- A la hora en que el TC indultaba el escandalazo de los ERE, la extremadamente sectaria Alegría regañaba a Feijóo por dudar de la neutralidad del tribunal
Pocas profesiones más proclives al cotilleo que la periodística. Lo cual es normal, pues en el fondo el oficio consiste en contar cosas de los demás que ellos muchas veces no quieren que se cuenten. Así que circulan infinidad de anécdotas y chismes de la profesión, muchos perfectamente falsos, alguno verdadero.
Existe una anécdota que debe ser apócrifa por inverosímil. Pero resulta tan osada que merecería ser verídica. La habría protagonizado en su día un veterano galanteador, un periodista de cierta fama instalado al parecer en un perenne carrusel de líos adúlteros. Cuenta la leyenda que en una ocasión viajó a Moscú con su amante. En principio parecía un destino seguro, pues estaba poniendo ni más ni menos que 4.120 kilómetros de distancia con su domicilio conyugal sito en Madrid. Pero hete aquí que mientras paseaba con su ligue por la tópica Plaza Roja, va y resulta que le aparece de frente su mismísima mujer con un grupo de amigas españolas. Ella se encara con él: «¿Pero qué haces aquí? ¿Y quién coño es está?»
La reacción de nuestro protagonista fue de una jeta épica. Hizo gala de un rostro de hormigón armado. Comenzó a farfullar en un seudo ruso, acompañándose con una mímica que indicaba que no entendía nada; como si fuese un clon moscovita de sí mismo con el que su mujer había tenido una confusión.
Me vino a la cabeza la vieja anécdota observando el desparpajo de la compulsivamente sectaria Pilar Alegría en la rueda de prensa del consejo de ministros (más conocida como El Mitin).
Por la mañana, en una entrevista radiofónica con Alsina, Feijóo había dicho: «Tenemos dificultades para aceptar la imparcialidad de nuestro Tribunal Constitucional». Lo cual supone un suavecísimo pellizquito, pues la realidad expresada en su verdadera crudeza es la siguiente: Sánchez ha colonizado el Tribunal Constitucional con peones de izquierdas de absoluta sumisión partidista, que dan por bueno todo lo que le conviene políticamente, hasta el extremo de que ahora mismo el TC opera como tribunal de casación que corrige las sentencias del Supremo que no gustan al PSOE. Un chamullo de república bananera.
¿Y qué dijo Alegría ante las declaraciones de Feijóo, muy contenidas ante el nivel de abuso de Pumpido en el TC? Pues con jeta de acero inoxidable, la ministra portavoz montó un teatro de fingida indignación: «Esto es de extrema gravedad. ¡Le exijo una rectificación inmediata!».
Es decir, no solo mangonean a su antojo partidista el Tribunal Constitucional para ir remozando la Carta Magna de manera subrepticia, sino que por encima pretenden que aplaudamos la maniobra e intentan proscribir cualquier crítica. «Exijo de manera inmediata…». ¿Quién es esta señora para prohibir las críticas de la oposición? ¿En qué satrapía vivimos?
¿Cuál es el problema de fondo? Pues la epidemia de desinformación del pueblo español, que no se entera de que tenemos un Gobierno capaz de ir cargándose la democracia al tiempo que proclama que la defiende. Una notable parte del público se seudo informa a través de la versión sesgada que le ofrecen las televisiones del régimen «progresista». Y ahí es imposible enterarse de la verdad, o de algo mínimamente parecido a ella, porque en España el principio de realidad ha sido inmolado en el altar de la entrega partidista. Los hechos ya no importan. Solo la militancia.