FERNANDO SAVATER-El País

  • Tengo preocupaciones de izquierda porque estoy bautizado, pero a la hora de las soluciones…prefiero ser pensante, no creyente

Perdonen la ingenuidad, pero me ha dado por preguntarme como puede ser que el marchamo “izquierda”, aplicado a personas y actitudes, suscite todavía un clamoroso aplauso incluso, a regañadientes, entre quienes menos parecen identificarse con él. La izquierda está aprobada antes de examinarse, la derecha suspende siempre, unas veces por equivocar las respuestas y otras por copiar. ¿Cómo puede ocurrir ese fenómeno, pese las lecciones a contrario que nos da la historia y recibimos un día sí y otro no? Creo que se debe a una confusión entre dos modos de izquierda: el modo inquietud y el modo solución. Llamamos de izquierda a todas las inquietudes sociales irreprochables: la preocupación por los pobres, por los marginados, por los excluidos del banquete capitalista, por los explotados, por los discriminados por su raza o sus creencias, por los débiles… O sea que es izquierdista todo lo que aún nos queda de cristianos. Y como cristiana es nuestra cultura y nuestra educación ―¡menos mal!― simpatizamos instintivamente con las proclamas de izquierda y con el sentimentalismo afín. En cambio, nos repele la ironía tipo Logan Pearsall Smith cuando asegura que encontrarse en la misma habitación con un millonario ya le alegra… y nos repele más si sabemos que es verdad.

Hasta aquí nuestra moralidad. Pero la política empieza cuando buscamos soluciones de izquierdas a nuestras inquietudes no menos zurdas. La cosa se complica, porque esos remedios ―colectivistas, confiscatorios, autoritarios y partidarios de la intromisión estatal no en la gestión social sino en la orientación de la vida individual― resuelven poco aunque perjudican mucho, al modo que la decapitación es una cura inadecuada de la jaqueca. Pero como son de izquierdas… ¡cualquiera los critica! Atrevámonos: tengo inquietudes de izquierda porque estoy bautizado, pero a la hora de las soluciones… prefiero ser pensante, no creyente.