Al leer algunos documentos internos de ETA, resulta difícil creer que los hayan elaborado un clandestino encerrado en un piso recortando periódicos. Más realista es pensar en alguien en un despacho universitario, con información y recursos. ETA ha tenido siempre escuderos fieles actuando en la legalidad que le han facilitado el control sobre todo su entorno político.
«Los jefes de ETA están en Bilbao y llevan corbata». Era lo que solía decir un veterano policía francés, con muchos años de implicación directa en la lucha contra la organización terrorista. No lo decía en broma. Quería significar que ETA no eran sólo las decenas o centenares de activistas que operan en la clandestinidad, que se ocultan en Francia o que atraviesan la frontera para cometer atentados, sino que existía un grupo de personas de apariencia respetable que haciendo una vida normal tenían una gran influencia en las decisiones de la banda. No se trata de buscar el «gran viejo» del terrorismo, del que hablaba el presidente italiano Sandro Pertini, como un personaje que desde la sombra movía los hilos de las organizaciones que siembran el terror y la muerte. Se trata de reconocer que ETA no habría llegado a ser lo que ha sido si no hubiera disfrutado de una amplia red de complicidades, en el sentido penal del término, de personas que actuaban en la legalidad, aunque no siempre fuera de toda sospecha.
Cuando se leen algunos documentos internos de ETA en los que se hace análisis de determinados sectores económicos, por ejemplo, resulta difícil creer que eso lo ha elaborado un clandestino encerrado durante meses en un piso del centro de Francia recortando periódicos. Una explicación más realista lleva a pensar que alguien, desde un despacho universitario, con información y recursos, ha elaborado aquel trabajo. En la lista de sospechosos han figurado siempre los abogados habituales de los presos de ETA cuyo papel no se limitaba a la representación jurídica sino que iba más allá. El mejor indicio era el hecho de que cada vez que un etarra se desvinculaba de la banda, lo primero que hacía era buscar un nuevo abogado ajeno a los círculos de la izquierda abertzale.
Las sospechas son muy antiguas, pero a veces resulta difícil demostrar lo obvio. En los últimos días, sin embargo, la operación realizada por la Guardia Civil ha puesto en evidencia las presuntas implicaciones de tres de esos abogados en actividades que nada tienen que ver con su función de representación jurídica. Aunque la última palabra la dirán en su día los tribunales, la documentación intervenida a los jefes de ETA en mayo del 2008 y la que se ha incautado en los despachos de los abogados alimentan la sospecha de que algunos de estos profesionales han desempeñado un papel clave para que ETA pudiera controlar férreamente a sus presos. Un papel de miembros de la banda.
ETA ha sido lo que ha sido porque ha encontrado escuderos fieles entre personas que actuaban en la legalidad y que le han permitido extender su control sobre todo su entorno político. La última operación antiterrorista debilita la capacidad de la banda de controlar a Batasuna y ofrece nuevas oportunidades a los dirigentes de este partido si quisieran marcar distancias con la cúpula etarra.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 21/4/2010