ETA ha demostrado que no se mueve ni al ritmo de la izquierda abertzale ni en sintonía con ella, lo que coloca a ésta en una situación muy delicada. Por mucho que disimule, la izquierda abertzale es ya consciente de que a ella le toca demostrar que ha alcanzado la autonomía y la madurez de las que viene alardeando.
La declaración que ayer hizo pública ETA se queda corta respecto de lo que los más optimistas esperaban y coincide plenamente con lo que los más escépticos nos temíamos. Habrá resultado, por tanto, decepcionante para los primeros y simplemente insuficiente para los segundos. En cualquier caso, ambos, optimistas y escépticos, habremos concluido al leerla que la banda sigue anclada en esquemas irrepetibles del pasado, sin enterarse de lo que ha venido ocurriendo a su alrededor en los últimos tiempos.
La primera insuficiencia de la declaración consiste, como es obvio, en que ETA no declara el abandono incondicional, definitivo e irreversible del terrorismo. Muchos objetarán que no era realista esperar tan radical declaración en estos momentos. Vale. No nos detengamos, entonces, en los adjetivos, sino que vayamos al fondo del asunto. La auténtica insuficiencia de la declaración está en que, con los mimbres que maneja en ella, ETA nunca podrá tejer un cesto que resulte aceptable ni para las instituciones democráticas ni para la opinión pública.
En efecto, ETA vuelve a cometer el eterno error de mezclar lo que ella llama «la confrontación armada» con el «secular conflicto político» de Euskal Herria, supeditando, además, el final de aquella a la resolución de éste. Por si esto fuera poco, se arroga la facultad tanto de definir en qué consiste el conflicto como de dictar cuál es su solución. Y, para rematarlo, limita el papel de los que llama «agentes políticos y sociales vascos» al logro de acuerdos -lean atentamente lo que sigue- «para consensuar la formulación (!!!) del reconocimiento de Euskal Herria y su derecho a decidir».
A nadie puede ocultársele que este esquema -«proceso democrático» vuelve a llamarlo ETA- es idéntico al que fracasó con la voladura de la T-4 el 30 de diciembre de 2006 y, en sustancia, al que la banda estableció en su Alternativa Democrática de 1995. ETA no se ha movido una pizca en lo sustancial de su planteamiento Ahora, como entonces, se reserva, no sólo la capacidad de retractarse de su compromiso de permanencia en relación con el alto el fuego, sino también la vigilancia de la corrección del proceso que han de conducir los mencionados agentes políticos y sociales. A este respecto, se compromete, muy significativamente, a no cejar «en su … lucha por …l levar a término el proceso democrático, para alcanzar una verdadera situación democrática en Euskal Herria». ¡Quien lea estas palabras que dan cierre a la declaración no podrá dejar de estremecerse ante la inaguantable arrogancia de la organización terrorista! ETA no se retira de un proceso que ella misma dice cómo tiene que conducirse, sino que se hace sencillamente a un lado para juzgar sobre su procedencia y actuar luego en consecuencia.
Ahora bien, si la declaración nos resulta del todo insuficiente a quienes nos temíamos lo peor, tampoco quienes la demandaban y esperaban con ansiedad podrán declararse satisfechos. Por mucho que intenten negarlo, subrayando, con muy escasa convicción, por cierto, los supuestos avances que el comunicado supone, inmensa decepción será, como decíamos, lo que habrán sentido al leerlo. Se habrán percatado, en primer lugar, de que ETA comienza su escrito con una enorme mentira. Afirma, en efecto, la banda en las primeras líneas de su declaración que, «desde Bruselas hasta Gernika», diversas personalidades «han subrayado la necesidad de dar una solución justa y democrática al secular conflicto político», cuando lo que en realidad han hecho todos esos señores que cita es exigirle a ella, de modo más o menos contundente, que se retire de la escena de manera «permanente, unilateral y verificable», como señal de su «voluntad de abandonar definitivamente la violencia».
Pero, dejado de lado este detalle, la izquierda abertzale habrá comparado la declaración de ETA con el documento ‘Euskal Herria zutik’ que ella misma aprobó de manera muy mayoritaria en sus concurridas asambleas populares y al que debía ahora responder la banda. Pues bien, la comparación le habrá arrojado un buen número de incómodas contradicciones. La más gruesa de todas, aunque no ciertamente la única, consiste en que lo que en ‘Euskal Herria zutik’ eran objetivos políticos que habrían de conquistarse mediante la acumulación de fuerzas sociales e institucionales son ahora, en la declaración de ETA, derechos irrenunciables que han de reconocerse sin más y sólo admiten discusión en lo que se refiere a su formulación. Por no mencionar la otra, aún más palmaria, que podría resumirse con acierto en que, mientras, para el escrito de la izquierda abertzale, la «lucha armada» se había convertido en un estorbo para el logro de los objetivos propuestos, en la declaración de ETA sigue siendo la garantía de su consecución.
Concluyamos, en suma, que, en contra de lo que se había pretendido hacernos creer, ETA no se mueve ni al ritmo de la izquierda abertzale ni en sintonía con ella. Esto coloca a esta última en una situación muy delicada. Por mucho que quiera vendernos esta declaración de la banda como «un paso más» en la buena dirección y nos remita, aunque sólo sea para ganar tiempo, a un posterior comunicado de la banda en fecha indefinida, la izquierda abertzale es ya plenamente consciente de que es ella, y no ETA, la que acapara ahora la mirada de todos y que a ella toca demostrar que ha alcanzado de verdad la autonomía y la madurez de las que en estos últimos tiempos viene alardeando. Mejor haría, por tanto, en lugar de seguir enmarañándose en sus habituales ejercicios de contemporización con la banda, empezar a demostrarlo ya, adoptando una actitud clara y sincera frente a este arrogante comunicado.
José Luis Zubizarreta, EL CORREO, 11/1/2011