Independentistas contra la independencia

LIBERTAD DIGITAL 19/06/15
ANTONIO ROBLES

La escenificación de la ruptura de Duran i Lleida con la federación de CiU marca el fin del peix al cove, del chantaje permanente, del pal de paller de Catalunya, en una palabra, del pujolismo. O sea, el fin de la amenaza del independentismo para vivir de él.

Entiendo que este galimatías que acabo de describir pueda ser indescifrable para la mayoría de los españoles. No se preocupen, es posible que los que menos se enteren de esa sarta de actos ventajistas sean los propios catalanes.

Intentaré explicarme. Hay 2 millones de independentistas que no quieren la independencia. La cifra la baso en los 1.861.752 catalanes que el 9-N votaron a favor de la independencia. Lo cual no quiere decir que una parte no lo sea. Pongamos que hablo de ERC y de la CUP.

¿Qué quiere decir que hay dos millones de independentistas que no quieren la independencia? Que la independencia ha jugado y juega un papel rejuvenecedor en un tiempo de crisis económica y de frustración política inducida por el pujolismo contra España. Su manifestación más rotunda es el narcisismo étnico. Posiblemente originado por un complejo histórico de inferioridad nacional ante el Estado español. Narcisismo que han transformado en un complejo de superioridad cuya manifestación más estúpida es la independencia. La independencia es lo moderno, lo guay, da autoestima, nos revaloriza, es el valor añadido de un tiempo sin futuro, la alternativa a una España franquista aunque Franco haya muerto hace 40 años. Otorga carácter, nos individualiza como pueblo, con ella todo es posible, incluso la sociedad del bienestar que la ladrona España nos impide tener. Tras ella nos espera la nación rica y plena, amable, solidaria, sin ejército y amante de la paz, modelada a imagen y semejanza de símbolos como Gandhi, Luther King o Mandela. Dueña de su destino, por fin libre del yugo casposo de España, esa madrastra que solo nos ha maltratado. El relato del romanticismo catalanista y del obsesivo Pujol.

En un tiempo en que todo es corrupción y España no genera emociones ni adhesiones, la juventud se enrola en el ideal de esa tierra prometida, y los viejos resentidos o interesados depositan en ella la esperanza de un botín más suculento del que ahora disfrutan. Es el «sí podemos» de Podemos en versión étnica.

Puede parecer que describo un delirio inexistente. Es la atmósfera paranormal que respiramos a diario sin apenas percibir su toxicidad por quien la genera. Esa es la consecuencia de 35 años de resentimiento pujolista como instrumento de chantaje al Estado. De eso han vivido, de eso querrían seguir viviendo Duran y Lleida y sus acólitos, pero el juguete se acaba de romper. Mas cayó fascinado por su propio delirio y sus compañeros de federación se han dejado abducir por el espantapájaros. En lugar de agitarlo para pescar, lo han tomado por la propia pesca. El Astucias no se puso cera en los oídos camino de Ítaca y se ha dejado seducir por las sirenas independentistas de ERC.

Se acabó el juego, se rompió el juguete, Pujol ha muerto. De su descomposición ha nacido la soberbia de Ícaro. Cuanto más se acerque al sol, más comprobará la naturaleza de sus alas de cera. Los buitres de ERC merodean el olor a muerte y ya se han prestado a ofrecer sus servicios al Gobierno del Astucias. Están a un paso de la última dentellada, asegurar la hoja de ruta hacia la declaración unilateral de de independencia. Los de Duran saltan por la borda…

De tanto buscar la ruina de España, Mas ha acabado por arruinar su propia coalición electoral, y dividido en dos la sociedad catalana. Profético Aznar.

Puede que no sean dos sino tres millones de independentistas, pero solo quieren de ella la tajada. Mientras puedan seguir amparándose en simulacros como el 9-N o en elecciones plebiscitarias tipo 27-S, seguirán siendo independentistas. No nos queda otra que ganarlos en las urnas. El Estado sigue ausente. Pero ellos, cada vez más divididos.