Italia, de nuevo en el laberinto político

EL MUNDO 06/12/16
EDITORIAL

ES FÁCIL ahora calificar de error de principiante el cometido por Matteo Renzi con el fallido referéndum sobre su reforma constitucional. Porque la contundencia con la que ha ganado el no –casi el 60%, 19 puntos por encima del sí– refleja, antes que nada, el rechazo que el estilo bonapartista del primer ministro ha suscitado entre un pueblo con un temperamento tan anárquico como el italiano.

Renzi ha gestionado muy mal el intento de desprender al país de su ingobernabilidad crónica –recordemos que en los 70 años de República, Italia ha tenido 63 gobiernos–. Porque un programa de regeneración institucional tan ambicioso, que suponía modificar 43 artículos de la Constitución de 1948, exigía un amplio consenso político. Renzi demostró una gran soberbia al sacar adelante la reforma en las dos cámaras del Parlamento con toda la oposición en contra, convencido de que esa falta de mayoría cualificada no iba a ser impedimento porque arrasaría en el referéndum.

Actuó, en ese sentido, igual que como hizo, por ejemplo, el ex premier David Cameron con el Brexit: haciendo dejación de la responsabilidad que compete a la clase política para resolver los grandes problemas de la democracia, traspasándosela a la ciudadanía. Una insensatez. Y, una vez convocada la consulta, Renzi volvió a errar al convertirla en un plebiscito sobre sí mismo, como si lo que estuviera en juego fuera la aceptación de su Gobierno. Tantas veces había dejado entrever que dimitiría si perdía, que el domingo no le quedó otra que renunciar. Así lo hizo, pero el presidente de la República, Sergio Mattarella, le pidió ayer que congelara su renuncia hasta la aprobación de los presupuestos.

El caso es que el rechazo a la reforma constitucional y la dimisión de Renzi vuelven a sumir a Italia en la incertidumbre y la inestabilidad, algo muy preocupante para la Unión Europea. El resultado es especialmente amargo porque creemos que muchas de las iniciativas de regeneración institucional iban en la buena dirección. La reforma pretendía, por ejemplo, acabar con el actual bicameralismo perfecto. La Constitución plasmó este sistema recién acabada la Segunda Guerra Mundial, y todas las vacunas eran pocas para evitar caer jamás en un régimen autoritario como el fascista de Mussolini. Pero, siete décadas después, que las dos cámaras del Parlamento tengan las mismas funciones es una rémora para la gobernabilidad. También parecían positivas otras medidas como la recuperación estatal de algunas competencias en sectores como la energía, las infraestructuras o la protección civil, para acabar así con la enorme maraña legislativa italiana, que reduce mucho la competitividad y la eficiencia.

Pero, una vez más, el estilo de Renzi y, probablemente, la falta de pedagogía política, han hecho que el paquete de reformas constitucionales y la polémica nueva ley electoral, que prima extraordinariamente al partido vencedor, hayan sido percibidos por amplios sectores como un intento de Renzi de perpetuarse en el poder. La pirueta era tal vez demasiado grande: de la ingobernabilidad crónica al neocesarismo. El primer ministro ha acabado dando miedo y difícil lo tenía con toda la oposición en contra –desde la extrema derecha de la Liga Norte hasta el populismo izquierdista del Movimiento 5 Estrellas–, y con el rechazo también de una parte de su propio partido.

Por si fuera poco, a todos los errores ya citados de Renzi hay que sumar el de cálculo. Porque el referéndum ha coincidido con un momento de profundo descontento social por la crisis económica. Y ese factor ha sido determinante. Así, en las regiones con mayor desempleo, el no ha arrasado con el 65% de los votos. Y mientras que la mayoría de los pensionistas se ha decantado a favor de las reformas, movidos por la estabilidad, los jóvenes, especiales víctimas de la recesión, han votado masivamente por el no.

Por todo ello, no se puede decir que el resultado del referéndum sea un éxito del populismo. Sin embargo, las dos formaciones que más van a capitalizar lo ocurrido son la xenófoba Liga Norte y el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo, quien confía en que un adelanto electoral le acercará al poder. La derecha está deshecha en estos momentos como para rentabilizar la crisis del PD.

Las Bolsas apenas se hicieron eco ayer porque la derrota estaba descontada. Pero cabe esperar tiempos convulsos. No olvidemos que los bancos italianos están en la mira de Bruselas y que el país necesita acometer urgentes reformas tanto en el sistema financiero, para apuntalarlo, como en el productivo, por no hablar de los ajustes comprometidos. Un Gobierno tecnocrático de transición, una de las posibilidades que ahora se barajan, no tendría ni el respaldo ni la legitimidad para ello. Y apenas podría encargarse de otra cosa que de sacar adelante una necesaria ley electoral para ir a las urnas.

Los Veintiocho tiemblan ante la posibilidad de que lo ocurrido siga engordando el apoyo al populista Movimiento 5 Estrellas, que entre otras cosas ya ha amenazado con un referéndum sobre la permanencia de Italia en el club comunitario. Uno más de los muchos desafíos que zarandean a la UE. Incluso la buena noticia de que en Austria el candidato presidencial de la ultraderecha fuera derrotado tiene una lectura inquietante: que sumara el 47% de los votos. Con ese resultado, el fantasma del populismo antieuropeísta sigue tan presente en Austria como lo está ahora en Italia.