Juan Carlos Girauta-El Debate
  • La razón más añeja de que los términos izquierda y derecha no aludan a nada real en el campo político hay que buscarla en la objetiva afinidad de sus extremos, el nazismo y el comunismo

La yenka, sí. El eje izquierda-derecha no deja de ser una comodidad que exime de pensar mucho sobre lo real en la cosa pública. Ahorra tiempo al evocar, sin necesidad de explicaciones, una larga lista de sobreentendidos. Sin embargo, hace tiempo que tales sobreentendidos resultan ridículos, por caducos o por falsos. Desde que la referencia espacial empezó a utilizarse aludiendo al lugar que ocupaba cada cual en la Asamblea Nacional francesa, cuando la Revolución, han pasado casi dos siglos y medio. Hacia mitad de camino, Lenin tachará de «izquierdistas» a los más dogmáticos de entre los suyos. ¡Cómo serían! El título del libro que les señalaba lo dice todo: La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo. En efecto, veía inmadurez en aquellos «puros» que no estaban dispuestos a contaminarse con alianzas estratégicas.

Puede sorprender que el genocida comunista, el que ordenó asesinar a los Romanov, el traidor de guerra a Rusia, el espía alemán, el causante de hambrunas por requisa de grano, el sablista de su madre, el creador de la Cheka, la momia, aparezca aquí como intelectual que cuestiona la disciplina ciega a las consignas partidarias. No hay misterio: el uso de las instituciones democráticas o «burguesas» era instrumental, temporal, una vía para hacerse con el poder y no dejarlo nunca. O sea, el totalitarismo finisecular saliendo de las tertulias para jugar en el mundo real. Tonto no era. Lo de llamar «miembros de la mayoría» (bolcheviques) a los miembros de la minoría que le apoyaron durante ciertas cuitas internas en su partido, y «miembros de la minoría» (mencheviques) a los miembros de la mayoría fue una genialidad que decantó la percepción de la realidad y, pronto, la realidad misma.

Mussolini fue un notable miembro del Partido Socialista, director de su órgano oficial Avanti!. Defendió las tesis marxistas de forma explícita y tenaz. Lo expulsarían del partido por razones no ideológicas: defendió la entrada de Italia en la Gran Guerra. O sea, el fascismo viene del rebote de un socialista que mantuvo su credo anticapitalista, condimentado con una buena dosis de nacionalismo. Ojo con los rebotados. La razón más añeja de que los términos izquierda y derecha no aludan a nada real en el campo político hay que buscarla en la objetiva afinidad de sus extremos, el nazismo y el comunismo. Lo único que ha excluido esta evidencia del conocimiento convencional, siempre falto de cultura, es la ocupación nazi de Rusia, una traición al pacto germano-soviético de agosto de 1939, cuando dos totalitarismos genocidas se repartieron zonas de influencia en Europa del Este, y países enteros como Polonia y Finlandia.

Demasiados sobreentendidos fallidos para que izquierda y derecha signifiquen algo a estas alturas: hoy, en España, la izquierda reivindica (y logra) los privilegios de ciertos territorios, más una macedonia de reglas morales sobre la vida privada de la gente. Urge que alguien escriba, desde el marxismo residual, una obra cuyo título propongo: La enfermedad infantil del wokismo en el izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo.