Miquel Giménez-Vospópuli
Lo del lacito blanco y la pancarta por duplicado rebasa cualquier límite. El gobierno no puede permitir un segundo más esta tomadura de pelo. O cumplimos todos la ley, o no se quejen de las consecuencias.
Torra encarna como pocos el arquetipo de separatista de casino de pueblo, cobardón, malicioso, bocazas, siempre presto a hacer putaditas por la espalda. Es de los de risita sacristanesca, bajuna y groseramente plebeya. Véase cuál ha sido su reacción ante los requerimientos de la Junta Electoral Central. Un patriota de verdad, y me refiero a un separatista como podría ser Santiago Espot, se habría
venido arriba y, lejos de quitar lacitos, habría arriado la bandera española e izado la estelada. Torra carece de ese coraje que, aunque suicida, al menos distingue a quienes sienten de verdad las ideas y están dispuestos a defenderlas aun a riesgo de su propia libertad. Torra, digno conmilitón del fugadísimo, no sabe nada de todo eso. Es cobarde, es de los que nunca van de cara, es un líder de pacotilla y su valor está confeccionado con cartulina barata. Lo suyo es el cotilleo de sacristía, la maledicencia alrededor de una esa camilla provista de Ratafía y carquinyolis, husmeando en las vidas de los demás junto a la junta e las Pías Damas del Ropero. Es el miserabilismo espiritual de quien jamás anidó un solo grama de grandeza espiritual en su alma.
De ahí que su ocurrencia de sustituir lazos amarillos por lazos blancos y superponer una pancarta a otra no sea más que otro episodio en esa rabieta de chiquillo marrano y malcriado. Rabietas histéricas, claro, que se hubieran cortado desde el minuto cero con una buena bofetada política y judicial. Pero como hasta ahora Sánchez ni está ni se le espera e Iceta lo único que hace es poner carita de incontinencia y decir que está muy, pero que muy enfadado, no queda otra que la actuación de la justicia. Fiscalía actuando de oficio, juez de guardia, detención y punto. Me da igual si hay quien dice que eso es lo que están buscando los lazis porque, entre otras cosas, no es verdad. A Torra le aterroriza pasar siquiera un noche en el calabozo, imaginen pues lo que puede sentir ante la simple suposición de dar con sus huesos en la cárcel. Estos caudillitos de agua dulce creyeron que todo era gratis en la vida, de ahí la estupefacción de los que ahora son juzgados por pensar que estaban por encima de los demás. A Torra todavía no le ha quedado claro el asunto, así que por su bien y por el de todos, lo urgente es acabar con este sainete lamentable, patético e impresentable. Y enseñarle el principio de acción-reacción, del que tan ayunos andan los separatistas.