ABC – 29/06/14
· Casi 7.000 reclusos en España, procedentes de países con mayoría musulmana, son susceptibles de caer en las redes de los radicales islamistas.
El Gobierno observa, cada vez en mayor medida, riesgos de que las cárceles sean utilizadas no solo como centros de reclutamiento y adoctrinamiento de yihadistas entre la población reclusa procedente de países de mayoría musulmana, sino también como bases desde las que diseñar o preparar atentados terroristas. Por ello, el Ministerio del Interior va a poner en marcha en los próximos días un programa actualizado para detectar y prevenir procesos de radicalización en los centros penitenciarios. Un plan que será referente en Europa.
Muchos fundamentalistas han aprovechado la estancia en la cárcel para aumentar su integrismo y, otros, condenados por delitos comunes, han terminado por ser captados al servicio de la yihad. El programa pretende por tanto controlar a unos y otros y detectar signos de radicalización de manera precoz. No siempre es fácil, ya que se trata de procesos internos, discretos. Ello exige la implicación de los funcionarios de prisiones, que van a disponer de manuales con una serie de indicios que permitan detectar a tiempo la amenaza. Por ejemplo, puede ser un indicio que reclusos procedentes de países de mayoría musulmana, que no eran practicantes, comiencen a asumir de manera rigurosa el Islam. Y vean, así, como elementos impuros la televisión, la música…
Las continuas manifestaciones relativas a que son víctimas de Occidente y que los gobernantes tienen la culpa de su precaria situación, es otro indicio. Como el que poco a poco comiencen a mostrar interés por atentados yihadistas y admiración por algunos de los líderes que los promueven. Sería también motivo de vigilancia que muestren creciente interés por su formación física y desarrollen destrezas que pueden serles útiles más tarde como futuros combatientes. También, participar en actividades dirigidas a afianzar la cohesión de grupo con otros presos. O buscar iniciativas para impulsar la oración colectiva. Incluso seleccionar a sus propios líderes espirituales, hasta el punto de que cuando no les agrada el imán autorizado, maniobrar para alejarle del grupo, a fin de que sea sustituido por uno de confianza.
Alfombra para el rezo
Hay otros indicios basados en la apariencia física: Pelo corto, bigote rasurado y barba larga. A veces llevan una señal en la frente. Visten ropa específica para el rezo, que tratan de preservar del contacto con la gente, zonas o enseres impuros (el patio de la cárcel, los «infieles»). Y el resto de la jornada utilizan la indumentaria tradicional árabe. La celda la conservan siempre limpia y en ella tienen una alfombra para el rezo, que guardan cuidadosamente en lugar adecuado o la usan para cubrir el aparato de televisión. Poseen al menos un ejemplar del Corán que protegen e impiden a los funcionarios que lo toquen. Manejan publicaciones de inspiración «wahabista». Algunos no tienen reparo en exhibir en la celda carteles con líderes integristas. Otros indicios pueden ser que, además del Ramadán, hagan otros ayunos o que su reloj disponga de alarma para programar las horas de rezo –hasta cinco oraciones diarias–. En muchas ocasiones exigen comida vegetariana porque no se fían de que la adaptada para los musulmanes haya sido preparada conforme a sus ritos o instrumental.
En el manual para los funcionarios figuran también indicios basados en el comportamiento, que habrán de ser tenidos en cuenta. Hacen juicios sobre la actitud de otros musulmanes, se enfrentan a otras interpretaciones del Islam, e incluso llegan a insultar, amenazar o agredir a musulmanes que no practiquen la religión y en ocasiones les obligan a participar en sus rituales. Y protagonizan conflictos con las mujeres que trabajan en la prisión.
Del comportamiento que mantienen con sus familiares también pueden resultar indicios Por ejemplo, cuando en sus visitas les emplazan continuamente a practicar el rezo. Piden que los menores vayan a escuelas coránicas y los mayores, a las mezquitas. También, les obligan a recitar y escuchar el saludo musulmán. Buscan en los medios de comunicación noticias relacionadas con el terrorismo yihadista. Y en las comunicaciones con sus familiares en las cartas reiteran que Occidente está corrompido y margina a los musulmanes.
Factores de radicalización
El Plan, en base a la experiencia acumulada, considera que la alta concentración de presos musulmanes procedentes del Magreb contribuye al extremismo. También, la excesiva permisividad hacia determinados individuos que han querido imponer sus propios imanes o traductores en prisión. Otro caldo de cultivo es la permanente alusión en los mensajes yihadistas a reivindicaciones como Al Andalus, la «reconquista» de Ceuta y Melilla, o la visión de España como «país colonial». La sensación de desarraigo social, que se acrecienta en la cárcel, y la religión como fórmula que lo palia, son otros factores de riesgo.
En los últimos años se ha detectado que muchos internos procedentes de países musulmanes, que no eran practicantes, han asumido el Islam en su versión más dura. Desde Interior se considera materia urgente actualizar este Plan de prevención del fundamentalismo porque constituye una amenaza para la seguridad nacional. Existe riesgo de que yihadistas que cumplen condena o están a la espera de juicio planifiquen atentados desde prisión. También hay riesgo de fuga con el apoyo de una estructura en el exterior. Al elaborar el Plan, se ha tenido en cuenta que los yihadistas en prisión puedan entorpecer los procesos judiciales que tienen pendientes, con la presión y amenaza a testigos… Y, de la misma forma, si se extiende el fundamentalismo en prisión, puede suponer también una amenaza para los propios funcionarios o la posibilidad de que organicen motines y revueltas.
ABC – 29/06/14