La noche que bloqueé el Poder Judicial cené pizza con piña, así que la democracia española ni siquiera fue la principal damnificada de la jornada. A Manuel Marchena le descabalgué de la presidencia del CGPJ, a Ignacio Cosidó le hundí la carrera política y a Pedro Sánchez le detuve antes de ponerle la correa a un Poder Judicial de Pomerania que espantara a ladridos los recursos del PP como si fueran ardillas de ultraderecha.
Pero a quien ofendí de verdad esa noche es a los napolitanos. Con esos sí que no tuve piedad y desde esta columna aprovecho para suplicar su perdón.
En realidad, la culpa no fue mía, sino de Teodoro García Egea. Un hombre que en 2018 se conducía por la sede del PP con la sutileza de un panzer recolectando melones a cañonazos. Teodoro había escrito ese día una arenga presumiendo del pacto al que el PP había llegado con el PSOE para el reparto de los vocales del CGPJ. Y esa arenga fue reenviada por Ignacio Cosidó al chat de los senadores del partido.
«Controlando la Sala Segunda desde detrás» decía Egea en su arenga (en referencia a la Sala de lo Penal del Supremo, la que iba a juzgar a los líderes del procés).
Es decir, traducido: «Vamos a emplumar al gordo Junqueras y dejarle sin postre aunque el control del Poder Judicial pase ahora al PSOE».
[«Controlando la Sala Segunda desde detrás»: el ‘whatsapp’ de Cosidó justificando el pacto con el PSOE en el CGPJ]
Es muy probable que por los chats del PSOE circularan ese día proclamas similares, pero los socialistas tuvieron más suerte y el pantallazo que llegó a mis manos fue el del chat del PP. Así de injusta se escribe la historia. Sobre todo teniendo en cuenta que el mensaje ha pasado a los anales como «el whatsapp de Cosidó» cuando este sólo fue el intermediario de un texto escrito por el panzer murciano.
En realidad, ni siquiera hizo falta que fracasara el pacto entre PP y PSOE (que habría dado como resultado un Poder Judicial más amable con los líderes del golpe de Estado de 2017) porque ese Supremo tan supuestamente conservador aguó la condena de los golpistas atribuyendo su alzamiento a «una ensoñación», que en la ciencia jurídica moderna es como se llama a la fase de crisálida de los golpes de Estado.
En cuanto al postre de Junqueras, sigan leyendo.
Sólo un mes antes del whatsapp de Cosidó, un trabajador de Lledoners, la prisión donde el líder de ERC holgazaneaba a la espera de su juicio en el Tribunal Supremo, me había invitado a desayunar jamón extremeño, tinto pendenciero y pan cortado, o más bien amputado, a tajos. Los carceleros son gente ruda y este en concreto estaba hasta las narices de los altos funcionarios al mando de la prisión.
Esa mañana, en casa de ese funcionario, fui informado, entre otros detalles interesantes, de los métodos usados por algunos trabajadores de Lledoners para pasar de contrabando los postres preferidos de Oriol Junqueras.
Esto parece una invención de Ramón del Valle-Inclán, pero es real.
Por desgracia para el anecdotario, el método utilizado en Lledoners para pasar postres de contrabando era más mundano que el empleado por los carteles de la droga colombianos. Quizá para no acabar convirtiendo el tiramisú en un cannoli siciliano, algo que le habría arruinado la mise en place al sibarita de ERC.
Pero también es cierto que llegar, los postres llegaban a su destino, que era la panza de Junqueras. Y eso era lo importante en Cataluña en aquel momento.
Y si la democracia española ni siquiera es capaz de evitar el trapicheo de bollitos con nata en sus prisiones, ¿qué responsabilidad tengo yo de haber paralizado la renovación del Poder Judicial durante cuatro años? ¿Eh?
Pero volviendo a la noche de autos, la del whatsapp de Cosidó.
