Juan Carlos Girauta-El Debate
  • Con lo del fiscal general se pone serio y pasa a preguntarme por qué no está incluido el caso español en el informe europeo sobre las violaciones del Estado de derecho. Pero no sé que contestarle: «Ya sabes, no quieren nombrar países concretos. Bueno, a Hungría no dejan de mencionarla»

«Indecente, corrupto y traidor» es la síntesis perfecta, el sumario ejecutivo que todos deseamos para ir a lo esencial. Oiga, ¿cuál es el problema de Sánchez? Que es indecente, corrupto y traidor. Punto. En dos segundos tienes la información clave. «Indecente» le llamó él a Rajoy en un debate. O lo que es peor: «usted no es una persona decente». Que es lo mismo pero con paternalismo pringoso de psicólogo. Lo contrario de un confesor, que diría: «usted puede ser una persona decente si se lo propone porque el Señor todo lo puede perdonar». Si yo intentara transmitirle esa idea esperanzadora a Sánchez, no podría. Chocaría con mi convicción de que él, en concreto, no puede ser decente. Y me sabe mal, al fin y al cabo soy católico. El peor de ellos, si quieren, pero católico al fin. Sin embargo, la idea de la salvación posible de todas las almas va demasiado lejos para mí si debo incluir a Sánchez.

En cuanto a su corrupción, es tan abundante que desconcierta. Y tan espectacular como para resultar inverosímil cuando se la refieres a tipos poco familiarizados con la PSOE. Siento algo de vergüenza cuando comento con colegas extranjeros la situación. Sin detalles, que tampoco es plan. Solo una panorámica borrosa y lejana. Me preguntan, pues algo han leído en la prensa de su país, o les ha llegado la noticia oyendo sin querer una conversación entre españoles: «Oye, ¿qué pasa con Sánchez?» Yo les respondo, intentando no entrar en detalles sobre saunas familiares, ni sobre pilinguis abalenses, ni sobre rabizas cerdanianas: «Nada, que la Guardia Civil, actuando como policía judicial, está investigando a los dos últimos secretarios de Organización socialistas, y que también tiene imputado por corruptelas de diversa índole a su hermano. Ah, sí, y a su esposa. Y que el fiscal general del Estado está procesado y se ha atado a la silla para protegerse él y proteger al resto de la trama».

La reacción va variando, el rostro de interlocutor muta y muta. Al oír «Guardia Civil» se le ilumina la cara porque, hombre culto, ha leído a García Lorca, a diferencia de Sánchez. Identifica la figura, imagina gitanos que han muerto de perfil como monedas que nunca se volverán a repetir, y tal. Con lo de los secretarios de Organización socialistas corruptos expresa un súbito aburrimiento. Está imaginando grises apparátchiki y la visión no le divierte. Cuando sabe del hermano y la esposa arquea las cejas hasta que los músculos faciales de la zona no dan más de sí. Ahí le he sorprendido. Con lo del fiscal general se pone serio y pasa a preguntarme por qué no está incluido el caso español en el informe europeo sobre las violaciones del Estado de derecho. Pero no sé que contestarle: «Ya sabes, no quieren nombrar países concretos. Bueno, a Hungría no dejan de mencionarla». Es incómodo porque salpica a mi patria. Prefiero circunscribirlo a Sánchez y zanjar: «Es indecente, corrupto y traidor».