Miquel Escudero-El Imparcial

Leo unas declaraciones recientes de Antoni Castells, un catedrático de Hacienda Pública que fue conseller de Economía de la Generalitat. Durante muchos años militó en el PSC y en 2014 lo abandonó por parecerle insuficientemente nacionalista. En frase rotunda, Castells ha afirmado que la desintegración de Ciutadans es un designio de justicia poética. ¿Cómo podemos recibir estas palabras?

Recurro al Diccionario de la Lengua Española, de la RAE, para ajustar de la forma más objetiva su expresión. El DLE define ‘justicia poética’ en un contexto de obras de ficción o de situaciones reales, como el “triunfo de los valores morales que sirve de resarcimiento a quien injustamente ha recibido castigo, humillación o desdén”.

Cabe colegir que para Castells, Cs supuso un perjuicio en sus derechos e intereses, y que las horas bajas por las que atraviesa este partido le compensan, en cierto modo, a él por un daño o agravio que le ocasionó.

Resulta asombrosa su sentencia. Entendería que dijera que se alegra de que les vaya mal, porque no los puede ver, porque está en los antípodas de ellos y los tiene por enemigos, no sólo por adversarios políticos (un partido tóxico, dice); no cabe duda de que él anda en lo que se denomina dinámica polarizadora. Se comprende que dé por hecha la desintegración de Cs, pues es probable su fagocitación, aunque nunca se sabe y a lo mejor resurge. Lo que resulta significativo en la inquina de Castells es que diga que el espectáculo de su enemigo es un designio (¿de la providencia?) de justicia poética.

La frase es inapropiada para un partido que nunca ha gobernado. Es cierto que, hace tres años, ganó en Catalunya, en escaños y votos, y que el President del Parlament no le dio opción a gobernar al no convocarlo a ello. El PSC, por cierto, se apresuró a comunicar que no contaran con ellos. Por consiguiente: ¿dónde está el agravio padecido por Castells, su humillación, su desdén? ¿De qué valores morales nos habla el exconseller, cuáles de éstos salen triunfantes con la profunda crisis de Cs o con su hipotética desaparición?

Da que pensar la insistencia de los nacionalistas en repetir que Ciutadans nació para ir contra la convivencia en Catalunya. Además de falsa, esta cantinela es una afirmación perversa porque quienes lo dicen saben que no es verdad. Este partido ha ido contracorriente y contra el establishment, y por tanto surgió como un partido antisistema, rechazando de plano el dogma ‘un sol poble, una sola llengua, una sola nació’. No aceptar lo declarado evidente se hace pagar muy caro, con el ostracismo y el acoso de los poderosos por no permanecer callados. ¿Justicia poética? Justicia poética fue su victoria electoral y lo sería otra en el futuro, por lejano que ahora se vea.

¿Cuál sería su dogma sustitutorio? A mi juicio, se podría formular así, según su impulso fundacional: ‘tantos ciudadanos, tantas identidades’.

La conquista de la ciudadanía plena permite la entrada en la vida pública de masas inarticuladas que los nacionalistas siempre han visto de perfil y fuera de su galaxia; al menos, desde la época del anarcosindicalismo de la CNT, fundada en Barcelona el 1 de noviembre de 1910.

Hoy, el asunto de Ciutadans es si sabrá desprenderse de la huella del Rivera que deslumbró y que, despótico, se erigió en el amo de la formación. Si no endereza enérgicamente su rumbo, no podrá recuperar la confianza que obtuvo no hace tanto. En su haber está el enseñar con el ejemplo a no callarse y no someterse a la ideología hegemónica; trabajaron pues por el pluralismo y por la convivencia (no la hay cuando no se respeta la discrepancia). Por otro lado, la organización de Cs se gustó demasiado y se desvinculó de las necesidades de cercanía y calidez de su gente, adoptó los modales oligárquicos, desactivó la implicación de sus afiliados y los ninguneó.

Dice el profesor Piero Ignazi, en su libro ‘Partido y democracia’ (Alianza) que los partidos existen para mantener un control sobre sus cargos, y que el público idealizó los partidos de masas: “cada partido debía tener muchos militantes, unidades locales por todo el territorio, tenía que implicarse en el continuo activismo político y la movilización intensa”. La cuestión a tratar, en cualquier caso, es la de incorporar en libertad los intereses individuales y sociales a la cosa pública.

Y, por supuesto, elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es simplemente normal. Por ejemplo, el bilingüismo.