«Nosotros podemos dar testimonio de que en circunstancias difíciles los movimientos cívicos son importantes y ayudan a los políticos.»
Queridos amigos, es una gran alegría y un honor volver a encontrarnos reunidos y con ganas de continuar y de profundizar en nuestra participación en la vida ciudadana y en la gestión de las cosas que nos importan y que nos preocupan.
Creo que en una democracia -y he tenido ocasión de repetirlo muchas veces- políticos somos todos. No hay quien nace para mandar y quien nace para obedecer, no hay especialistas en ordenar y especialistas en obedecer. Políticos somos todos, todos tenemos en algunas ocasiones que ejercer algunos papeles; los que mandan son nuestros mandados, aquellos a los que mandamos mandar, y por lo tanto nuestra vida activa política es imprescindible. No es una cuestión de cuando llega el momento de una votación, de unas elecciones; tiene que ser una participación constante por medio de conversaciones, del ejercicio de nuestro trabajo, por medio de la educación, de nuestros hijos, de las personas que los rodean; por medio también de la intervención pública, la calle, manifestaciones si es que alguna vez el caso lo requiere.
Hay ocasiones apuradas, comprometidas, en que los ciudadanos sencillamente tienen que salir a la calle para apoyar o para criticar a las autoridades, para enfrentarse a la violencia, para decir que no somos simples vasallos, que somos ciudadanos. Hace ya muchos siglos un Europeo, Aristóteles, dijo que era necesaria una ciudadanía reflexiva, que no es más que una ciudadanía comprometida, que no se distraiga de los asuntos públicos, que reflexione, que se comprometa con lo importante.
Nosotros, la mayoría de los que hemos formado parte de movimientos cívicos, somos parte de esa ciudadanía activa, reflexiva, que interviene en la vida pública. Nosotros sabemos que eso funciona. La única lección importante que hemos sacado los que desde hace tiempo estamos en movimientos cívicos, por ejemplo en el País Vasco, es que aquello que nos decían: esto no sirve para nada, son ganas de perder el tiempo, son demostraciones morales que no sirven para nada, esto no es más que crispar, lo vais a poner todo peor, no os metáis en lo que no os llaman, dejar a los políticos que resuelvan las cosas solos…; nosotros sabemos que se equivocaban.
Sabemos que gracias a que salimos a la calle cientos y miles de personas en el País Vasco, llegó a haber un pacto antiterrorista y una serie de acuerdos entre los principales partidos que fueron más allá de lo que se había ido hasta entonces, con los que empezó el acorralamiento cívico y político de ETA. Y gracias a que seguimos insistiendo y creando un ambiente invisible de rechazo, no solamente a ETA, sino al mundo que la tapaba, que la financiaba, gracias a ello hubo finamente una ley de partidos y una ilegalización de los grupos políticos, que decían ser políticos pero que en realidad servían como brazo político de una organización armada, es decir, que intentaban simultanear el Parlamento y la guerra.
Eso no se habría hecho si nosotros no hubiéramos salido a la calle. Seguro que los partidos políticos no se hubieran atrevido a hacer esas cosas si no hubiera habido cientos y miles de ciudadanos en la calle, activos, participando permanentemente; no sólo contra el terrorismo, sino contra aquello que transmite el terror y que ampara el terrorismo.
Nosotros sabemos que los movimientos cívicos sirven para algo. Si ETA está hoy como está no es por un acto de magia, ni porque se han vuelto buenos los que están en ETA, ni por la seducción que tiene el plan Ibarretxe. ETA está como está porque algunos no admitimos que siguiera siendo amparada y respaldada política y socialmente en el País Vasco.
De modo que nosotros podemos dar testimonio de que en circunstancias difíciles los movimientos cívicos son importantes y ayudan a los políticos. No pretenden sustituir a los políticos, pero ayudan a que los políticos tengan un sitio donde apoyarse, donde hacer pié para los planteamientos que quieren introducir. Entonces los ciudadanos salimos, digamos para servir de apoyo a esos movimientos que tienen que hacer los políticos, que son nuestros representantes.
Mientras sigan las circunstancias, debemos seguir actuando y debatiendo. Diciendo que es necesario que haya una educación cívica. Una educación cívica no es simplemente elegir partido, sino sobre todo saber la importancia de la vida política. Un demócrata está dispuesto a convivir con lo que no aprueba, con lo que no le gusta, porque la armonía llega a esa convivencia con lo que a uno no le gusta.
