Pedro Chacón-El Correo

Ya no es solo La Vuelta a España la mediatizada por la escalada antiisraelí del Gobierno de Sánchez, apoyado por sus socios parlamentarios, incluidos los dos vascos. Lo que comenzó en la etapa de Bilbao con la excusa de la guerra de Gaza, que llevó al boicot declarado al equipo Israel Premier Tech el pasado día 3, fue solo el principio de los incidentes en distintas etapas que llevaron a que el conjunto israelí se quitara el nombre de su país de las camisetas y que la competición corriera serio riesgo de verse cancelada.

Pero es que ahora Bizkaia entera parece haberse convertido en epicentro del rechazo a Israel en España. En Bilbao hemos visto cómo la encargada de negocios israelí ha tenido que anular una charla, con comprensión incluida del alcalde a los saboteadores. Y jugadores de ajedrez israelíes se han retirado de un torneo en Sestao.

Qué habría sido de nosotros si ETA –y que me perdonen sus víctimas– hubiera actuado como Hamás, una variante del terrorismo yihadista que emplea sus mismos métodos, tal como demostró en su incursión en los kibutz del 7 de octubre de 2023, saldada con más de mil muertos en pocas horas. Un yihadismo similar fue el causante del atentado de los trenes de Atocha de 2004, con casi 200 muertos de una tacada, que utiliza a niños y enfermos como escudos humanos y al que no le importa inmolarse.

Pero aquí solo cuenta la aversión a lo israelí del nacionalismo vasco, primero con EH Bildu, que tenía la patente, y ahora también por el PNV, con unas insólitas declaraciones del lehendakari Pradales llamando a la CAF a que se piense su contrato en Jerusalén. Y eso que el grueso de la imagen internacional de lo vasco, tan trabajada por todos los gobiernos del PNV, depende de referentes judíos: el museo Guggenheim, de la Fundación Solomon Guggenheim; y el bombardeo de Gernika por los nazis, que gracias al cuadro de Picasso se equipara al holocausto. Y está la política en pro de los derechos humanos, tan cuidada también por el Gobierno vasco, que concede anualmente desde 2003 el premio René Cassin, por quien fue uno de los principales redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y Premio Nobel de la Paz en 1968, nacido en Bayona. El premio se instituyó por el entonces consejero de Justicia del Gobierno vasco, Joseba Azkarraga, que hoy preside la red Sare de apoyo a los presos de ETA. Pero René Cassin, además de eso y de ser impulsor de la Constitución francesa hoy vigente, que sitúa al francés como única lengua oficial en Francia, era, sobre todo, otra cosa: de estirpe judía y él mismo judío sionista, que presidió entre 1943 y su fallecimiento en 1976 la Alianza Israelita Universal y que fundó en 1946 el Consejo Consultivo de Organizaciones Judías, movimientos sionistas ambos, defensores de la existencia del Estado de Israel. Para que luego paguen el pato unos ciclistas.