«Ya hay quien dice sin reparos que vendrá de Punta Cana a votar a la derecha o a la extrema derecha. Vosotros mismos», escribió Jordi Évole en Twitter en referencia a Pitingo, que al parecer tiene previsto venir a España desde República Dominicana para votar el día en el que el presidente del Gobierno de España, por su cuenta y riesgo y sin comunicárselo ni a su partido ni a los miembros de su gobierno antes de hacerlo público, decidió convocar las próximas elecciones generales. Por lo que he visto, algunos miembros de Podemos se han sumado al presentador en sus críticas al cantante por venir a votar a los suyos, como forma de animar al resto a que voten a la izquierda oficial, en cualquiera de sus versiones. Sin embargo, está por ver que apelar al voto del miedo para las próximas elecciones vaya a tener éxito esta vez; de momento lo que sabemos es que todos los ensayos anteriores han resultado un estrepitoso fracaso.
No sé qué le sorprende más a Jordi Évole: que Pitingo resida en Punta Cana, que venga desde Punta Cana a votar, que vote a la derecha o que tenga el valor de decirlo públicamente en lugar de mantenerse callado. Sin conocerlo mucho, más me habría extrañado que Pitingo hubiera anunciado que votará a Podemos o a Esquerra Republicana, aunque casos más extraños se han visto. Creo que Jordi Évole ha querido destacar el hecho de que un millonario residente en República Dominicana vote a la derecha, como acicate para que los españolitos de a pie, en protesta y en venganza, votemos masivamente a la izquierda representada en el PSOE de Sánchez o en el populismo de Sumar, con o sin Podemos. Es un argumento como cualquier otro: «Mira qué tipo de gente vota a la derecha. Tú eres distinto. Vota a la izquierda», vienen a decir.
Olvidan lo que dijo recientemente Joaquín Sabina: «Ya no soy tan de izquierdas porque tengo ojos, oídos y cabeza para ver lo que está pasando»
No sé qué le sorprende más a Jordi Évole: que Pitingo resida en Punta Cana, que venga desde Punta Cana a votar, que vote a la derecha o que tenga el valor de decirlo públicamente en lugar de mantenerse callado. Sin conocerlo mucho, más me habría extrañado que Pitingo hubiera anunciado que votará a Podemos o a Esquerra Republicana, aunque casos más extraños se han visto. Creo que Jordi Évole ha querido destacar el hecho de que un millonario residente en República Dominicana vote a la derecha, como acicate para que los españolitos de a pie, en protesta y en venganza, votemos masivamente a la izquierda representada en el PSOE de Sánchez o en el populismo de Sumar, con o sin Podemos. Es un argumento como cualquier otro: «Mira qué tipo de gente vota a la derecha. Tú eres distinto. Vota a la izquierda», vienen a decir. Olvidan lo que dijo recientemente Joaquín Sabina: «Ya no soy tan de izquierdas porque tengo ojos, oídos y cabeza para ver lo que está pasando».
Más que atacar a ciudadanos concretos por elegir una opción electoral o su contraria, quizás sería más constructivo pedir el voto para los partidos que han formado parte del Gobierno de España en base a lo que han hecho durante todo este tiempo, con mensajes como: «La economía va mejor, la inflación está controlada y hemos actualizado las pensiones conforme al IPC, y eso que el IPC estaba desbocado». O «hemos subido el Salario Mínimo hasta los 1.080 euros, puesto en marcha el Ingreso Mínimo Vital, financiado el transporte por Europa a nuestros jóvenes y subvencionado el cine a nuestros mayores». O, en materia de vivienda, «hemos prometido hacer lo que no hemos hecho durante cinco años». Lo extraño es que, siendo esto así, no alcancen la mayoría absoluta. ¿No han reflexionado acerca de su fracaso electoral en las recientes elecciones municipales y autonómicas?
El problema para quienes quieren reeditar el gobierno Frankestein no es que la izquierda, como suele decirse, esté desmovilizada; sino que al menos parte de ella se siente políticamente huérfana
Otra opción sería transitar por otros derroteros quizás más arriesgados, en plan: «Hemos indultado a los independentistas catalanes a pesar de que anunciaron que volverían a hacerlo, eliminado el delito de sedición y rebajado las penas por malversación para los corruptos; además, sigue sin poderse estudiar en español en Cataluña, pero los ánimos están ahora más calmados que en el pasado, al menos los de los independentistas, nuestros socios preferentes». O qué sé yo: «La Ley del «solo sí es sí» que aprobamos provocó la salida de la cárcel o la reducción de penas de miles de delincuentes sexuales, pero fue sin querer y cualquiera se equivoca, por muy avisados que estuviéramos». O incluso: «Nuestros pactos con Bildu o ERC están plenamente justificados: es fundamental gobernar España con quienes quieren destruirla, aunque prometiéramos hacer justo lo contrario».
Jordi, lo insólito no es que los de derechas voten a la derecha sino que haya tantísima gente de izquierdas que se sienta huérfana de una izquierda decente, como la hubo en otros tiempos, con todos sus errores. Lo insólito es que, sin ser de derechas o incluso siendo de izquierdas, millones de personas prefieran quedarse en casa esperando tiempos mejores o incluso que prefieran votar a la derecha para impedir una nueva reedición del actual gobierno. Y lo insólito es que la izquierda oficial representada en el PSOE de Sánchez o el populismo de Podemos considere compañeros de viaje a lo peor de cada casa, ese batiburrillo de reaccionarios y racistas que quieren romper el Estado, precisamente el instrumento del que disponemos para garantizar la unidad del país y, con ella, las necesarias políticas de redistribución que procuren más igualdad y más bienestar para todos.
Políticamente huérfanos
El problema para quienes quieren reeditar el gobierno Frankestein no es que la izquierda, como suele decirse, esté desmovilizada; sino que al menos parte de ella se siente políticamente huérfana, e incluso que esté movilizada pero para votar a la derecha. Su problema no es Pitingo sino Joaquín Sabina; y, sobre todo, lo que han hecho o han dejado de hacer durante todos estos años.