Zapatero destinará 8.000 millones para los ayuntamientos. Es curioso que en un Estado llamado de las autonomías, las únicas administraciones implicadas sean el Gobierno central y los ayuntamientos. El Gobierno tiene capacidad normativa sobre los impuestos, pero la capacidad de gasto está en manos de entes que reclaman poder y dinero sin contraprestación de responsabilidad.
El presidente Zapatero recogió ayer la petición hecha de víspera por el comisario Almunia para coordinar los esfuerzos fiscales de los países miembros de la UE. Se trata, dijo el comisario, de convertir en virtuoso el círculo vicioso que se inicia con la desconfianza, sigue con la falta de crédito, la caída de la inversión y el aumento del paro, caída de la demanda y aumento de las desconfianzas. Un círculo perverso que genera la incertidumbre y vuelta a empezar.
Zapatero ha estado rápido al proponer unas medidas razonables: reducciones fiscales y ayudas a familias y empresas; medidas de reactivación y de fomento del empleo; medidas extraordinarias de apoyo al sistema financiero y de modernización de nuestro modelo productivo. Su melancólico vicepresidente segundo ve con buenos ojos la propuesta europea, aunque reiteró que en España el margen para nuevas rebajas de impuestos es reducido. Ya nos gastamos los 400 euros para nada.
El presidente dijo ayer en el Congreso: «Estamos en la antesala de lo que puede ser la primera recesión global desde la Segunda Guerra Mundial». Progresa adecuadamente. Ya ha terminado de bajarse de la Champions, piensa uno al ver que en menos de tres meses ha pasado de la desaceleración a la recesión global. Luego, sólo queda esa congoja que producen muchas de las afirmaciones apodícticas de Zapatero, especialmente cada vez que habla de historia.
No se sabe bien por qué coloca el mojón en la II Guerra Mundial, pero después, en la década de los años 70 del siglo pasado, vivimos una recesión global conocida como la crisis del petróleo. Por otra parte, la recesión anterior a ésta no se produce durante la Guerra, como parece deducirse de su afirmación, sino a partir de la crisis de 1929. Es lo que se conoce como la Gran Depresión. Esta empieza a ser afrontada mediante el New Deal a partir de la llegada de Roosevelt a la Casa Blanca, en 1933. La II Guerra Mundial fue, en realidad, el elemento que acabó de superar la crisis gracias al alto coeficiente multiplicador de la economía que tiene la industria del armamento. Es triste, pero es así la vida.
Hay en las medidas propuestas por Zapatero algo del espíritu con el que Keynes abogaba por el aumento del gasto con su famosa y sólo aparente boutade: para abrir zanjas. ¿Con qué objeto? Con el de volverlas a cerrar. Ningún lector suspicaz debe hacer metalecturas que identifiquen las zanjas de John Maynard Keynes con las fosas de Baltasar Garzón. Se trataba solamente de cebar la bomba del consumo para hacer posible la expansión de la demanda.
No puede decirse que la comparecencia del presidente sea inoportuna, ni que las medidas sean inadecuadas. A este espíritu obedece el fondo de inversión de 8.000 millones para los ayuntamientos. Es curioso, sin embargo, que en un Estado llamado de las autonomías, las únicas administraciones implicadas sean el Gobierno central y los ayuntamientos. El Gobierno tiene capacidad normativa sobre los impuestos, pero la capacidad de gasto está en manos de entes que reclaman poder y dinero sin contraprestación de responsabilidad.
Las autonomías son el portero del convento: «Dice el padre prior que bajéis a cavar el huerto. Ha dicho el buen padre prior que subamos al refectorio, que es la hora de almorzar». Es una lástima que los 300.000 puestos de trabajo que piensa crear con estas medidas el presidente del Gobierno ya los hemos destruido entre el mes de octubre y lo que llevamos de noviembre. Es como enfrentarse al círculo vicioso con una estampa de la madre Maravillas y una jaculatoria.
Santiago González, EL MUNDO, 28/11/2008