José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
Sin Carmena no estaríamos ahora ante un Errejón disidente porque ha sido la edil la que le ha servido de pasadizo para transitar desde una estructura caudillista y asfixiante a una plataforma transversal
A Pablo Iglesias le sucede que hace malos diagnósticos y, consecuentemente, adopta pésimas decisiones. No es cuestión de elaborar un histórico de sus errores, pero sí de insistir en los dos últimos. Cuando Vox irrumpió en el Parlamento andaluz el 2-D, el líder demediado de Podemos lanzó una «alarma antifascista» que era, exactamente, el mensaje más contraproducente, anacrónico y torpe de todos los posibles, especialmente cuando allí la izquierda se había descrismado. Y ayer, en su escasa carta a los inscritos de Podemos a propósito de la disidencia de Errejón, deslizó una afirmación nuclear que tampoco era cierta: «Íñigo no es Carmena», razón por la cual su partido no presentará alternativa a la actual alcaldesa en la ciudad de Madrid, pero sí al cofundador de su partido en la comunidad.
El paso de Iñigo Errejón a Mas Madrid, plataforma de izquierda transversal, se veía venir desde que en el mes de noviembre pasado Rita Maestre, José Manuel Calvo, Jorge García Castaño, Marta Gómez, Esther Gómez y Francisco Pérez, concejales de Ahora Madrid (Podemos) decidieron no presentarse a las primarias de su partido e insertarse en la lista de Carmena que se declaró ajena al partido de Iglesias con el que dijo «no tengo necesidad de hablar». Ante la reacción de estupor paralizada de la dirección morada, Errejón dejó de tener las dudas hamletianas que le atenazaban. Resultaba claro que el auténtico liderazgo de una fuerza política de las características fundacionales de Podemos no era el organicista y reglamentista de Iglesias, encapsulado en una estructura tradicional, aunque tuneada de democracia directa, sino la ciudadana y transversal de la alcaldesa de Madrid que por sí misma ha logrado cincelar una marca.
El liderazgo «pablista» es uno de los factores disolventes de la organización que se manifiesta en las defecciones de sus principales referentes
Errejón ve reflejados en Carmena todos los activos que son lastres en Iglesias, en la línea de lo que advertía el pasado mes de mayo el politólogo Óscar Barberá (Agenda Pública): «la dirección muy personalista de (Iglesias), reforzada por mecanismos de consultas plebiscitarias y organizativas muy amplias, dejan en una posición muy complicada a las minorías internas«. Cierto y de ahí —desde la consulta la pasada primavera sobre el caudillista dilema sobre el chalet de Galapagar y la continuidad del liderazgo a pachas de Iglesias y Montero— han venido muchos de los males que han dejado en chasis a Podemos.
El problema no es solo el liderazgo «pablista». Es la concepción «neoleninista» que comporta. Y que ha sido tantas veces denunciada por disidentes que creyeron que no estaban fundando un partido comunista sino una plataforma transversal, intergeneracional y de izquierda progresista huérfana de referencias tras el 15-M. Ese liderazgo es uno de los factores disolventes de la organización que se manifiesta en las defecciones de sus principales referentes (Luis Alegre, Carolina Bescansa) y de otros militantes de relevancia (José Manuel López o Sergio Pascual) tanto en Madrid, especialmente, como en distintas comunidades en donde algunas confluencias se comportan ya como realidades descoordinadas y desentendidas del núcleo complutense de dirigentes bajo las ralas instrucciones de un Pablo Echenique que, como metaforizaba mi colega y amigo Carlos Sánchez, oficia como una suerte de Beria.
El discurso de Iglesias y sus comportamientos estaban abocados a un fracaso que la disidencia de Errejón solo ha precipitado
Íñigo sí es Manuela Carmena porque esta última es un extremo de la vertebración intergeneracional (74 años) en la que Errejón (35 años) representa el otro y que hace pinza en una concepción izquierdista que es diferente de las prácticas ordenancistas y jerárquicas en las que Podemos ha incurrido. Ahí está el éxito municipal de 2015 (Madrid, Santiago, Zaragoza, Barcelona, Cádiz) con propuestas municipales que ganaron porque un sector ciudadano entiende las políticas locales como de proximidad ciudadana y de relativa intensidad ideológica. Y esta es la izquierda que amenaza a la tradicional del PSOE y puede representar un serio riesgo para el centro y la derecha en las elecciones de mayo. El discurso de Iglesias y sus comportamientos —¡esa visita presupuestaria a la cárcel de Lledoners!— con un Vox desequilibrando la balanza del espectro político, estaban abocados a un fracaso que la disidencia de Errejón —posterior a la más blanda de Carmena, que lo fue en noviembre en toda regla— solo ha precipitado.
Como ya se ha detectado en Cataluña, esta implosión de Podemos conlleva una nueva corriente con un sesgo «españolista» y, por lo tanto, con vocación de no deambular en la marginalidad, ni como energía subalterna de la ambigüedad de los comunes ni como coadyuvante de los independentistas. Veremos. El vuelco lo ha precipitado Iñigo Errejón, pero lo ha ido tejiendo la septuagenaria alcaldesa de Madrid. Iñigo sí es Carmena e Iglesias vuelve a equivocarse.