Imma Lucas-Vozpópuli
A la izquierda de la izquierda no le hacen falta enemigos, ellos mismos le echan carnaza a sus crisis
Vuelve la polémica Irene Montero para prepararse la carrera política a la Moncloa, aunque falten aún dos años para acabar legislatura. Lo de convocar elecciones, como depende del presidente del Gobierno nunca se sabe. Montero es la imagen de lo que no funcionó entre Más País, el que en su día fue el Movimiento Sumar, entre Podemos e IU, la imagen de la ruptura entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, de la ruptura o no aceptación del proyecto conjunto con Yolanda Díaz, de los problemas con la ley del sí es sí, de los mal gestionados ataques a uno de los impulsores del partido, Juan Carlos Monedero, acusado de acoso sexual.
Irene tiene el apoyo incondicional de los suyos y de su leal compañera Ione Belarra, con la que compartió, casi en soledad, muchas sesiones de control en la bancada del Congreso. Apartadas, casi repudiadas por la izquierda, en especial por su polémica ley del sí es sí, cuando empezaron a salir de la cárcel violadores y pederastas. Preguntada en todas las entrevistas que ha concedido en la última semana por la relación con la líder de Sumar, huye de cualquier polémica, pero cierra la puerta a un posible acercamiento o proyecto común. Está claro que no se entienden, que la política, como en cualquier relación humana, también hay egos, protagonismos furibundos, frustraciones, mala sintonía con según quién. A la izquierda de la izquierda no le hacen falta enemigos, entre ellos ya hacen carnaza de sus crisis, son sus enemigos más fieles, si entre ellos se tratan como vienen haciendo no les hace falta ningún tipo de oposición.
Saber resolver las crisis internas, sin que se vean, sin que salgan a la luz o que salga una mínima parte, forma parte de una buena estrategia política que al parecer estos partidos de nueva creación parecen no conocer, a juzgar por cómo se lanzan entre ellos a la yugular
Por ello, sin tapujos, reconocía Montero que «en todos los partidos hay gente que no se soporta”. Una verdad tan real como la vida misma pero no todos los partidos exhiben con tanta crudeza, rotundidad y sinsentido sus crisis internas, sus problemas sin fin. En comunicación política, quienes se postulan candidatos a cualquier contienda electoral deben recordar que las disputas internas exhibidas a la opinión pública no funcionan. Sólo funciona la disputa encarnizada con el contrario, no con el propio. Saber resolver las crisis internas, sin que se vean, sin que salgan a la luz o que salga una mínima parte, forma parte de una buena estrategia política que al parecer estos partidos de nueva creación parecen no conocer, a juzgar por cómo se lanzan entre ellos a la yugular.
Sin entrar en el contenido de sus fallos, los egos les llevan a no tener un camino exitoso. Pese a no haber conseguido los resultados esperados, está claro que la vicepresidenta y líder de Sumar, Yolanda Díaz, si algo puede ofrecer es capacidad de gestión, de negociación, de pertenecer a un gobierno sin estar a la greña constante, de saberse entender con el adversario, de saber resolver crisis que han salido a la opinión pública como las vividas con Maria Jesús Montero o con el ministro Carlos Cuerpo. Sin entrar en el contenido. En la política nadie escapa de la fricción, pero poco dice de los que forman un partido desavenido. No funciona. La fragmentación tampoco. La unidad de cara a la galería suele ser más propia de un tipo de comunicación de los partidos de derechas que no de los de izquierda. También la defensa a muerte de los propios, aunque cometan errores insalvables como en el caso de Carlos Mazón que no tiene defensa alguna y que pesa como una losa en el liderazgo de Alberto Núñez Feijoo.
Otros, en estos días, aplican la política comunicativa del ventilador, del si yo me caigo os arrastro a todos como pretende José Luis Ábalos, aunque también es muy común la comunicación la actitud de hacerse el tonto, de pasar por uno que no sabe nada
Vuelve Irene, pero dudo de que sea capaz de aglutinar en su espacio, dado que ella misma es la imagen de la división y sus palabras también lo son. Más Madrid, Sumar, Podemos pugnan por un mismo sector electoral, defienden las mismas ideas, lo que cambian son las formas. Las formas de entendimiento, las dialogantes son más propicias para el éxito, aunque se tengan que hacer malabares como hace Sánchez con el gobierno de coalición. No hay crispación demasiado apreciable entre la ministra de Sanidad de Más País con la vicepresidenta de Sumar. De hecho, salió Mónica García a decirles a Irene Montero y a Pablo Iglesias que no vinieran a dar lecciones de nada. Aunque las ideas sean buenas hay que saber defenderlas, comunicarlas sin resultar hostil como han resultado ser ambos.
La guerra arancelaria
Otros en estos días aplican la política comunicativa del ventilador, del si yo me caigo os arrastro a todos como pretende José Luis Ábalos, aunque también es muy común la comunicación en la que uno se hace el tonto, que no sabe nada, pues si no sabes nada no ocupes cargos, aunque sean institucionales. Es el caso de la exconsejera valenciana Salomé Pradas al reconocer que no tenía experiencia en emergencias, ante la jueza de Catarroja que instruye el caso de la Dana. Las familias de los más de doscientos fallecidos no se merecen este despropósito.
Comunicar es clave para ganar unas elecciones, para reconocer errores, gestionar crisis, pero sobre todo, la clave está en tener personas con alta cualificación para estar al frente de lo que les hayan encomendado. Ni los egos, ni los no preparados van a sacarnos de los retos a los que nos enfrentamos actualmente. Pasamos una pandemia, vino una guerra, estamos en otra guerra como es la comercial, la arancelaria, merecemos que la política saque las castañas del fuego al país no que las queme con todos dentro.