Ditorial- El Español
La agria polémica levantada por la reforma de la Ley del Aborto constituye un nuevo capítulo del modus operandi al que el Gobierno de Pedro Sánchez nos tiene habituados. En los momentos críticos en los que el Ejecutivo se ve asediado por los escándalos, una nueva controversia interesada redirige el foco de la atención mediática y actúa como cortafuegos.
Tal parece ser el caso con el debate abierto por la baja por regla dolorosa, un nuevo conejo en la chistera que sale en auxilio del Gobierno cuando muchos dan ya por agotada la legislatura. La ministra Irene Montero, impulsora de esta iniciativa, ha incluido en el borrador de la nueva ley un capítulo para reconocer los «derechos de salud menstrual de las mujeres».
Es evidente que el reconocimiento médico de la incapacitación temporal por dolores menstruales entraña toda una pléyade de problemas de índole económica y social. Los Ministerios económicos chocaron con el de Igualdad debido a la insuficiente definición de los procedimientos regulatorios y las dudas sobre cómo financiar la reforma. Además, la imposibilidad para los médicos de certificar con criterios objetivos cuándo la paciente sufre una regla dolorosa abre la puerta a un aumento del absentismo laboral injustificado.
Pero cabe decir que el primero de todos los problemas asociados a la medida es que crea uno donde, en realidad, antes no lo había. Porque el cuadro severo de dolores menstruales, diagnosticado como dismenorrea, ya está reconocido como motivo de incapacitación laboral por las autoridades sanitarias.
Enfoque equivocado
Así, plantear el derecho a una baja laboral de tres días por dolores menstruales sería, en el mejor de los casos, redundante. Y, en el peor, la medida podría ahondar en el problema de estigmatización que supuestamente aspira a corregir.
Y es que el ministerio de Irene Montero no sólo acostumbra a promover iniciativas meramente propagandísticas y con nulo potencial de transformación real. También lo hace categorizando los debates de género en unos términos que sólo generan división y discordia en la sociedad.
Así lo acredita la escisión que se ha hecho manifiesta en el seno del Gobierno entre las dos formas de enfocar las políticas de igualdad de género. La vicepresidenta Nadia Calviño y la secretaria de Igualdad del PSOE, Andrea Fernández, han criticado lo que entienden que es una patologización de la propia condición menstruante de las mujeres.
El rechazo de la parte socialista del Gobierno al indeseable replanteamiento de la legislación laboral por el Ministerio de Igualdad es razonable. Asociar la propia naturaleza reproductiva de las mujeres a un motivo de incapacitación en sí mismo implica un planteamiento del problema errado desde el principio. Y contraproducente.
Otras prioridades
También lo ha entendido así la número dos del sindicato UGT, Cristina Antoñanzas, y la Asociación de Afectadas de Endometriosis. ¿Qué sentido tiene que una medida con el objetivo de visibilizar y desestigmatizar los padecimientos asociados a la regla acabe por reforzar la discriminación de las mujeres, propiciando incluso que su contratación pueda verse resentida?
En lugar de optar por la vía fácil de acometer reformas estéticas y hueras que sólo generan una mayor división, el Gobierno haría bien en no precipitarse. Y entender que el problema del reconocimiento de los dolores menstruales requiere un debate más sosegado y complejo.
La baja laboral sistemática sólo conseguirá generalizar una forma de comprender la menstruación como incapacitante por defecto que va en perjuicio de las mujeres.
Antes de lanzar al debate público propuestas demagógicas y efectistas, la ministra Montero debería fomentar la auténtica garantía de la «salud menstrual» de las mujeres: una mayor inversión en el diagnóstico y el tratamiento de la endometriosis y la dismenorrea.
Tiene razón Igualdad al poner sobre la mesa las deficiencias de un sistema de salud masculinizado y poco sensible a los problemas incapacitantes de la regla. Pero el remedio puede ser peor que la enfermedad si se pone el foco antes en la normalización de los dolores menstruales que en el aumento de la investigación para erradicarlos.