Hay muchas cosas asombrosas en la entrevista a Eguiguren en la Sexta. La primera es el enaltecimiento del baile de San Vito: «Hay un terremoto, el país ha cambiado, ha cambiado la izquierda abertzale. Nosotros a ver si cambiamos también un poquito». ¿Y si cambiaran sólo los que matan?
Hace unos años, José Ramón Recalde, escribió un notable artículo en El País que no he sido capaz de encontrar, en el que defendía la idea de que la legalidad era el único antídoto contra dos tentaciones paralelas de los Gobiernos para resolver problemas como el que se deriva de la existencia de una banda terrorista que ha asesinado hasta la fecha a 858 personas: tratar de arreglarlo por debajo de la mesa, mediante operaciones ilegales o por encima, mediante la negociación: ceder a algunas de las exigencias de los terroristas para garantizarnos eso que se llama beatíficamente ‘la paz’.
Jesús Eguiguren, presidente del PSE, es un hombre notable. Muñidor desde hace décadas de los apoyos guipuzcoanos que necesitara cualquiera que aspirase a la Secretaría General de los socialistas vascos, fue el diseñador del proceso de paz que Zapatero intentó durante la legislatura pasada. Creyó tener su momento histórico el 22 de marzo de 2006, cuando ETA hizo público su alto el fuego permanente. Él contó entonces, en una entrevista que le hizo el actual director general de EITB, Alberto Surio:
Lo malo de la épica es que siempre requiere una simplificación del relato en favor de una mayor alegría narrativa. Después de todo, en las películas, nunca se ve que la gente pague a los taxistas, reciba las vueltas y le pida un recibo para el cajero de la empresa:
-¿Cómo se enteró de la noticia?
-Por la radio, en el coche; esperé a ver cuál era el comunicado y vi que era importante. Y puse una canción. Desde que esperaba el alto el fuego llevaba en el bolsillo de la chaqueta una cinta de Pablo Milanés. Y me puse a cantarla en silencio, con mucha emoción por dentro: «Yo pisaré las calles nuevamente, de lo que fue Santiago ensangrentada, y en una hermosa plaza liberada, me detendré a llorar por los ausentes».
Si el el relato es cierto, lo más probable es que Eguiguren, sentado en el asiento trasero del coche, le pidiera al escolta que ocupaba el asunto delantero: «Ponga esta cinta, por favor». Después de todo, la llegada de los ‘españoles’ al Gobierno vasco tampoco fue precedida por Gemma Zabaleta vestida como La Libertad guiando al pueblo, según el cuadro de Dalacroix. Un año y once meses y medio después, Jesús Eguiguren salía en fotos como la de arriba, llevando a hombros el féretro de su compañero Isaías Carrasco.
Eguiguren aceptó la entrevista del Follonero que emitió la Sexta el domingo, unos días después de que Rubalcaba anunciara la buena nueva de que el gobierno lo forman el presidente y 15 portavoces. Eso era sin contar a Jesús, a quien al parecer, no hay quién calle. El vicepresidente primero puso un ‘obstat’ a la publicación de un libro sobre el asunto escrito por Luis Rodríguez Aizpeolea y él.
Hay muchas cosas asombrosas en la entrevista. La primera es el enaltecimiento del baile de San Vito: «Hay un terremoto, el país ha cambiado, ha cambiado la izquierda abertzale. Nosotros a ver si cambiamos también un poquito». ¿Y si cambiaran sólo los que matan?
La segunda, un ensayo sociológico-filosófico: La rebelión de las masas a nivel de otxote: Explica su amistad con Otegui: «Lo que pasa es que en Euskadi somos cuatro gatos. Al final, aquí tenemos que andar todos, y si te conoces, conoces vivencias parecidas y te acabas tomando afecto». Adán, Eva, Caín y Abel, los cuatro gatos, comedia de amor fraterno. «¿Hacerle yo algo a Abel? Pero si somos como hermanos».
Santiago González en su blog, 9/11/2010