La ciudadanía necesita saber cómo vamos a reaccionar ante futuros episodios de chantaje terrorista. Cabe preguntarse si Al-Qaida cree que las caravana españolas son más «rentables». Al-Qaida, no lo olvidemos, acabó con el rallie París-Dakar a base de atentados y amenazas.
Una vez liberados los cooperantes catalanes de las garras de Al-Qaida en Mauritania, al Gobierno de España le habría gustado una oposición silenciosa que hubiera otorgado su beneplácito a las maniobras negociadoras para poner fin al secuestro más largo de este grupo terrorista. Puede ser que el PP, si hubiese estado informado de las pesquisas realizadas a través de las vías diplomáticas, policiales y políticas, hubiese posado en la «imagen de familia» sin cuestionar el oscurantismo con el que se han llevado las cosas. Porque ocurre que el Gobierno ha logrado salvar la vida de los cooperantes, desde luego, pero, en este lamentable capítulo, el grupo terrorista se ha jactado de sus logros en concepto de rescate.
Si el proceso no hubiera estado contaminado a partir del momento en que se quiso confundir la discreción con la opacidad, seguramente la tensión política habría discurrido por otros derroteros. Pero, al no darse la información por parte del Gobierno, no se ha producido la complicidad necesaria en política internacional y, por eso, el primer partido de la oposición ha aprovechado la oportunidad servida por Zapatero para decir que España ha quedado humillada ante la opinión internacional.
Quizá sea una exageración hablar en estos términos, pero queda fuera de toda duda que los secuestradores han dejado en evidencia la debilidad del Gobierno de un país que, en los momentos más tensos entre terroristas y ciudadanos españoles, ha optado por ceder a las peticiones de los chantajistas. Con el controvertido secuestro del pesquero ‘Alakrana’ se acabó pagando. Ahora también, aunque el ministro Moratinos, que no disfruta de uno de los mejores veranos de su prolífica carrera política, insistiera hace unos meses en su compromiso por resolver el secuestro de los cooperantes «sin pagar rescate». No ha sido así y seguramente el Ejecutivo no podrá decir otra cosa distinta porque, de lo contrario, incurriría en la autoinculpación de haber cometido un delito de colaboración con banda armada. Pero la opinión pública no es menor de edad y tiene derecho a saber qué ha ocurrido exactamente en este secuestro y cuánto nos ha costado.
El grupo terrorista se refiere, en un vídeo, al Gobierno francés para «que aprendan la lección» de la resolución del secuestro. Y lo que seguramente no le hará ni pizca de gracia al Gabinete de Sarkozy es saber que los terroristas que ponen a los ciudadanos franceses en su punto de mira tengan ahora más dinero para seguir chantajeando a la civilización occidental. No es fácil resolver un secuestro y tampoco hay muchas vías para recuperar a los rehenes vivos y sin haber cedido al chantaje. Inglaterra no cede, por definición, desde que aprendió a resistir los embates del IRA. Francia ha optado por las vías más duras, aunque en los dos casos ha habido resultado de muerte. Pero estos capítulos ponen encima de la mesa el debate sobre cómo salir de un secuestro y añaden, de paso, la cuestión de los últimos tiempos: los peligros que acechan al turismo solidario. No se puede campear por terrenos sin Estado donde el terrorismo tiene un negocio que se alimenta de los ingenuos que no ponen todos los medios de seguridad. Los cooperantes están sanos y salvos. Y menos mal. Pero la ciudadanía necesita saber cómo vamos a reaccionar ante futuros episodios de chantaje terrorista. Cabe preguntarse si Al-Qaida cree que las caravana españolas son más «rentables». Al-Qaida, no lo olvidemos, acabó con el rallie París-Dakar a base de atentados y amenazas.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 25/8/2010