José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- El presidente de Aragón se sabe en minoría en el PSOE, dice ser lealmente crítico con el Gobierno y el partido, reclama responsabilidades al PP, se manifiesta en contra de las reformas penales y cree que el ‘procés’ no ha acabado
Javier Lambán Montañés (Egea de los Caballeros. 1957), presidente de la Diputación General de Aragón desde 2015, es un tipo estoico y familiar. Asume la contrariedad, grande o pequeña, con una serenidad llamativa. Hace poco más de dos años sintió un dolor abdominal que él creyó podía ser una inflamación del apéndice. El diagnóstico fue peor: un cáncer de colón del que informó públicamente. No dejó de ejercer sus responsabilidades como presidente del Gobierno aragonés ni un solo día, a pesar de que la enfermedad oncológica, que exigió una cirugía abierta, se combina con una diabetes que le exige inyectarse insulina cuatro veces al día.
La enfermedad, aduce, le ha ayudado a «separar el grano de la paja y a no confundir valor y precio y a disponer de una perspectiva diferente»
No ha ocultado sus enfermedades «por transparencia» y asegura que se encuentra con disposición y ánimo —y con plena capacidad— para seguir en el cargo, ganar las elecciones autonómicas del próximo 28 de mayo y, si no tiene mayoría absoluta —nunca la ha habido en Aragón— manejar una coalición como ha venido haciendo hasta ahora en las dos anteriores legislaturas: con Podemos, con la Chunta Aragonesista y con el Partido Aragonés (PAR). La enfermedad, aduce, le ha ayudado a «separar el grano de la paja y a no confundir valor y precio y a disponer de una perspectiva diferente». Apela a Epicuro, con el que se identifica, porque «la muerte no nos debe preocupar: mientras estás vivo la muerte no existe y cuando estás muerto ya no eres consciente de lo que te ocurre». Por eso afronta la vida «sin miedo».
Político, amante de Cataluña y doctor en Historia
«Hice el bachiller en mi pueblo, luego me fui a estudiar Historia a Zaragoza, en la facultad de Filosofía, pero más tarde me desplacé a Barcelona y allí hice el cuarto y quinto curso y me licencié». Esa formación histórica exuda en todo su discurso, casi podría decirse que sus conocimientos le sirven de método de análisis. Se explica bien porque fue docente y, no sin esfuerzo, culminó su tesis doctoral en 2014 lo que, dice, fue «una de mis grandes satisfacciones». Título de la tesis: La reforma agraria durante la II República en Aragón.
Sorprende el dato académico: estos no son tiempos en los que los políticos sean doctores en materia alguna. Y sorprende más aún que haya dado clases de latín y griego clásicos. No solo: «Leo simultáneamente una novela y un libro de historia» al tiempo que augura que publicará la tesis —»y otras cosas»— más adelante, «cuando me jubile». De momento, asegura, la visión del futuro del país, de España, tendría «que estar impregnada de una visión histórica».
¿Por qué se fue a Barcelona? «Por un ejercicio de catalanofilia», responde contundente, sin dudas. Me relata cómo le gustan los cantautores catalanes, cómo a sus veinte años (1977) «votaba para que las clases fueran en catalán y me involucré en la sociedad catalana». Recuerda con cierta nostalgia su participación en manifestaciones que reclamaban «libertad, amnistía y estatuto de autonomía». Explica que Barcelona es «mi tercera ciudad» y por eso todo lo que ha ocurrido después le «ha desalentado y desazonado especialmente». Y subraya: «Soy antiindependentista a fuer de catalanófilo». Es sincero cuando se duele de que su imagen en Cataluña no es la real: «Quiero y siento a Cataluña como debe sentirla y conocerla un aragonés en su historia», y añade «que cuando mejor le vaya a Cataluña, mejor le irá a Aragón a pesar de las trifulcas de estos últimos años».
Socialista con una visión de España
Su carrera política empieza en 1983, como concejal independiente de su pueblo, pero se afilió dos meses después al PSOE. Y puntualiza que este año hará 40 años que pertenece al Partido Socialista. En su casa se oía Radio España Independiente (La Pirenaica), del PCE, y su padre y su abuelo eran rendidos admiradores de Indalecio Prieto, al que Javier Lambán elogia y al que califica de «personalidad fascinante, un político nada orgánico, un bon vivant, gran parlamentario, uno de los grandes personajes del siglo XX, aunque ensombrecido por Manuel Azaña».
El presidente, en este punto, hace un flashback: su primera militancia no fue socialista, sino anarcosindicalista. «Yo pertenecí —me dice— a la CNT y el 30 de enero de 1977 fui detenido en Barcelona en un intento de refundación de la Federación Anarquista Ibérica (FAI). Y en ese mismo año, en el primer mitin de Felipe González en Zaragoza, unos cuantos colegas y yo fuimos a la plaza de toros a reventarlo y salimos convertidos en felipistas». Ahora dice que la socialdemocracia «cada día se afianza más en mí, pero siempre ha estado recorrida por una cierta veta libertaria».