Ahora tenemos una ocasión importante con la constitución Europea. Hace muchos años, cuando se le preguntó a un filósofo francés qué es Europa, dijo que Europa es donde no hay pena de muerte, no solamente de hecho -cuando no haya ejecuciones ni condenas de muerte-, sino también donde los ciudadanos no matan mentalmente a sus adversarios; donde los ciudadanos quieren que sigan existiendo aquellas personas que piensan de otro modo, que representan opciones diferentes. Que no haya la pena de muerte que representa el exterminio mental del adversario.
El fanático es el que no puede convivir con que le contradigan. La Europa constitucional que queremos es una Europa antifanática, en la que no hay espacio para la pena de muerte, ni ese fanatismo del exterminio. Se ha dicho con razón que hay defectos y deficiencias. Pero es mucho más lo positivo y lo sustancial en la Constitución, que lo que mejoraríamos.
Yo echo de menos una imagen más social, en que la armonía y la seguridad estén basadas más en la justicia y en la protección de derechos y garantías, que hoy estamos viendo amenazados en el mundo, y que está haciendo vacilar valores importantes. Tenemos que decir que los valores europeos no son el apoyo a la tortura, el apoyo al exterminio de los adversarios o el apoyo a las guerras preventivas. Hay que defender los valores europeos y la línea de dignidad social. Yo pondría más énfasis en estos aspectos en la Constitución Europea. Pero es evidente que el lado de las cosas favorables a la Constitución Europea es mucho mayor que las cosas que echamos en falta.
La Constitución Europea se basa en los estados. Es decir, las comunidades son instituciones artificiales, instituciones a las que se ha llegado por la vía de la historia, por mil incidencias de todo tipo que han generado unas estructuras creadas por los seres humanos, no caídas del cielo; por eso se ha excluido esa mención que en planteamientos anteriores se hizo a los pueblos.
No hay una entidad más peligrosa ni más negativa para la comunidad que los pueblos: la idea de algo que está como una especie de entidad platónica más allá de la voluntad o de la realidad de los ciudadanos, esos pueblos que aparecen y que, según vaya aumentando el tamaño de Europa van a ir apareciendo cada vez más. Esos pueblos son los que han creado las guerras del siglo XX. Ha sido guerras entre pueblos, entre pueblos de vecinos, entre pueblos superiores… Eso es lo que tenemos que evitar. Hay que buscar estados que acepten su convencionalidad, su artificio. Y que, por tanto, estén dispuestos a ampliarlo y mejorarlo en unión con otros artificios y convenciones más amplias y más integradoras que vayamos logrando a lo largo del tiempo.
Es muy importante el apoyo a la Constitución Europea por todas esas razones positivas. Y si tienen ustedes un poco de malicia, también por algunas razones negativas. En uno de los pasajes de Juan de Mairena de Machado, Mairena suspende a un niño de su clase simplemente por la cara que tiene. Entonces su padre llega indignado y le dice: “De modo que le basta a usted ver la cara de un niño para suspenderle.” Y le dice Mairiena: “A veces, me basta con ver la cara de su padre”. Bueno, pues para que le guste a uno la Constitución no hay más que ver la cara de los que no les gusta. Es decir, a veces, cuando la Constitución no me gusta del todo, pienso en aquellos a los que no les gusta, y me empieza a gustar más.
Por último, es importante que en esa labor que hemos hecho los movimientos cívicos, sigamos exigiendo a los partidos políticos, al Gobierno y a la oposición, que no pueden boicotearse unos a otros frente a una convocatoria tan importante como la Constitución. En este momento es parte de esa pedagogía que tienen que dar los grandes partidos. No solamente explicar el contenido de la Constitución, sino también demostrar que hay cosas más importantes que los enfrentamientos entre partidos. La mejor pedagogía que pueden hacer para defender el voto a la Constitución Europea es demostrar que en estas cuestiones están unidos, que están por encima de sus luchas y de sus enfrentamientos parciales.
Creo que el año que viene vamos a tener actividades: tenemos el reto de la Constitución Europea, probablemente la reforma de los estatutos, la situación del País Vasco… Vamos a tener ocasión de demostrar que los movimientos cívicos no son episódicos; que la ciudadanía reflexiva es algo constantemente necesario. Nosotros, los que sabemos que es eficaz, tenemos que continuar pulsándola, pidiendo a otros que nos secunden y que nos ayuden. Y pidiendo a los partidos aquello que consideramos imprescindible, para lo cual pedimos debate y muro social.
Editores, 20/12/2004