Félix de Azua-El País

En las próximas elecciones habrá que estudiar cuál de los candidatos es el menos dañino

Seguimos usando las palabras “derecha” e “izquierda” como si tuvieran algún sentido. Durante 200 años han orientado a los desorientados y a los analfabetos. La derecha era el partido del dinero y la religión. La izquierda, el de los obreros y la revolución. Difícilmente podremos, en la actualidad, identificar a los obreros o algo que quede por revolucionar. Los del conglomerado Podemos, por ejemplo, son más bien estudiantes y jubilados. En cuanto al dinero, ya no es algo que puedan controlar los partidos, aunque suelan apartar notables cantidades para ellos y sus amigos.

Así que debemos orientarnos de otro modo y cada país tiene su crucigrama. Por ejemplo, en Italia los que antes eran extrema derecha y extrema izquierda ahora gobiernan juntos. Se les llama “populistas” a falta de otra identificación. Es una colaboración que va a ser cada vez más frecuente en Europa. Los así llamados populistas, como el conglomerado separatista, carecen de ideología y siguen una senda sinuosa y oportunista que les une a cualquier bicho que se mueva en dirección a sus privilegios. Su opuesto, la extrema derecha, tiene enemigos raciales, étnicos, religiosos o sexuales, pero nadie sabe cuáles son sus amigos, como no sean los otros partidos xenófobos, separatistas, etcétera.

Cabe preguntar si cuando los socialistas europeos colaboran con los ultranacionalistas, los racistas y los xenófobos, ¿es esa una opción de izquierdas? Y si los ultras italianos gobiernan con la extrema izquierda, ¿esa es una propuesta de derechas? Solo la pereza mantiene esta arcaica separación metafísica. En las próximas elecciones lo que habrá que estudiar no es si vienen derechas o izquierdas, sino cuál de los candidatos es el menos dañino.