Xavier Vidal-Folch

Para los dirigentes secesionistas de cierta lucidez es más importante ocupar el Poder que la épica de la Causa

Cuando el presidente del Parlament, Roger Torrent, reclama un Govern “efectivo” desde “el primer minuto” quiere decir que para los dirigentes indepesaún poseedores de cierta lucidez es más importante ocupar el Poder que la épica de la Causa.

Cuando el singular parlamentario de Esquerra Joan Tardà advierte que “si hay que sacrificar al presidente Puigdemont tendremos que sacrificarlo”, está diciendo lo mismo, más clarito.

Preservar el Poder significa ser capaz de: ocupar poltronas, proteger a los encarcelados, colocar a los colegas, dar un sueldo a los fugitivos, comprar voluntades, contentar a los acreedores, seducir a escépticos, subvencionar a la prensa amiga (y a la dudosa), mantener la radiotelevisión pública en posición de firme.

Ostentar el Poder, si se puede, sirve cuando las vacas gordas. Y más aún cuando llegan las flacas, pues alivia la travesía del desierto. Ya se sabe que el Poder desgasta, sí, sobre todo “a quien no lo tiene”, sentenció el sentencioso Giulio Andreotti.

Lo lógico sería pues que al final de la escapada, quizá mañana o pasado mañana, Cataluña contase con un nuevo president, uno que no esté encausado por la justicia. Más aún después del último auto salomónico (en sentido estricto) del Tribunal Constitucional, que dificulta al extremo la investidura del prófugo.

Pero la dirigencia indepe tiene relaciones tortuosas con la lógica. Por eso resulta siempre tan imprevisible. Es amiga del artificio, del regateo, del driblaje astuto, de retorcer las normas, de destruir las convenciones, de trampear las reglas. Le cuesta resistir la tentación funambulista, y la tautología vulgar.

Dice el pujolista Josep Rull: “Cuando se dice Puigdemont o Puigdemont se está diciendo democracia o democracia”. ¡Vaaale! Sostiene su colega Feliu Guillaumes, portavoz en el Congreso, que investir a otro que no fuese el prófugo sería “alterar la voluntad de los catalanes”. ¡Vaaale!

Tanta grandilocuencia amaga flaca memoria: Artur Mas no era el primero de la lista indepe (entonces conjunta) en 2015, sino Raúl Romeva; fue candidato Mas, vaya alteración. Luego la CUP vetó a Mas y surgió Puigdemont, democracia o democracia. Antes de aterrizar en la realidad montarán aún más números. Paciencia.