KEPA AULESTIA-EL CORREO
La rotunda negativa del presidente Sánchez a admitir un referéndum de autodeterminación siquiera como hipótesis de salida a la crisis catalana, junto al apoyo del secretario general de la ONU, António Guterres, a «la creación de condiciones para que el diálogo pueda fructificar» han bordado la semana del líder socialista ante la primera reunión presencial del Comité Federal del PSOE. Pero su verdadero éxito está en la incapacidad del independentismo catalán para reaccionar. Solo Jordi Cuixart ha reclamado a la Generalitat «una respuesta contundente». Todo lo demás han sido menciones de rigor al referéndum en declaraciones de trámite de los secesionistas. Pero sin que ni los responsables del gobierno de la Generalitat ni el resto de presos indultados se hayan atrevido a contestar al presidente. Incluida la réplica de circunstancias de Gabriel Rufián, pidiendo tiempo para que Sánchez cambie de parecer. Por ahora ese tiempo ha llevado a Oriol Junqueras, Raül Romeva y Dolors Bassa a reencontrarse el jueves en Ginebra con Marta Rovira, y con la exdirigente de la CUP Anna Gabriel. Y ayer Jordi Sánchez, Jordi Turull, Josep Rull y Joaquim Forn visitaron a Carles Puigdemont en Waterloo, sin que el expresidente se dignara a recibirles a las puertas de su residencia, encomendando la tarea al exconsejero de Cultura Lluís Puig. Oriol Junqueras tiene previsto viajar a Estrasburgo la próxima semana, pero parece que Puigdemont no asistirá al pleno del Parlamento Europeo por primera vez desde que fue electo.
El ensimismamiento independentista conduce a los tres grupos que lo representan en el Parlamento catalán -ERC, Junts y CUP- a creerse que el futuro de Cataluña se juega en las cuitas partidarias que mantienen entre sí, e incluso en los pulsos personales entre sus dirigentes más señalados. Una pugna que se visibiliza en gestos y medias palabras, y también en el cruce de mensajes crípticos que no despiertan demasiado interés en el público en general, pero que deben apasionar a los devotos de cada parroquia secesionista por la propia naturaleza enigmática que necesitan conferirle al ‘procés’. Aunque todos los satélites de Puigdemont contemplan los dos próximos años como un período idóneo para desgastar a ERC y aclararse de paso entre ellos.
Por eso no han salido en tromba contra la cerrazón de Sánchez frente al referéndum de autodeterminación. Les basta con sembrar escepticismo y desconfianza respecto a la ‘mesa de diálogo’, y sentarse a esperar a que no dé nada de sí. Les basta mientras tanto con preservar la aparente unidad de Junts, que el 14-F obtuvo casi tantos votos como ERC. Es posible que Pedro Sánchez consiga hibernar Cataluña durante dos años. Pero también es posible que al final salga ganando el independentismo menos dialogante. Por de pronto Puigdemont y Junqueras parecen mantener un pulso para ver quién de los dos es orillado antes en su respectivo partido.