No olvida señalar una característica de su comunidad: nunca ha habido mayorías absolutas en Aragón
Le digo que Aragón es nuestro Ohio en la medida en que los resultados de su comunidad son tradicionalmente extrapolables al conjunto nacional. No parece asumir esa ecuación, pero sí sostiene que «los aragoneses somos una comunidad milenaria, plenamente integrada en España como Estado y como nación. La vecindad de vascos y catalanes a oeste y este nos hace particularmente sensibles a lo que significa el nacionalismo como elemento insolidario, disgregador, divisivo». Pero no olvida señalar una característica de su comunidad: nunca ha habido mayorías absolutas en Aragón, sino lo que él denomina «gobiernos de acuerdo» y eso «nos da una visión de lo que tiene que ser una política de futuro que deberíamos transmitir como una manera de entender la política y la pertenencia a una comunidad y a España. Aquí nos sentimos igualmente aragoneses que españoles». El presidente subraya que es más referencial esta característica de Aragón que la de ser un termómetro electoral general.
Gobernar con un Podemos distinto
Lambán explica su experiencia: entre 2015 y 2019 gobernó en minoría con la Chunta y, entre 2019 y 2023, con un cuatripartito en el que el PAR le ha dado «un carácter de moderación al Gobierno de acuerdo conmigo que uno de izquierda en solitario jamás podrá tener». Le interrogo sobre cómo ha logrado gobernar con Podemos y no tener conflictos en la coalición. Respuesta sorprendente: «Podemos es un partido multiforme. No hay un Podemos, hay muchos Podemos y no es lo mismo ese partido en el Gobierno de España que en una comunidad o en un ayuntamiento. El Podemos aragonés —continua— es razonablemente moderado; la inmersión institucional le ha hecho madurar con una rapidez inusitada y así, como socio de gobierno, ha sido leal y hemos aparcado las cuestiones en las que no estamos de acuerdo». Dice que la parte «de izquierdas» de su Ejecutivo «ha podido sacar de su fondo más conservador al PAR y a su vez los regionalistas han moderado a Podemos».
Lealtad crítica a Sánchez
Le recuerdo que él es crítico con el Gobierno de coalición que preside Pedro Sánchez. Endurece levemente el gesto y responde: «Quiero dejar claro, como declaración de principios, que yo supedito todo a mi condición de presidente de Aragón y partir de ahí trato de relacionarme de una manera totalmente leal tanto con el Gobierno de España como con la dirección de mi partido». Pero, inmediatamente, matiza: «Cuando observo políticas que no son convenientes para Aragón, las combato y las rebato, las recurro en los tribunales y hago lo que tengo que hacer, aunque eso a veces me ha generado algún contratiempo, pero he dejado claro que yo no soy el delegado del Gobierno en Aragón, sino su presidente. Soy leal al secretario general, elegido legítimamente porque ha ganado las primarias y dos congresos, pero yo nunca me he supeditado ni he entendido que la militancia a un partido sea equiparable al ejercicio de la milicia. Ha de preservarse un espacio para la libertad de expresión. La militancia impone unos límites, pero más allá de los criterios de las mayorías, uno tiene que expresarse en lo que cree, primero por respeto a sí mismo, después porque el PSOE debe ser un ámbito de libertad de expresión y, por último, porque se lo debo a los ciudadanos aragoneses».
Lambán, no obstante, y pese a las discrepancias con el Gobierno, piensa que muchas de las políticas de Sánchez la sociedad las valora bien, como las económicas, las sociales y su ejecutoria, a veces brillante, en política exterior: «Aunque otra cosa es que sus socios de Podemos ensombrezcan la política exterior española con esas connivencias latinoamericanas que me resultan bastante difíciles de entender».
«La prevalencia de la razón en la política es incompatible con lo que significan los nacionalismos»
Su discrepancia es abierta en relación con la política «que se hace en Cataluña, con la política territorial. En realidad, es algo que se viene arrastrando desde hace años. Tenemos una Constitución magnífica, una concepción de nación política envidiable, algo que nunca hemos hecho mejor los españoles, pues bien, todo eso empezó a saltar por los aires con la pérdida de las mayorías absolutas que dio a los nacionalistas una importancia desmesurada».
Es igualmente crítico con el segundo Estatuto de autonomía de «Maragall, que desequilibró la situación y desató unas inercias que, a la larga, han resultado desastrosas. Es un error histórico del Partido Popular el recurso al Constitucional del Estatuto. Aquí el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Todos somos culpables de la situación». Critica a Rajoy por su «inacción en Cataluña» y recuerda cómo el PSOE se tensionó al máximo en el Comité Federal de octubre de 2016 y en las primarias sobre un asunto de fondo sobre el que «no hemos meditado bastante: cuáles eran las líneas rojas, o sea, hasta dónde el PSOE podía establecer pactos. Pero es que somos prisioneros de una visión que se acuñó en la clandestinidad y en la transición que considera que la izquierda era compañera de viaje de los nacionalistas y de los independentistas».
¿Y no lo son?, le pregunto: «No somos compañeros de viaje en absoluto. Creo que un socialdemócrata liberal está en las antípodas de un nacionalista, de un independentista. Las ideas de respeto a la Constitución, de libertad, de igualdad, la prevalencia de la razón en la política es incompatible con lo que significan los nacionalismos, pero lo cierto es que los procesos centrifugadores gozan de buena prensa, lo cual es un error mayúsculo».
