José Alejandro Vara-Vozpópuli
El Gobierno más incompetente vuelve de su largo descanso sin un plan para las aulas, para el desempleo, para la pandemia, para la crisis… Sánchez, hábilmente, se ha quitado de en medio
Ochenta mil contagiados después, Sánchez ha vuelto de la playa. En sus dieciséis días de tumbona y far niente, entre la Mareta y las Marismillas, la pandemia se instaló de nuevo cómodamente en España. Otra vez estamos a la cabeza de Europa en el ranking de los desastres. Ocho veces más contagios que Alemania y diez más que Italia, dos países que supieron reaccionar tras el primer zarpazo. Aquí se pergeñó una ‘desescalada’ torpe y chapucera, se agitó alegremente el botellón y el monstruo de la covid recuperó su terreno mientras el Gobierno se tostaba.
Sánchez, que no lee un dossier, ni ojea un informe, ni se empapuza un documento, apenas ha pronunciado una frase en sus largas jornadas de reposo estival: «De datos, tenemos un montón». Lo comentó, vía telemática, con sus delegados para el caos, Illa y Simon, los Bouvard y Pecuchet de esta terrible historia. Y no dijo más. El contagio galopaba y Sánchez retozaba por las dunas de Doñana. Datos tienen, en efecto, pero de poco sirven. El Gobierno renunció a sus funciones en el momento preciso en el que se acabó el estado de alarma. Ni control de aduanas, ni de fronteras, ni de inmigración, ni de pateras, ni acopio de medicamentos… ¿Pero hay algún ministro por ahí?, ¿tenemos presidente?, se preguntaban desesperados los responsables autonómicos, en su solitaria y desesperada lucha contra el mal.
Sánchez, simbiotizado con su tumbona, lejos de preparar el contraataque, ha dilapidado la tregua estival dedicado a la feliz holganza de un rentista, de tumbona en tumbona, de la Mareta a las Marismillas
Europa nos mira lastimera, casi con desprecio. Acaba de concedernos 20.000 millones para sufragar los ERTE. Los europeos pasean sin mascarillas excepto en los lugares cubiertos, han abierto los colegios, ni siquiera prohibido todos los bares de copas o de ocio nocturno y, sin embargo, están a años luz de nuestras cifras del espanto. Sánchez, simbiotizado con su tumbona, ha dilapidado la tregua estival dedicado a la feliz holganza de un rentista sin concederse ni un minuto para preparar la más dura rentrée de nuestra historia. Ahora sabemos por qué. Tras su comparecencia de ayer, todo quedó claro.
El Gobierno se quita clamorosamente de en medio. Desaparece. No existe. Le transfiere a las comunidades la llave para decretar el estado de alarma. Algo que ya era posible, pero Sánchez lo ha evidenciado como si fuera una novedad. También ofrece dos mil militares para que oficien de rastreadores. Ya se comprometió a ello Margarita Robles hace un mes. Y, como colofón, recuerda que existe el ‘radar Covid’, que nadie sabe bien para qué sirve ni que hacer con él. Eso es todo. Ante la urgencia sanitaria más dramática de los últimos cien años, Sánchez amaga una sonrisa perversa en su rostro granítico, ahora muy bronceado, y se cruza mayestáticamente de brazos. Ahí os las den todas. El poder no trata del progreso y del bienestar de la gente, decía Kapuscinski. El poder trata del poder.
Los 22 ministros y sus casi mil asesores han vuelto de su holganza tan estupendos, sin plan alguno para el retorno escolar, sin proyecto económico, sin diseño contra el paro, sin una idea de ná
El Gobierno más incompetente de Europa según Bloomberg, se pasea infatuado sin nadie que le tosa. Los 22 ministros y sus casi mil asesores han vuelto de su holganza tan estupendos, sin plan alguno para el retorno escolar, sin proyecto económico, sin diseño de movilidad, sin diseño para contener el paro, evitar el desmoronamiento social, la hecatombe empresarial, el drama familiar. Relajados y sonrientes, comparecieron felices en la primera reunión del Gabinete de esta temporada.
Allí estaban, bien agrupaditos, salvando la obligada distancia, en torno a su caudillo. Agrupados por ganaderías, según el reciente catálogo elaborado por la gente del lugar. Los resentiditos de la casta, con Pablo Iglesias e Irene Montero al frente, el revanchismo por bandera, el rencor entre los dientes y los bebés con las nanis, en la piscina. A esta familia pertenece también Carmen Calvo, la guardiana del osario, con su memoria, su valle y sus cunetas. Y Marlaska y sus torvas vendettas. Luego aparecen los ineptos, la gran mayoría, con Isabel Celáa abriendo la comitiva, sacerdotisa del caos en las aulas, vivamente reprendida hasta por su propio vicepresidente. O Salvador Illa, el de los 45.000 muertos, y María Jesús Montero, agotadora charlatana en la portavocía y estrepitosa catástrofe en Hacienda. Y no se olviden de José Luis Escrivá, esquivo titular de la Seguridad Social, ¿dónde está el dinero de los ERTE?
La nutrida categoría de los haraganes cierra el cortejo, donde se alinean prestigiosos gandules con cartera, como Garzón el chico, que sólo ha abierto la boca estos días para acordarse del Rey padre, o un Castells, de paradero permanentemente desconocido, y hasta Rodríguez Urbies, quien, por no aparecer, ni siquiera se ha logrado desentrañar qué cartera le corresponde.
Si todavía algo sale muy mal, siempre le quedará Isabel Díaz Ayuso a la que don Simón se diría que quiere confinar. A ella y a los madrileños, naturalmente, territorio hostil hacia Su Persona.
Resentidos, ineptos, gandules… esta es la categoría del personal que se acomoda semanalmente en el Consejo de Ministros y en cuyas manos está hacer frente al desafío más salvaje de nuestra era. Un reparto entre el disparate y el cuento de terror. Entre Macedonio y Lovecrat. España se desliza aceleradamente hacia el catástrofe, pero no hay que preocuparse. El laboratorio de Iván Redondo ha dado con la solución. Igual que el presidente sobrevivió inmaculado al horror del Palacio de Hielo, ya ha encontrado también solución para el actual laberinto.
A partir de ahora, la responsabilidad del endiablado operativo pasa íntegramente a los presidentes autonómicos que serán quienes dictaminen si hay que confinar o no, si hay que volver a los encierros, los balcones y el ‘resistiré’. Y si todavía algo sale muy mal, siempre le quedará Isabel Díaz Ayuso a quien don Simón quería enclaustrar hace unas horas y quien, según evolucione la epidemia, deberá arrastrarse hasta la Moncloa para mendigar la implantación de la alarma. Una jugada perfecta.
Reducido Casado, decapitada Cayetana, ascendido Almeida y agrandado Feijóo, la presidenta de la Comunidad de Madrid se ha convertido el último foco de resistencia de la derecha. Sánchez no tiene plan contra el virus, ni contra el desempleo, ni contra la tragedia social. Pero tiene un arma infalible. Él se borra de la primera línea, se sacude las decisiones ingratas, le pasa el ‘marrón’ a los presidentes regionales en especial a los del PP y, muy en particular, a la de Madrid, la gran pieza de esta partida de caza. «De dudoso equilibrio mental», la ha definido dicho un Óscar Puente, el portavoz del PSOE, alcalde de Valladolid y notorio energúmeno mental. Moncloa contra Ayuso, no contra la pandemia.