IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • Las ayudas directas tienen poca entidad y los fondos europeos están en el alero, pendientes del cumplimiento de las condiciones
Todos los gobiernos, en todas las latitudes y en todo momento, tienen buenas intenciones. Al menos tienen intenciones de conseguir aquello que piensan es bueno para el pueblo al que dirigen. Ya sé que, a poco que recapacitemos, encontraremos ejemplos suficientes para dudar de la afirmación, pero estoy seguro de que hasta Hugo Chávez estaba convencido de que las recetas bolivarianas eran las mejores para conducir a Venezuela al paraíso. Estaba convencido y estaba equivocado, claro. A él no le dio tiempo a constatarlo y a Pablo Iglesias no le ha dado la gana de reconocerlo. Pero bueno, vamos a dejarlo.

Lo malo viene cuando enfrentamos las intenciones con las realidades. En el mundo de la economía eso parece más sencillo de lo que es. Si se fija, la mayoría de los indicadores que utilizamos apara averiguar cómo es la situación los expresamos en porcentajes y eso nubla la percepción. Por ejemplo, en 2020 hemos bajado el 11% el PIB. ¿Es eso mucho? Hemos aumentado la deuda pública hasta el 117% del PIB. ¿Es eso mucho? Tenemos una tasa de paro del 16% que sube hasta el 39,9% en el caso de los menores de 25 años. ¿Es eso mucho?

Para ver la realidad de manera más nítida, conviene utilizar de vez en cuando los valores absolutos. Si decimos que hemos perdido 130.000 millones de PIB, ¿no se ve más claro? Si decimos que esa cifra es aproximadamente la misma que el costo anual de las pensiones, ¿no es más claro? Si decimos que hemos sobrepasado la cifra de los cuatro millones de parados y tenemos poco menos de un millón de personas asilados en los ERTE, ¿no es más claro? Podíamos seguir un rato más, pero me parece suficiente tortura para un domingo.

Le he castigado con todo este rollo para enmarcar un comentario sobre el tema de las ayudas prometidas por el Gobierno y que, junto con el espectáculo circense de dos pistas, celebrado en Murcia, nos han entretenido la semana. Ya sabe que hay dos planes de ayudas. Uno está en marcha, pues depende solo de nosotros y el Gobierno ha dado el disparo de salida. El otro está en veremos y depende de la generosidad y del rigor de las autoridades europeas, pues no está claro ni cuánto dinero llegará, ni cuando lo hará, ni quién lo recibirá.

Del primero me preocupa su escasa entidad; 11.000 millones es mucho dinero, pero le recuerdo que la Seguridad Social perdió solo el pasado año 56.000 millones. También lo complejo de su distribución, que tal y como está planteada será un lío, puede creerme. Por el contrario, sus intenciones son estupendas, pues pretende, en resumen, impedir que se cronifiquen los daños causados por el Covid-19 y se conviertan en estructurales. Es decir, unas intenciones que se enfrentan con enorme dificultad a las cifras de la realidad.

La UE exige reformas y no sé qué pensará del espectáculo que estamos dando

El segundo plan es mucho mayor, 140.000 millones, pero está en el alero. La Comisión europea lleva tiempo exigiendo -de manera poco estridente por el momento- a los Gobiernos más ambición en las reformas; objetivos más claros; calendarios más precisos; y sistemas de control más robustos para prevenir lo conflictos de intereses, la corrupción y el fraude. Es evidente que las instituciones comunitarias han cerrado los ojos ante el desbarajuste que la crisis sanitaria ha provocado en las cuentas públicas nacionales, pero se equivoca de plano quien piense que ese relajo se ha va a extender a la concesión de las ayudas.

Entonces, ¿se imagina por un momento cómo verán en Bruselas, en La Haya, en Berlín o en Copenhague el espectáculo que estamos dando? ¿Se imagina cómo juzgarán a un Gobierno que, tras proclamar que busca la estabilidad institucional, presenta tres mociones de censura en tres regiones en un solo día? ¿Qué pensarán de un Gobierno siempre a la gresca y cuya mitad vota en el Parlamento europeo a favor de que Puigdemont y su combo pierda la inmunidad y la otra mitad que la mantenga? ¿Qué pensarán del nuevo Parlament catalán? ¿Les gustará el nuevo Govern? ¿Recuerda lo que decía al respecto el propio Sánchez?

Si el futuro depende de la evolución de las vacunas y de la llegada de las ayudas europeas, ¿podemos estar tranquilos? Lo que usted diga. ¡Que dice que sí! Pues me alegro mucho…