EL MUNDO – 28/07/15 – CARLOS CUESTA
· CDC pierde apoyos, según los sondeos. ERC también. Y todo lo que pueda partir de su iniciativa conjunta bajará de igual modo, se llame 27-S, plebiscitarias o cualquier otra estrategia política. ¿Pero rebaja realmente esa pérdida de apoyos el desafío a las leyes y convivencia en España? ¿Supone eso, como afirman algunos, que el globo separatista se desinfla?
La respuesta, por desgracia, creo que es un severo «no». No, porque el separatismo no es sino una forma más de populismo, y el populismo sube en esos sondeos. Y no, porque el desafío a la unidad de España no es sino una vía de ataque a la Constitución y al respeto a los derechos, libertades y deberes que implica la integración en cualquier democracia. Y ese ataque, según las encuestas, simplemente está diversificando sus formas, incorporando un populismo más puro, distinto en apariencia del independentismo, pero similar en buena parte de sus rasgos: vivir a costa de otros, culpar de sus males a enemigos ficticios (ya sea España o los «malvados mercados») y saltarse el imperio de la ley.
Los últimos sondeos coinciden en tres claves. Uno, que la suma de fuerzas de CDC y ERC pierde peso respecto a sus resultados individuales anteriores y no podrán controlar la Generalitat. Dos, que la subida de Ciudadanos, aunque puede triplicar sus resultados de 2012, no permitirá conformar un bloque mayoritario constitucionalista. Y tres, que la coalición de izquierdas en la que estará Podemos logrará un papel decisivo sobre el proceso separatista. Es decir, que si los independentistas puros quieren avanzar en la ruptura de España, tendrán que contar con ellos.
¿Realmente hay dudas de que en caso de necesitarse, los independentistas de pedigrí y los nuevos populistas alcanzarán un acuerdo? Lo han hecho en Badalona. Lo han hecho en Pamplona. Lo han hecho en el Gobierno de Navarra; en innumerables ayuntamientos forales, del País Vasco, de Valencia y de Baleares. Y lo seguirán haciendo donde se necesiten, porque el objetivo común de todos ellos es tumbar la Carta Magna que consagra nuestra unidad y respeto a la ley como base de lo que conocemos como España. Porque una vez tumbado el marco constitucional español, igual se puede regular el supuesto derecho de autodeterminación que la subordinación de la propiedad privada a la utilidad social.
Por eso no es alentador el panorama. Y por eso es más necesaria que nunca la determinación de imponer el imperio de la ley. Igual que se hace con cualquier ciudadano español. Porque lo que está en juego es nuestra ley de leyes. Nuestro marco de convivencia.