Juan Carlos Viloria-El Correo
Lo gubernamental o de fuentes oficiales no es equivalente a verídico
En nuestra profesión periodística la palabra ‘intoxicación’ no alude a un problema fisiológico. Es la expresión habitual en las redacciones para calificar una confidencia de un político o una institución de gobierno contaminada por elementos propagandísticos. Que está desorbitada respecto a su valor real o contiene infundios respecto al adversario. Que está construida con datos manipulados. No es algo excepcional. Es el pan nuestro de cada día con el que tiene que lidiar un periodista. Un profesional. En las redacciones nos pasamos la vida con esa expresión en la boca: eso es una intoxicación. Así que echamos la jornada chequeando los datos ‘oficiales’, las versiones ‘fidedignas’, las noticias ‘de muy buena fuente’. El nivel profesional se mide por el diámetro del agujero de los filtros por los que se pasa el material. Ese es nuestro oficio. Separar la información de la propaganda. Distinguir entre la noticia y la publicidad. Oler a la legua lo que es un montaje. Pasar de los bulos como de la peste. Y no caer en la tentación de creernos aquello tan peligroso de que el rumor es la antesala de la noticia. Un rumor es un rumor. O un globo sonda. Y los partidos son especialistas en construirlos y lanzarlos. Para tener ese pulso es necesario aprender de los veteranos, estar respaldado por un medio riguroso y huir de la ideologización que todo lo contamina. Y ahora resulta que el gran hermano Tezanos empieza a preparar el terreno para ‘facilitarnos’ la tarea. Es más, nos va a echar una mano la Benemérita.
Entre unos y otros generan un estado de opinión favorable a que las únicas informaciones válidas relativas al Covid-19 sean exclusivamente las servidas por fuentes oficiales. Pero el estado de alarma no puede ser estado de barra libre para que el Gobierno entre a saco en el terreno de la información y la libertad de expresión. Lo oficial o lo gubernamental no son equivalentes a verídico. Aunque pueden servir para anestesiar a la sociedad y acentuar el control sobre sus resortes emocionales. Algo como lo que en su época hacía ‘Pravda’.
Si hay una información que circula por Internet afirmando que el virus se cura bebiendo lejía no hace falta que intervenga la Guardia Civil para desmentirla porque nadie le dará crédito. Y si los wasaps se llenan de fotografías de ataúdes fuera de contexto, un sociedad mediática como la nuestra tiene ya los elementos de contraste bien engrasados para que su recorrido sea anecdótico. El problema es que el fin último de estas maniobras de ingeniería mediática, como dijo el general de la Guardia Civil, sea minimizar las críticas hacia la gestión de Sánchez. Esa sí que es la gran intoxicación. Pero ya lo ha advertido Celaá: mismo tratamiento para las informaciones falsas que para las «negativas». Barra libre.