España, temor a un proyecto fallido
Relata cómo él y otros se oponían a los pactos con los nacionalistas e independentistas y «sin embargo, Sánchez defendía lo contrario«. Dice sentirse orgulloso de lo que hizo el PSOE absteniéndose en la investidura de Rajoy para evitar unas terceras elecciones. Pero luego arrasó Sánchez y es consecuente con lo que creía que debía hacer. Y eso «ha hecho que yo y otros estemos en el partido en una situación de minoría».
¿Hay tensión en el PSOE? Lambán no tiene reserva en contestar que las bases del partido están mayoritariamente con Pedro Sánchez. Y en Aragón, «en gran medida, también, aunque quizás menos porque aquí hay una conciencia particular del hecho catalán y de lo que significa». Dice, con gravedad, que «en algún momento nos tendremos que plantear qué hacemos con este país. La falta de entendimiento entre el Partido Socialista y el Popular está propiciando un deterioro de las instituciones, como dijo el Rey en su discurso, que pone en riesgo el proyecto de España como país. España puede ser un proyecto fallido si no nos tomamos en serio lo que está pasando. España ya no existe en el País Vasco y va por ese camino en Cataluña por una dinámica que no se le puede imputar a Pedro Sánchez, porque viene de años atrás».
Contra la reforma penal
El presidente aragonés, casi sin necesidad de preguntarle, asegura terminante, que está «absolutamente en contra de las reformas del Código Penal«. Afirma que contra la corrupción se lucha con las leyes. «La principal discrepancia con mi secretario general —dice— es que no se está acabando con el procés. No hay algaradas, ni incendios, ni asaltos y ha merecido la pena la modificación de los delitos y la mesa de diálogo. Pero si se mira diacrónicamente, es decir, a largo plazo, ese apaciguamiento no se compadece con la verdad porque ha podido bajar el suflé —aunque yo creo que lo bajó el 155 que debió ser más riguroso—, pero ese apaciguamiento siempre se salda con la concesión de ventajas a los nacionalistas. En un diálogo entre un partido nacional y otro nacionalista, acaba ganando siempre el segundo, que va dando pasos en el proceso de desconexión».
Acercamiento PSOE y PP
Por esa razón, Lambán pide «tiempo muerto al PSOE y PP, que se sienten para ver qué hacemos con este país y buscar fórmulas para evitar que los extremos y los populistas marquen la gobernabilidad de España», porque teme que nuestro país «sea un proyecto fallido». Lambán es severo con el PP porque asegura que no puede limitarse a pensar solo a cómo ganar a Sánchez las elecciones. «Este país debería llegar a 2036, cuando se cumplirá un siglo del inicio de la Guerra Civil, con una serie de cuestiones definitivamente resueltas», y se refiere a la memoria histórica —la dignidad de las víctimas republicanas—, para aclarar qué ha pasado con los más de trescientos atentados de ETA cuya autoría se desconoce, reconocer plenamente a las víctimas y ver por dónde hace aguas el sistema para ponerle remedio». 1936, dice, «fue el inicio de una catástrofe, la Transición y la Constitución fueron el remedio de esa catástrofe» pero asegura que «hay que parar el proceso destituyente, los intentos de Estado confederal y la voladura de la separación de poderes».
La emergencia económica de Aragón
Se le observa muy contrariado por el fiasco de la candidatura de Aragón y Cataluña en los Juegos de Invierno de 2030, que atribuye a la falta de ecuanimidad del Comité Olímpico Español y al abuso de posición de la Generalitat de Cataluña, pero se muestra satisfecho de que la comunidad haya recuperado el PIB anterior a la pandemia la primera de todas, que el aeropuerto de Zaragoza sea el primero de carga en España, que el de Teruel sea un referente en las reparaciones aeronáuticas, que la región presenten cifras de desempleo muy reducidas, que Zaragoza se haya convertido en una plataforma logística para Amazon e Inditex, que la comunidad sea vanguardista en la tecnología digital y en la automoción, que se esté configurando una red industrial puntera «diversificada y potente», que haya un plan energético eólico que permitirá que Aragón sea autosuficiente y no quede colonizado enviando a otras zonas su producción energética y subraya la importancia y las carencias de la sanidad pública («no tenemos médicos suficientes»): en 2024 se abrirán dos nuevos hospitales.
Nos vamos despidiendo. Le pregunto por Ignacio Urquizu, alcalde de Alcañiz, al que elogia y que podría ser la «esperanza blanca» del socialismo aragonés. «Yo rápidamente le capté porque la dirección del partido decidió no contar con él». El lunes participará en la presentación en Zaragoza del libro de Ignacio Varela (Por el cambio) y el miércoles espera en la capital maña a Felipe González para reflexionar sobre la plaga de incendios forestales con todos los consejeros competentes en el tema de las comunidades vecinas de Aragón, «porque el fuego no conoce fronteras». Y es que a Javier Lambán, las fronteras no le terminan de gustar. Ninguna.