JON JUARISTI-ABC

  • ¿Y si enviáramos a Ucrania una División Azul de hosteleros en paro?

«Definitivamente/ parece confirmarse que este invierno/ que viene será duro»: así comenzaba su poema ‘Noche triste de octubre, 1959’ el hoy cancelado Jaime Gil de Biedma, que de santo patrono del movimiento gay (lo que le valió incluso una peli hagiográfica) ha caído recientemente en el infierno que la izquierda reserva a los pedófilos, por contratar los servicios de un chapero filipino de edad indeterminada y contarlo en sus diarios. Se le veía venir, dice el rojerío: era un pijo, alto ejecutivo de una empresa familiar y tío segundo de Esperanza Aguirre. También fue el mejor poeta español de la segunda mitad del siglo XX, pero, eso, qué importancia tiene…

Seguía así don Jaime en el susodicho poema: «Adelantaron/ las lluvias, y el Gobierno/ reunido en consejo de ministros,/ no se sabe si estudia a estas horas/ el subsidio de paro/ o el derecho al despido,/ o si sencillamente, aislado en un océano,/ se limita a esperar que la tormenta pase/ y llegue el día, el día en que, por fin,/ las cosas dejen de venir mal dadas».

El invierno de 1959 fue duro, pero ya en ese otoño dio comienzo un ciclo plurianual de catástrofes meteorológicas en el que se sucedieron larguísimas sequías, tormentas secas, incendios a tutiplén, lluvias torrenciales e inundaciones pavorosas, alcanzando su paroxismo en 1962, con las riadas del 25 de septiembre en Barcelona, que mataron más gente en un solo día que ETA en toda su historia. Todo ello sucedió en medio de la aplicación del Plan de Estabilización, que puso fin a la autarquía y abrió el país a las inversiones extranjeras, pero que a corto plazo arruinó el campo y provocó el éxodo rural más grande que España había conocido (ETA nació como reacción al mismo: el Decreto Ley se aprobó por las Cortes el 28 de julio y la banda para matar maquetos se fundó tres días después, festividad de San Ignacio de Loyola).

«El invierno va a ser durísimo», ha dicho la ministra de Defensa, «y de mucho sufrimiento», perspectivas ante las que «nos tenemos que preparar». El Gobierno, con el apoyo de los herederos de ETA (a cambio de no se sabe qué), nos impondrá limitaciones termostáticas, tenebrismo navideño y, si la cosa no funciona ni por esas, racionamiento energético con los consiguientes cortes de luz. Definitivamente parece confirmarse que este invierno que viene será durísimo y franquista, como el de 1959, aunque Margarita (está linda la mar) se disfrace de Churchill para prometernos «mucho sufrimiento» y pedirnos que luchemos en las playas, en los bosques (si queda alguno) y en las colinas. Por cierto, ni Volodímir Zelenski sabe cómo hacerlo, dice él, con la porquería de armamento que les mandamos. Pero que no decaiga. Total, Rusia es culpable.