Rebeca Argudo-ABC
- Como los gamusinos, los unicornios o el silencio en el vagón silencio, nunca acaba de aparecer
Lo peor de todo (TODO) lo que ocurre con el caso Sánchez no es el daño que hace a la ciudadanía, al Estado de derecho y a las instituciones democráticas (por no hablar directamente de nuestros bolsillos: acabo de pagar la renta y la trimestral y no me quito de encima la sucia sensación de estar invitando a ‘sobrinas’ a medio Gobierno). Lo peor es el daño que le hace a la izquierda. A la verdadera. Los izquierdaverdaderistas, esa élite moral, lo saben y por eso ahora (AHORA) le piden al presidente que, de estimarlo oportuno, se aparte un chin. Que no siga horadando la virtud excelsa de una ideología impecable con sus cositas de derechas. Si algo tiene la izquierda, déjenme que les ilumine un poco, es que es (ES) todo lo bueno. Y todo lo bueno, por elemental acción de la lógica, tiene siempre enfrente a todo lo malo. Por eso lo mejor de lo bueno, de lo genuina y elevadamente bueno, es que jamás puede ser malo. Por puritita definición. Eso lo sabe todo izquierdaverdaderista que se precie y lo sabe todo abajofirmante profesional, que viene a ser lo mismo: de Ismael Serrano a Rozalén, pasando por García Montero y Elvira Lindo. Sin olvidar a Ana Belén que, contrita y como persona de izquierdas (o sea, acreditadamente buena), asiste «con bastante tristeza» (ni mucha ni poca, la justa), levemente contrariada, al ligero percance que supone que «una gente en la que ese partido ha confiado tanto» haya salido rana. Eso es que no eran de izquierdas, bien lo sabe Ana Belén y toda gente de bien. Por eso hay que evitar, también lo dice la eminente izquierdaverdaderista, que «eso» (la nimiedad de organización criminal, comisiones ilegales, corruptelas varias, prevaricación, tráfico de influencias, cohecho, blanqueo de capitales, adjudicaciones fraudulentas, revelación de secretos, apropiación indebida…) enturbie las buenas cosas que se han hecho y se siguen haciendo (supongo que ser refiere a los puntos violeta y la actuación de Jimena Amarillo por la muerte de Franco).¿O acaso vamos a dejar que esta bagatela nos distraiga de lo verdaderamente importante, que es ser de izquierdas? ¿Vamos a permitir que «esto» dé aire a la extrema derecha y a la derecha extrema?
A mí, que Ana Belén (o Serrano, o Viyuela) asimilen la virtud moral con ser de izquierdas, me puede parecer más o menos chistoso, por cuanto contiene de deshonesto intelectualmente. Al fin y al cabo, no tengo que relacionarme con ellos más allá de su obra (o ni eso) y cada uno articula sus particulares placebos para hacerse trampas al solitario y elevarse moralmente frente al otro. Pero que determinados intelectuales (dizque la élite intelectual, uh-uh) se instalen, muy serios, en ese discurso sí me parece pernicioso. Porque lo verdaderamente grave de todo esto es que haya ocurrido, independientemente de la ideología del entramado. Y, lo que están consiguiendo los izquierdaverdaderistas es que ya resulte ridícula su invocación de esa izquierda verdadera y proba que nunca acaba de aparecer. Como los gamusinos, los unicornios o el silencio en el vagón silencio.