Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

  • El Gobierno ha encontrado la fórmula para utilizar los créditos extraordinarios cuando los necesita y para acallar el número creciente de voces que se escandalizan

El Gobierno socialista se afana en trasmitir la idea de que la reacción de Junts, al abandonar su apoyo y pasarse a la oposición, no cambia nada. La verdad es que resulta muy difícil adivinar el futuro que tendrán las actuaciones de la formación independentista. A veces hasta resulta difícil adivinar incluso lo que ha hecho en el pasado, porque el relato cambia con frecuencia y lo cambia todo. Pero yo no estaría tan seguro de ello. Es muy posible que lo que ha dicho Puigdemont sea esta vez, y de manera excepcional, cierto, y que los siete diputados exconvergentes se hayan pasado, con palos, altavoces y pancartas, a la oposición y voten en adelante en contra de las propuestas del Gobierno.

Si fuera así, las cosas cambiarán y lo harán de forma relevante. Ya no habrá que deshojar la margarita tras cada iniciativa gubernamental, tratando de adivinar el titubeante sentido de su voto. Zapatero no tendrá que hacer sus viajadas maletas para trasladarse a Suiza, ni desplegar sus innegables encantos ante la imperturbable Miriam Nogueras. Por su parte, Santos Cerdán podrá seguir plácidamente instalado en Soto del Real, contando txistorras, porque de allí no le dejan salir y porque sus servicios ya no serán necesarios. Y los muchos cientos de asesores que aconsejan al Señor Sánchez no tendrán que estrujarse el magín para imaginar nuevas cesiones a prometer al prófugo; una actividad que cada día exigía un mayor y más tremendo esfuerzo de imaginación, dado el reducido, por menguante, espacio que quedaba sin usar.

Un ejemplo. Si Junts se suma a la oposición, no habrá Presupuestos Generales del Estado tampoco este año, como no los hubo ni el pasado ni el anterior. Como no los ha habido nunca en esta atormentada legislatura. ¿Da igual? Aparentemente, sí. El Gobierno ha encontrado la fórmula para utilizar los créditos extraordinarios cuando los necesita y para acallar el número creciente de voces que se escandalizan por la desvergüenza que supone el no disponer de ellos. Algún año, incluso, ha vencido la leve tentación de presentarlos. Soporta con extraordinaria deportividad contravenir lo dispuesto en la Constitución que le obliga a hacerlo, porque para él la Constitución es un legajo obsoleto e inservible que no llega a incunable, pero mejor si se guarda con esmero y no se saca a pasear, exponiéndolo al tiempo y al uso.

Al Señor Sánchez no se le altera el bronceado color de su piel, ni le salen arrugas por ello. Aguanta la presión pública mejor que un buzo en una piscina y tolera el descrédito de la osadía con paciencia franciscana. Al señor Sánchez todo le da todo igual y un pequeño detalle, como es el incumplir el mandato constitucional y no presentar los obligados presupuestos, no le van a cambiar sus costumbres habituales.

Cuenta para ello con la inestimable ayuda de sus grandes benefactores de Bildu y ERC, y con el culpable y aterrador silencio del PNV para quienes la Constitución siempre ha sido una abigarrada compilación de derechos a reclamar, carente de la mínima obligación, ni siquiera de lealtad.

Cuenta también con los escasos restos de Sumar y con los vestigios de Podemos que a veces imitan a Junts y a veces se comportan como Bildu. Y cuentan, eso es lo verdaderamente importante, con la aquiescencia de la gran masa de quienes le imitan y todo les da igual. Que, desgraciadamente, no son pocos ni protestan mucho.