Ese sábado yo acababa de llegar de mis vacaciones en Salónica y contaba las horas que faltaban para reincorporarme a EL ESPAÑOL. Había quedado con unos amigos para comer, pero la velada se había alargado hasta las 23:00, que fue cuando mi fuente me envió el whatsapp de Cosidó acompañado del mensaje «quizá te interese».
Y ahí se jodió el Perú.
«¿Recuerdas cuando salvamos España de las hordas comunistas?» nos decimos todavía hoy mi fuente y yo cuando quedamos para desayunar en alguna cafetería obscenamente cara del barrio de Salamanca. Lo decimos medio en broma, medio en serio. ¿Se imaginan lo que sería España hoy con los jueces en manos de Sánchez?
Me gustaría decirles que el olfato felino de este periodista que les escribe intuyó a simple vista la trascendencia de ese pantallazo (si has de escoger entre la realidad y la leyenda, imprime la leyenda, como enseñaba El hombre que mató a Liberty Valance).
Pero lo cierto es que a esa hora yo ya había perdido de vista los asuntos que copan todas las conversaciones en el metro de Madrid. Así que archivé el mensaje y dejé el móvil en el bolsillo de mi chaqueta.
Pero al cabo de unos minutos, llámenlo suerte, llámenlo olfato periodístico, llámenlo el Espíritu de la Nación despertando el Sentido Arácnido del Más Fiel de Sus Servidores, volví a abrir el mensaje. Ahí estaba la prueba por escrito del trapicheo entre PP y PSOE por el control de los jueces. Trapicheo tantas veces criticado por los periodistas en los medios.
Pero claro, una cosa es saber que en este local llamado España se juega, y otra muy diferente tener en las manos el contrato de compraventa de la ruleta amañada.
El resto del mérito, la mayor parte de él de hecho porque yo sólo hice de intermediario, le corresponde a Vicente Ferrer, jefe de Nacional de EL ESPAÑOL, al que reenvié el mensaje y que escribió la noticia, y a Pedro J. Ramírez. Ambos tuvieron el buen ojo de esperar al lunes para publicar el artículo (si se hubiera publicado el domingo habría pasado muy probablemente desapercibido) y de dar con la frase clave del mensaje para el titular, ese «controlando la Sala Segunda desde detrás».
Así que en este país sólo ha habido tres personas que han sido capaces de reventarle los planes a Pedro Sánchez.
El primero ha sido el propio Junqueras cuando le retiró el apoyo al presidente en 2019 y le obligó a convocar elecciones anticipadas. Un trauma de la infancia presidencial de Sánchez que todavía colea y que es el que explica todas las concesiones que este le hace hoy a ERC.
[Desde un punto de vista psicológico, por cierto, Sánchez es esclavo de dos momentos clave de su pasado. El primero es el que acabo de mencionar. El segundo es su dimisión como secretario general del PSOE tras el escándalo de la votación en Ferraz, entre gritos de «pucherazo», de julio de 2018. Uno de esos sucesos oscuros que, como el de su tesis doctoral, han desaparecido de la historia oficial de este país, pero que explican bastante más de lo que muchos creen. Aunque este es tema para otra columna].
La segunda persona que ha sido capaz de reventarle los planes a Sánchez fue Isabel Díaz Ayuso con su victoria en las elecciones de 2021. Una derrota del sanchismo que reequilibró el escenario a favor del PP y que obligó al presidente a modificar y endurecer la estrategia para los dos siguientes años. En ese punto estamos hoy.
La tercera fueron esas cuatro o cinco personas que trabajaron como eslabones de la cadena que llevó el whatsapp de Cosidó desde su móvil hasta la portada de EL ESPAÑOL. De no ser por esa cadena, hoy el Poder Judicial sería la segunda Fiscalía de Sánchez. «¿De quién depende el Poder Judicial? ¿Eh? ¿De quién?», diría el presidente.
Así que no, presidente. No riñas a Feijóo por su «bloqueo de las instituciones». Aquí los culpables de que el Poder Judicial siga bloqueado cuatro años después fuimos nosotros.
Porque tú el pacto con el PP ya lo tenías hecho. El que bloqueó al Poder Judicial fue el periodismo.