RAMÓN PÉREZ-MAURA, ABC – 17/01/15
· Según Cebrián, el fanatismo y el odio de los asesinos de París lo engendra el obispo de Córdoba. Insuperable.
Mohamed Merah, el yihadista que en marzo de 2012 perpetró una matanza en un colegio judío de Toulouse, causó una conmoción en Francia. Y al poco se empezó a hablar de islamofobia. Después de los atentados del 11-M en Madrid, se habló con insistencia del peligro de islamofobia. Tras el atentado contra «Charlie Hebdo» y la tienda kosher de París existe una enorme preocupación por la posible propagación de la islamofobia. Pues a día de hoy yo sólo puedo constatar que existe judeofobia y cristofobia. Pero no islamofobia. Y no veo a ninguno de esos políticos bien pensantes, de Merkel a Hollande, hablar de esas fobias que de verdad deben de ser las que nos preocupen.
Todos conocemos infinidad de ejemplos a lo largo de la historia y hasta nuestros días de atentados contra comunidades judías por todo el mundo. Bastantes de los cuales acaban con muertos a los que se finiquita su vida por ser judíos. En la hora presente estamos viviendo un genocidio en Irak y Siria de comunidades cristianas. Se les está asesinando por no ser musulmanes. Se les mata en nombre de Alá. ¿Por qué nadie se atreve a hablar de cristofobia? ¿Porque no es políticamente correcto?
Como no paramos de mejorar, he leído el pasado jueves en «El País» la última aportación intelectual a este problema. La ha engendrado el académico Juan Luis Cebrián y no tiene desperdicio. Según podía leerse en el diario que pertenece a la sociedad que él preside, en un acto reivindicativo de las víctimas de los atentados contra «Charlie Hebdo», Cebrián hizo también un llamamiento al Gobierno español y a la jerarquía religiosa para que la mezquita de Córdoba no deje de llamarse mezquita como pretende la Iglesia. «Hay que reclamar más tolerancia, menos fanatismos religiosos. Que el obispado de Córdoba deje de agredir a los españoles de Al Andalus. Es una ofensa innecesaria. Actitudes como esa son las que abonan las actitudes del odio y el fundamentalismo». O sea, que el fanatismo y el odio de los asesinos de París lo engendra el obispo de Córdoba. Insuperable.
Claro que yo no sé con cuánta efectividad se puede defender la libertad de expresión, pilar básico de nuestro sistema de libertades, cuando se hace un acto como el que describía «El País», evocando las víctimas de la revista satírica y no se hace la más mínima mención a los cuatro judíos muertos en esas horas por un tercer terrorista aparentemente compinchado. Parece ser que hay muertos de primera y de segunda categoría. Y los judíos están en segunda clase. Como ellos sólo estaban haciendo la compra, su muerte es menos relevante que las de la revista.
El islam no es una religión orgánica. No tiene un jefe supremo que la encabece e interprete. Hay múltiples islames. Y entre esos practicantes del islam hay una minoría creciente que cree que el islam les obliga a promover el califato por todo el mundo y asesinar a los infieles. Y ellos descalifican a los otros musulmanes con la misma legitimidad que los musulmanes que no creen en el califato les descalifica a ellos: su interpretación del Corán. Y en nombre de su Dios y para imponernos la sharía a usted y a mí, matan a cristianos y judíos y a muchos musulmanes que consideran desviados de la verdadera fe. Hace muchísimos años, siglos en realidad, que se dejó de matar en el nombre de Cristo. Como los judíos pueden estar casi en guerra con los palestinos, una guerra territorial como casi todas a lo largo de la historia del hombre. Pero no matan a quien no se convierte a su religión. Es más. Es bien difícil poder ser admitido en la religión judía. Pero el buenismo obliga a hablar de fanatismos por igual en un lado y en otro. No cuenten conmigo.
RAMÓN PÉREZ-MAURA, ABC – 17/01/15