RUBÉN ARRANZ-VOSPOPULI

Vozpópuli entrevista al político socialista y expresidente de la Comunidad de Madrid

En esta entrevista, habla de los vicios de la política actual, de la crisis sanitaria, de las políticas identitarias, de la situación de su partido y del personalismo de Pedro Sánchez. Lo hace con una carga de descreimiento que se nota en la forma en la que remata varias de sus frases.

Pregunta: ¿Se siente usted socialista todavía?

Respuesta: Es evidente que desde la entrada de (José Luis Rodríguez) Zapatero como secretario general, las cosas se han ido destruyendo. La socialdemocracia europea que impusieron aquí Felipe González y sus compañeros, entre los cuales me encuentro, es otra cosa. No es lo que han hecho Zapatero y Pedro Sánchez.

P: ¿Por dónde empezó esa destrucción?

R: Ha habido lo que podríamos llamar unas ‘invasiones bárbaras’ dentro del partido. En lugar de luchar contra un fenómeno que desde finales del siglo pasado está yendo a peor, como es la desigualdad económica y social, se ha decidido apoyar diversas reivindicaciones identitarias, como el feminismo radical, el ecologismo catastrofista. Además, hay que sumar los acercamientos al nacionalismo, que es, de todo, menos izquierda. La política siempre ha tenido un componente de marketing, pero es que ahora es exagerado. Demencial.

P: Los ciudadanos no comen ni cenan ideología…

R: Exactamente. Vamos a ver, los problemas que se están produciendo de crecimiento de las desigualdades, de unos salarios que crecen menos que la productividad por hora trabajada, de las diferencias entre los sueldos de los grandes directivos y sus empleados, del enchufismo, del amiguismo…contra eso hay que luchar; y no apostar por leyes como la de transgénero. ¿A qué viene eso? ¿Cómo se puede cambiar de género simplemente por la voluntad de alguien? Esto es una barbaridad, como otras muchas.

P: En este contexto de crisis, surgió Podemos y llegó a aglutinar 5 millones de votos. ¿Qué hizo mal el socialismo para que esto ocurriera?

R: Todo formó parte de la crisis de 2008, que trajo consigo muchas cosas malas, entre ellas, el populismo de izquierdas y de derechas. En todos los casos, promete la fórmula que pasa por prometer soluciones sencillas para problemas complejos. Es pura demagogia.

P: ¿Son movimientos de mecha corta o han llegado para quedarse?

R: En las encuestas, parece que están de bajada. Por otra parte, el hecho de que Trump, que es otro populista de mierda, haya perdido las elecciones es una buena señal. Y que Boris Johnson esté más desprestigiado que nunca, también. A mí me parece que esto tiene vuelo corto. Bastante corto…

P: ¿Hubo que reformar la Constitución antes de que se rompiera el bipartidismo para apuntalar el actual modelo de Estado?

R: Sí, yo creo que sí. La ley electoral se puede cambiar por mayoría absoluta en el Congreso, y hay que cambiarla. No puede ser que los votos que reciben los partidos nacionalistas tengan más peso que los que van a los grandes partidos de ámbito nacional. También hay que cambiar el Título VIII (de la organización territorial del Estado), que es un barullo. Ahí metieron la mano, como siempre, los nacionalistas catalanes, precisamente, para provocar ese barullo. Las competencias pueden delegarse a las comunidades autónomas, pero siempre con elementos suficientes como para que haya coordinación y que no haya deslealtades.

P: Deslealtades…

R: Las cosas que se hicieron en la Transición para darle gusto al nacionalismo vasco y catalán se hicieron con la idea equivocada de que estos nacionalismos iban a ser leales. Han demostrado todo lo contrario, que son absolutamente desleales. A mí me parece que eso hay que cambiarlo y hay que meterlos en veredera. Punto.

P: Pedro Sánchez se mueve bastante cómodo entre los nacionalismos…

R: En estos momentos, y con la que se nos ha venido encima, lo lógico era haber hecho un Gobierno de concentración nacional. Pero aquí no se ha hecho eso, al revés, se han exagerado las diferencias, pero no entre nacionalistas -que son los peores enemigos de la Constitución- y los constitucionalistas, sino entre izquierda y derecha. Esas diferencias existen, pero no son lo más importante. En este momento, habría que formar un Gobierno a la alemana. Y da igual quién sea el presidente. En fin, cada debate en el Congreso…es que dan pena.

P: En esos acuerdos entran en juego los intereses de los Iván Redondo de turno, ¿no cree?

R: Los asesores áulicos, tipo Iván Redondo, y otros, tienen la mirada muy corta y, desde luego, para hacer una política estratégica estos sobran. Son vendedores, trabajan a muy corto plazo y parten de una hipótesis que no sé si es verdadera, y es que los ciudadanos somos imbéciles. Ojo, a lo mejor tienen razón, pero bueno…aunque fuéramos imbéciles, el Gobierno no debería estar formado por imbéciles… Y no deberían tratarnos como imbéciles.

