EL PAÍS 24/12/14
· La utilización de esta mezquita por una célula integrista resucita el debate sobre el papel de los líderes religiosos en la lucha contra el yihadismo
· La red yihadista de Ikassrien captaba adeptos en la mezquita de la M-30
La variedad y la cantidad de gente que desfila por la gran mezquita madrileña de la M-30 es espectacular. Cada viernes recibe a más de 1.500 personas para la oración. Musulmanes de todo tipo y condición. Hay hombres imberbes y barbudos con la perilla teñida de henna como hiciera el profeta Mahoma, signo de gran religiosidad. Diplomáticos de los países musulmanes y obreros. Hay también multitud de mujeres que vienen a rezar. Vienen de Madrid y también de los pueblos de la comunidad. Dentro, un viernes de diciembre, el imán Hussam Khoja, saudí, ataviado con un tocado, ensalza las virtudes del islam y recalca el carácter pacifista de su religión en el jutab, el sermón. Khoja es joven y en la comunidad no se le conoce como un sabio ni un intelectual. «Tiene una voz dulce en la lectura, nada más». Hombres alineados en hileras escuchan en silencio sus palabras.
La M-30 es el gran punto de encuentro de los musulmanes en Madrid: después del rezo, sus alrededores se convierten en una auténtica plaza de pueblo. La gente charla, se saluda, aparecen vendedores ambulantes, comparten comida. Es un lugar para ver y dejarse ver, en el que es posible encontrar a los compatriotas sin que medie una llamada de teléfono o un correo electrónico para quedar. Es el lugar más visitado por los musulmanes en España. También el más vigilado por las fuerzas de seguridad. Y, de alguna manera, uno de los más opacos.
Se trata de la única mezquita que no necesita ayudas oficiales porque está financiada directamente por Arabia Saudí. Inaugurada en 1992, corresponde a una serie de grandes mezquitas edificadas en Europa y financiadas por la Liga islámica. Su dirección, sin embargo, es muy poco transparente, muy reticente a dar explicaciones. Según fuentes de la comunidad musulmana en España, la mezquita suele hacer vida aparte y no acostumbra a participar en actividades con otras instituciones.
Pese a la estrecha vigilancia a la que se somete a este templo, nadie pareció percatarse de que los integrantes de este grupo se reunían en la cafetería, recaudaban dinero de los fieles o buscaban en el recinto a futuros combatientes. Se trata de la primera ocasión, después de los atentados del 11-M, en la que dicha mezquita se ve involucrada en una operación policial contra el yihadismo.
La cafetería permanece estos días cerrada. Este diario ha intentado reiteradamente obtener una explicación a las conclusiones que recoge el auto del juez Pablo Ruz, pero los responsables han rehusado pronunciarse. Sí hablan, sin embargo, prominentes miembros de la comunidad musulmana en España y fuentes de las fuerzas de seguridad, que descartan que la mezquita de la M-30, la más importante de las 900 que hay en España, tenga responsabilidad en los hechos. «Los radicales no estaban dentro, sino en sus alrededores; era gente con empatía, capaz de convencer», sostiene una fuente de la investigación. Pero también hay quien, bajo el anonimato y conociendo de primera mano el centro de la M-30, duda de la posibilidad de que los encuentros de potenciales reclutas pudieran pasar inadvertidos a ojos de la dirección del centro islámico. «Cuando se detectan señales, hay que avisar», asegura la fuente. «Cuando se ve a un grupo con barba hablar en voz baja en la cafetería, hay que avisar. Esas cosas se ven. A la comunidad musulmana nos preocupa lo que pasa en la M-30».
Cuando la policía entró en acción el pasado verano, siete de los componentes de la brigada se encontraban ya en Siria y otros seis estaban listos para el viaje. Al menos la mitad de ellos se había desplazado a la zona de conflicto con su mujer y sus hijos, o estaban ya realizando los preparativos. El auto del juez Ruz detalla que uno de ellos, actualmente en Siria, había sido enviado como imán a la localidad de Yunquera de Henares (Guadalajara) «recomendado» por la mezquita de la M-30. Este es uno de los detalles más llamativos del auto. En una escuetísima explicación, Sami el Mushrawi, al frente del departamento de Cultura la mezquita de la M-30 asegura que ellos no enviaron al imán de la mezquita de Yunquera. «Cada mezquita es independiente. Nosotros tenemos nuestro imán, que vino de Arabia Saudí hace unos cuatro años».
