Jon Juaristi-ABC
- El terror disfrazado de virtud es una creación de la izquierda
Ahora que la metástasis está dejando hecho un pingo al PSOE, lo que nada tiene de lamentable, podría ser oportuno plantearse cuál fue la semilla de la condición criminógena de la izquierda desde su origen, que estuvo, como es sabido, en la Revolución Francesa. Conviene volver a hablar de su sembrador, el archipámpano jacobino Maximilien Robespierre (1758-1794), alias ‘L’Incorruptible’, apodo que parodiaron dos siglos después los de la revista contracultural ‘Les Inrockuptibles’. Hay quien sostiene, equivocadamente, que lo que dicha cabecera parodiaba era el titulo francés de la serie americana ‘The Intouchables’, protagonizada por Robert Stack como Eliot Ness, funcionario del Tesoro que enchironó a Al Capone. Gracias al doblaje portorriqueño de la serie, los televidentes españoles del Pleistoceno entendimos, por ejemplo, la frase «quítate el saco, que te voy a dar una golpisa». Pues bien, Robespierre era un abogado deísta, amigo de los pobres y enemigo de la pena de muerte, que, accedió a la presidencia de la Convención Nacional en 1793. Una vez allí, se apresuró a abolir la pena capital, pero con una excepción: la mantuvo para el Rey, no por lo que el Rey hubiera hecho, sino por lo que representaba, es decir, la realeza. Así lo exigió a los diputados: «El sentimiento que me llevó, en vano, a pedir, a la Asamblea Constituyente la abolición de la pena de muerte es el mismo que me obliga a pedir que sea aplicada al tirano de mi patria y a la realeza misma en su persona».
Obsérvese que Robespierre no habla de monarquía, sino de realeza. Sabía muy bien que, muerto Luis XVI, él mismo devendría un nuevo tipo de monarca en el sentido aristotélico, o sea, de soberano absoluto: el autócrata de la modernidad, aquel que, encarnando al Pueblo, puede imponer el estado de excepción cuando le guste. Como los girondinos se olieron la maniobra y se resistieron a ella, Robespierre se alió con Saint-Just y los ‘sans-culottes’ e inauguró el Terror, durante el cual, además de a los girondinos por representar a la derecha contrarrevolucionaria, guillotinó a los aristócratas por representar a la aristocracia, a los curas por representar a la Iglesia y a todo el que le petó por representar lo que le daba la gana inventarse. Este, y no otro, es desde entonces el modelo seguido por la izquierda para traer el Paraíso a la Tierra: el terror desatado sobre el adversario por lo que es y no por lo que hace, y ni siquiera por lo que es, sino por lo que representa.
Empeñarse en que el problema está en la corruptibilidad del PSOE supone no haberse enterado de qué va el asunto. Chorizos y puteros los hay en todos los partidos. Salen a flote como truños cuando están en el poder. Pero el terrorismo virtuoso e incorruptible es creación y monopolio de la izquierda.