P: La política se ha convertido en un desafío constante a la memoria…

R: Es que uno no puede presentarse a las elecciones y decir que no va a pactar con Podemos y, al día siguiente, a las 24 horas, abrazarse con Pablo Iglesias. Pero oiga, ¿cree que yo no me acuerdo de lo que me ha dicho anteayer? ¡Es un engaño absoluto!

P: Escribió usted hace un tiempo, en su blog, un artículo sobre el desastre de Annual. Mire, durante estos meses en los que las decisiones políticas interesadas han conducido a ciudadanos a los hospitales (n.d.a.: se llegó a pedir que no se usara mascarilla), a veces me he preguntado si el poder no repite una y otra vez las mismas dinámicas y, por su interés, lleva a los ‘gobernados’ a situaciones de riesgo. O a la muerte…

R: Bueno, el desastre de Annual provocó miles y miles de soldados muertos. Fue una decisión de un general que era un imbécil y que, además, contaba con el apoyo de Alfonso XIII. El desastre de Annual trajo consigo la caída de la monarquía a medio plazo. En dos años. El golpe de Estado de Primo de Rivera se organizó para tapar la investigación que estaban haciendo las Cortes sobre el desastre. Ahora, en este momento y, por suerte, la monarquía tiene un arraigo importante en España. No es comparable a la monarquía de la Restauración, ni mucho menos.

P: Pero, insisto, fueron decisiones políticas contra el pueblo. Y contra los soldados a los que condujeron a la muerte. Ahora, en un momento en el que una epidemia ha puesto en jaque al mundo, surgen conflictos políticos entre administraciones. Demoscópicos diría yo…

R: A ver, lo primero que se hizo aquí, mucho tiempo atrás, fue destruir el Ministerio de Sanidad. En el origen, ese ministerio sirvió para instalar un sistema sanitario público, moderno y generalizado. A partir de que las competencias de sanidad fueron trasladadas a las comunidades autónomas, se abandonó el ministerio y la obligación de coordinación. Entonces, llegó la pandemia y había cuatro funcionarios en el ministerio. Y el Gobierno no fue capaz de crear un grupo de expertos, llevarlo al ministerio y darles la coordinación. En fin, algún día saldremos de ésta…

P: ¿Pero no cree que el marketing político ha influido demasiado en la gestión de la pandemia?

R: Sí, claro. La pelea montada por el ministro Illa contra la Comunidad de Madrid es impresentable. Y que se haya hecho un hospital nuevo, tan rápidamente, el Isabel Zendal, y encima haya habido manifestaciones en contra del hospital…, ¿pero dónde vamos? ¿por qué? Hay un movimiento contra Isabel Díaz Ayuso que no se entiende. El periódico El País está todo el día machacándola. ¿Pero por qué?

P: Es la España de hoy en día, la del constante enfrentamiento político y la politización. Ustedes, los de su generación, sentaron la base de este Estado democrático. ¿Qué hicieron mal para que ahora se reproduzcan estos defectos históricos?

R: La dialéctica izquierda-derecha se ha exagerado desde el principio. Y esa dialéctica no sirve, en absoluto, en momentos de crisis. De eso no es sólo culpable Zapatero o Sánchez. Nosotros también tuvimos algo que ver en eso. Por otra parte, yo echo de menos los acuerdos, como los que había entre UCD y el PSOE; o los de Manuel Fraga y Felipe González. Esos acuerdos ahora se han abandonado; y eso es grave en un momento como éste. Todo pasará, pero dejará 100.000 muertos mientras tanto, ni más, ni menos. Ojo, siempre se cuenta a los que mueren de covid, ¿y qué hay de los que morirán sin asistencia? Es que la situación es muy compleja.

P: No quería terminar sin preguntarle por Franco. ¿Usted cree que tiene sentido seguir mirando atrás en 2021?

R: Mira, la memoria y la historia se llevan fatal. La memoria es subjetiva y la historia es algo cada vez más científico. Esto son ganas de volver a la dialéctica revanchista que propugna que la izquierda es buena y la derecha es mala. Y en la Guerra Civil, hubo asesinatos en las dos retaguardias. ¡En las dos! Quieren tapar eso y otras muchas cosas. Y se saca del agujero a Franco y se cree que con eso se pone una pica en Flandes. Oiga, no. Contra Franco había que estar cuando estaba vivo, no ahora, que está muerto.

P: ¿Pero cree que esa política ayuda a movilizar votos?

R: No lo sé.

P: Es la gran pregunta. Porque, de lo contrario, ¿por qué se hacen? R: Los que venden política, los Iván Redondo, y otros, creen que somos tontos, que somos un rebaño de ovejas. Y no sé si tiene razón, tengo dudas. Es posible que la tengan, pero es penoso. Usan unos métodos absolutamente deplorables. Es que el mundo se ha convertido en un lugar absurdo. Mira, hay quienes reivindican que Franco hizo algunas cosas bien y citan los embalses. Cuando eso pasa, hay ecologistas que salen y dicen que están en contra de los embalses y a favor de la energía renovable. Y los embalses producen energía renovable. Todo es así.