LIBERTAD DIGITAL 18/06/16
JESÚS LAÍNZ
Bien claro lo han dejado los socialdemócratas: la culpa de lo de Orlando es del heteropatriarcado homófobo, o de la homofobia heteropatriarcal, o como se diga. Apenas cursi. Pero el asunto no termina ahí, pues estamos hablando de USA, nada menos que el paraíso reaccionario de las armas de fuego. Todo encaja: han sido los fachas. Y TVE, apresurándose a confirmarlo mediante la ilustración de la noticia con una viñeta en la que aparecía un hombre apuntando a un homosexual con un fusil en forma de cruz.
El hecho de que el criminal sea un musulmán de origen afgano y de que lo haya reivindicado el Estado Islámico no es relevante. El esquema progre es el que es, y cuando la realidad no encaja en él es porque la realidad se equivoca. En eso consiste la izquierda.
Pero vayamos por partes. Para empezar, nadie mejor que Marx y Engels, heteropatriarcas socialdemócratas por excelencia. Pues tanto el uno como el otro concebían que la homosexualidad era una degeneración producto de la sociedad capitalista que habría de ser sanada con la llegada del socialismo. El primero, tras la lectura del libro Sobre la libertad de conciencia, calificó al autor, Karl Boruttau, de «maricón estúpido». Y el segundo dedicó a la homosexualidad epítetos como «abominable», «despreciable», «degradante» y «extremadamente contra natura».
Sus discípulos tomaron buena nota. Stalin, por ejemplo, premió la homosexualidad con varios años de vacaciones en Siberia (art. 121 del Código Penal). La doctrina oficial soviética sobre la homosexualidad consistió en considerarla contrarrevolucionaria y producto de la decadencia capitalista. No sólo eso, sino que se la vinculó de manera muy especial con el fascismo. Wilhelm Reich relacionó la homosexualidad con el sadismo característico de los fascistas, mientras que Máximo Gorky, en un artículo titulado «Humanismo proletario», explicó que la Unión Soviética estaba obligada a perseguir a los homosexuales para proteger a la juventud de su influencia corruptora. Y propuso esta medida: «Exterminemos a todos los homosexuales y el fascismo desaparecerá». Por otro lado, la propaganda soviética de la época, tanto con palabras como con imágenes, denunció a menudo el afeminamiento de los nazis. Y sus camaradas del Partido Socialdemócrata Alemán solieron referirse al partido de Hitler como la «Hermandad de Mariquitas de la Casa Parda». La verdad es que Röhm y compañía se lo pusieron en bandeja.
Si así estuvieron las cosas de la homosexualidad en la URSS hasta su despenalización por Yeltsin en 1993, los izquierdistas de otros países no se quedaron atrás. En Francia, por ejemplo, Daniel Guérin, dirigente comunista considerado hoy el padre del movimiento homosexualista francés, escribió en 1955 que, al denunciar la opresión sufrida por los homosexuales en su país, sabía que las críticas más «feroces» iban a proceder de «ambientes marxistas». Y veinte años más tarde denunciaría la homofobia dominante en la izquierda de la segunda mitad del siglo XX: «No hace tantos años que declararse revolucionario y homosexual eran cosas incompatibles».
Por lo que se refiere a la Cuba del socialdemócrata Fidel Castro, bastaría con recordar las palabras de Reinaldo Arenas sobre el hecho de que, poco después de la revolución, «comenzó la persecución [a los homosexuales] y se abrieron campos de concentración». Lo supo por experiencia propia.
Precisamente de Cuba regresó el oscarizado fotógrafo Néstor Almendros, previamente emigrado a la isla antillana junto con su familia, distinguida por su militancia izquierdista. En la biografía que puede encontrarse en internet se cuenta que, opuesto al nuevo régimen comunista, se marchó a París. Pero en medio hay una escala que se oculta sospechosamente. Instalado en la Barcelona franquista de 1962, conoció los locales de ambiente homosexual que frecuentaban Jaime Gil de Biedma y Terenci Moix. En su autobiografía Extraño en el paraíso, este último recordó una trifulca entre Almendros y Biedma, que le llamó «gusano» por haber abandonado el paraíso castrista.
–Coge a todas estas locas y llévatelas a Cuba –respondió Almendros señalando a los danzantes enfundados en marabúes–. ¿Crees que te dejarán montar una bacanal como ésta? Al primer plumazo os meten a todos en un campo de regeneración.
–Eso es lo que diría cualquier burgués indocumentado –gritó Biedma–. Nunca pensé que el hijo de una familia que se ha caracterizado por su lucha en favor de la libertad acabaría convertido en un fascista.
Concluyó Moix explicando que aquel trato fue «el mismo que recibió de cuantos intelectuales izquierdistas intentó frecuentar en Barcelona. No se ha contado suficientemente que, si Néstor no se quedó entonces, fue debido al desprecio de la progresía local«.
Ironías de la vida, algún tiempo después el Partido Comunista denegaría la afiliación al fervoroso Biedma por homosexual.
Han pasado algunos años y, dado que el capitalismo se ha demostrado mucho más capaz que el fracasado socialismo de facilitar una vida digna a la mayoría de la gente, la izquierda ha tenido que hacer hincapié en otras causas para poder seguir existiendo: el odio a Occidente, especialmente al cristianismo, la yanquifobia, la islamofilia, la negación de la nación española, la amistad con cualquier separatismo, el apoyo ilimitado a la inmigración, la defensa del derecho a la vida de los toros, la negación del derecho a la vida de los humanos, la ideología de género o la nueva corrección política homosexualista (que no es lo mismo que la homosexualidad).
Cada uno que opine y defienda lo que le dé la gana. Pero antes de tirar la primera piedra a los heteropatriarcales…