en sus países miembros, se dedique a favorecer el delito, premiar al asesino y provocar alarma social. Para este viaje no necesitamos sus alforjas. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo no puede fallar contra la «doctrina Parot» y propiciar así la puesta en libertad de más de 60 presos etarras y una treintena de criminales antes de lo fijado por nuestra Justicia. La tesis española está más que justificada para impedir que pudiera cumplir tan sólo diez años de prisión un terrorista condenado a 5.000 de cárcel por 26 asesinatos consumados y otros 116 en grado de tentativa. La UE no puede ignorar la sensibilidad colectiva en base a indulgencias cuestionables. Si Jesucristo enseñó que se debía enseñar la otra mejilla, recuerdo que también corrió a latigazos a los profanadores del Templo. Así que teorías del perdón para quienes no respetan la vida humana ni muestran arrepentimiento, no tienen cabida en un Estado de Derecho. La Justicia está para aplicarla, no para saltársela a la torera. Los magistrados de Estrasburgo, antes de sentenciar en base a teorías utópicas e idílicas, inexistentes en la vida real, deberían reflexionar sobre cuál sería su actuación si esos crímenes los hubieran sentido en sus propias carnes, recordar el sufrimiento de las víctimas, a las que se deben por encima de quienes quieren imponer sus dictados por las armas. Como dijo la representante de las víctimas, «nadie podría entender que cualquier terrorista sanguinario salga en libertad sin siquiera cumplir un año por cada asesinato». Así es la vida.