- Vamos a ser adultos y vamos a tomar conciencia de las actuales amenazas. Respetemos la inteligencia del prójimo y desmintamos el cuento de que todo peligro se desactivará con la sola marcha de Sánchez
Hay que ser ingenuo para creerse, con el sistema agonizando, que la solución a todos los problemas es que se vaya el autócrata. Esa es una condición necesaria, pero no suficiente. Vamos a no perder el tiempo con lo obvio. La cuestión es, ¿y qué más? Si el discurso de quien tiene más probabilidades de sustituirlo se queda en «lo importante es echarlo», la cosa empieza a resultar sospechosa. Por indefinida. Es aceptable presentar proyectos en términos generales, sin gran concreción, en etapas de, digamos, normalidad. Por cierto, en tales casos también funciona la urgencia de echar al presidente. Más eficaz cuanto más cobre forma de matraca. Si alguno de ustedes recuerda algo parecido a la normalidad, le recomiendo que haga memoria. Verá cómo el elemento de largar cuanto antes a quien ocupa el poder aparece indefectiblemente. Así que vamos a ser adultos y vamos a tomar conciencia de las actuales amenazas. Respetemos la inteligencia del prójimo y desmintamos el cuento de que todo peligro se desactivará con la sola marcha de Sánchez.
En escenarios más estables, un par o tres de propuestas electorales pueden hacer maravillas. Y en las próximas elecciones que se celebren en libertad (si llegan), eso estará presente. Sería bueno que uno no se llenara la boca con políticas contrarias a las que impulsa en Bruselas, pero allá cada votante con el grado de demagogia que está dispuesto a tolerarle a sus representantes. ¿En qué va a creer, en mi apoyo al Pacto Verde desde la UE o en mis quejas por las consecuencias del Pacto Verde cuando visito su pueblo? Lo dicho. Allá cada cual con sus tragaderas y con las consecuencias de su desinformación voluntaria, tan útil a los partidos que solo se conciben como gestores del poder. Pero las concretas políticas sectoriales, tan importantes (sobre todo en lo que toca a los impuestos) palidecen ante las necesarias reformas estructurales que, siendo necesarias desde antes, los años del sanchismo, ese caballo de Atila, han convertido en improrrogables.
Por eso los grandes verbos indefinidos me impresionan poco. Nos pasa como a León Felipe, que nos han contado demasiados cuentos. «Regenerar» ya no significa nada si no va seguido de reformas concretas. Del gobierno de los jueces deben sacar sus manos los partidos, y todo lo que se degradó por ley orgánica, por ley orgánica deberá enderezarse. Con partidos golpistas o de acreditada deslealtad histórica no se puede hacer nada, no se debe pactar nada. Son el verdadero origen de todos los males de la democracia española. Ellos y la estúpida convicción de que son gente de fiar. No sé de dónde habrá salido esa maldita falsedad. La instrucción habrá que devolvérsela a los jueces poco después de que se quiten. La letal amnistía debe ser derogada. El entorno de Sánchez que sea condenado no recibirá ningún indulto. Eso son concreciones. Si no me las ofreces, me estás tomando por idiota cada vez que dices «lo importante es echar a Sánchez».