En Yunquera de Henares hay efectivamente un pequeño local que sirve de mezquita a los apenas 30 musulmanes censados en el pueblo y sus familias. «Sí, este joven nos ayudó a dar clases de árabe y de Corán a nuestros hijos, pero en ningún modo era un imán, porque no tenemos dinero para pagarlo», recuerda uno de los miembros de la Asociación Musulmana de Yunquera. «Era un joven normal, simpático, que tenía una dolencia en el corazón. Pero viajó a Marruecos para terminar sus estudios y allí cambió. No volvió por aquí. Nos dijeron luego que se había ido a Siria».
El caso de la Brigada Al Andalus contradice el consenso de expertos y fuerzas de seguridad, que consideran que la idea de que las mezquitas se puedan utilizar como lugares para el adoctrinamiento ha caducado. «Todo cambió con el 11-M», sostiene Manuel Torres, profesor de la Universidad Pablo de Olavide y experto en terrorismo yihadista. «Las fuerzas de seguridad se obsesionaron con las mezquitas y ahora se han convertido en lugares hostiles para los radicales. La de la M-30 no es una mezquita wahabista, ni siquiera salafista. Es una mezquita que no ofrece un discurso ideológico; un lugar para socializar». «Podemos decir que no hay imanes oficiales que sean radicales salvo algún caso en Melilla y Cataluña», añade un fiscal de la Audiencia Nacional. «Las mezquitas o las asociaciones viven de ayudas sociales y no quieren problemas».
Los imanes son moderados, pero en sus discursos no afrontan el problema del terrorismo yihadista. Esa es la tónica general. Durante años, las fuerzas de seguridad examinaron cada mensaje de los imanes y no encontraron indicios de apoyo al yihadismo, pero tampoco alegatos contra los radicales. Algunos miembros destacados de la comunidad denuncian precisamente eso: que no haya un discurso ideológico en las mezquitas; la falta de atrevimiento de unos imanes incapaces de abordar de forma directa y decidida ante sus fieles el gran desafío que supone el magnetismo del islam radical y el reclutamiento de jóvenes combatientes para la comunidad a través de Youtube e Internet.
Mounir Benjelloun, presidente de la federación española de entidades religiosas islámicas (Feeri) cree que los imanes podrían ejercer una importante influencia, también entre los jóvenes, en una religión en la que se reza cinco veces al día. No son, piensa, el único factor, pero sí uno muy destacado. «Pueden influir mucho. Están en contacto permanente con los miembros de la comunidad». Benjelloun piensa que en España los imames deben «adecuar su mensaje al país donde vivimos». «Puede que sean buenos imanes en Marruecos o Arabia Saudí, pero no encajan en nuestra realidad», añade. Benjelloun pide al Gobierno que se implique en la formación de ministros de culto musulmán. «El fanatismo nace del vacío que tenemos en el tema de los imanes», añade.
Riay Tatary, al frente de la madrileña mezquita de Estrecho y presidente de la Unión de Comunidades Islámicas de España, destaca también la capacidad única que poseen los imanes para detectar comportamientos extraños entre sus fieles. «Aquí todos estamos en alerta. En cuanto vemos algo anormal, llamamos a los padres. Tenemos una relación muy fluida con las familias».
Va un poco más allá Moneir el Messery, antiguo imán de la mezquita de la M-30. «Los imanes no hablan de este problema, que afecta sobre todo a los jóvenes, y no afrontan la crítica al terrorismo», sostiene este egipcio nacionalizado español. El Messery dirigió la oración junto a la M-30 hasta el año 2009, cuando dimitió por causas que, todavía, no quiere detallar. Ahora ejerce de imán en la mezquita de Leganés.
Ni su sustitución ni la del anterior director de la mezquita de la M-30 fueron explicadas. Tampoco es una novedad entre las asociaciones religiosas, poco transparentes en sus decisiones ejecutivas. «El Messery practicó una política más abierta, permitió actividades en las que participaban mujeres, fue más combativo en el mensaje contra el terrorismo», dice el dirigente de una asociación cultural musulmana. «La dirección actual ha puesto más orden en la mezquita», sostiene, sin embargo, otro dirigente. «Aunque su actual imán no es un sabio».
«Los imanes tienen miedo a hablar del terrorismo», opina El Messery en un encuentro en su domicilio del madrileño barrio de San Fermín. «Pero tienen que responder a lo que está pasando. Tienen que hablar sobre qué dice el islam de la barbarie del Daesh [el Estado Islámico], de por qué hay matanzas de cristianos. Eso es algo que yo critico mucho. Siempre he combatido el terrorismo en mis discursos y he mantenido que si ves algo sospechoso, hay que denunciarlo».