Islamofobias

ABC – 22/11/15 – JON JUARISTI

Jon Juaristi
Jon Juaristi

· La diferencia entre el yihadismo actual y la yihad de toda la vida reside en la tecnología, que hoy permite matar mucho más.

La primera vez que me trataron de islamófobo fue hace once años, en carta dirigida al director de este periódico, firmada por medio centenar de insignes lameculos del Instituto Cervantes devenidos insurgentes tras las elecciones del 14 de marzo de 2004. Yo permanecía al frente del mencionado organismo (pues seguía en funciones el último Gobierno de Aznar). Lo de islamófobo me lo había merecido por desmentir en ABC a Juan Goytisolo, que, desde Marruecos, afirmaba estar recibiendo noticias de violentas represalias en España contra los musulmanes por los recientísimos atentados de los trenes de Atocha.

Islamófobo era un término que todavía no estaba de moda. Lo utilizaban sólo unos cuantos cursis, casi todos emboscados en la cosa cultural cervantina. Poco después me lo aplicarían algunos morabitos españoles en sus blogs islámicos o islamistas, lo mismo da. Por ejemplo, un tal Abdennur Prado –colaborador de «El País» en esas fechas–, que me acusaba de estar justificando «el futuro genocidio de los musulmanes europeos». Menudo elemento, el Abdennur, que animaba el cotarro, aquellos días del zapaterismo flamante, hablando de la esclavitud a la que sometía la católica España a miles de inmigrantes musulmanes. Pertenecía a la banda de otro converso al islam con quien tuve el dudoso placer de compartir despacho en la universidad vasca y que repartía panfletos antisemitas entre los estudiantes abertzales. Nosotros, islamófobos.

Ellos, en cambio, cándidas palomas. No hablemos ya de los insultos que dedicaban usualmente a la Iglesia católica y al cristianismo en general camaradas de Abdennur como Abdelmumin Haya y Alí González. Incitar al odio contra judíos y cristianos era legítimo y estupendo, pero poner pegas al islam… ah, no, eso era fascismo, según Abdennur. Será en premio a tanta ecuanimidad por lo que le hicieron consultor de la ONU y nadie le impide seguir adoctrinando reclusos en centros penitenciarios españoles, gobierne quien gobierne.

· Sumisión: Es una religión de esclavos esclavizadores, no de hombres libres. El Corán lo deja claro.

Por supuesto, el islam no me entusiasma. Siento por él tanta simpatía como la que sus adeptos profesan al judaísmo y al cristianismo. La relación etimológica que algunos postulan entre las palabras árabes islam y salam («paz») constituye una parida rigurosamente falsa. Islam significa «sumisión». Es una religión de esclavos esclavizadores, no de hombres libres. Hay en el Corán muchos episodios que lo dejan claro, pero voy a limitarme a mencionar uno de ellos: aquel (Sura 18 o de la Caverna, 74-81) en el que el profeta preislámico alJidr o al-Jadir mata a un niño inocente, y, ante el estupor de Moisés, que presencia el asesinato, lo justifica afirmando que el niño estaba destinado a ser en el futuro un incrédulo que arrastraría a sus padres a la condenación eterna.

Es lógico que una religión que propala especies tan racionales sólo haya podido imponerse a base de masacrar pueblos. La única diferencia entre el terrorismo yihadista actual y el del siglo VII reside en la tecnología, que hoy permite matar mucho más. En cuanto a lo que verdaderamente dice el Corán, el propio Abdennur Prado sostiene que se trata de «un texto fluido, irreductible a un sentido unívoco».

Una «obra abierta», proclama el tío con todo el morro, citando a Umberto Eco. O sea, un texto que significará lo que Abdennur o el imán de turno decidan que signifique, según la circunstancia. Si toca Bush y política de cañonera, paz, disimulo y fraternidad multiculturalista; si toca Obama y blandenguería, como en estos últimos años, muerte al infiel. En fin, que tenemos que elegir. Sumisión o libertad. Islam o democracia. En este asunto no hay terceras vías.
 
ABC – 22/11/15 – JON JUARISTI