- En el acto de presentación de campaña de Trias apareció Pujol. Fue como si lo hubiera hecho la Virgen Santísima
En Junts tienen poca cosa que ofrecer al separatista que se creyó las consignas falaces acerca de lo fácil y segura que era la independencia. Tenim pressa, decían, citando a Heribert Barrera. Aquellas urgencias protagonizadas por los hereus del pujolismo han traído los barros económicos y sociales en los que vive empantanada la Cataluña de hoy y son muchos quienes miran con nostalgia los años dorados de Pujol en los que el patriarca ordenaba y mandaba en España gobernara quien gobernara – porque socialistas y populares bailaron al son de la música que se elaboraba desde Palau y sería difícil decir cuál de los dos lo hizo con mayor fervor y entrega – mientras que en Cataluña no se movía ni una hoja sin que el President diera su aprobación. Los tres, diez, veinte o cuarenta por ciento se sucedían plácidamente y nadie protestaba.
Y si, por azar, alguien osaba hacerlo, se le desterraba declarándole la muerte civil, como con Albert Boadella, Félix de Azúa o Alejo Vidal Cuadras. Era la época en la que muchos empresarios se fueron sigilosamente a otros lugares de España por no poder soportar las exigencias del pizzu exigido desde los despachos oficiales, un tiempo en el que bolsillos poco honorables se enriquecieron pervirtiendo instituciones que deberían haber sido de todos y no solo de ellos.
Cuando Artur Mas recuperó la generalidad para las siglas de CiU sin que se hubiera tocado ni una coma de lo que hizo Pujol parecía que las cosas iban a seguir igual
Y Pujol, en la cima de aquel pudridero moral y político, gobernaba autócrata y perdonavidas con la aquiescencia de un PSUC totalmente entregado a la causa convergente y un PSC que se arrastraba lamiéndole las botas a un nacionalismo que sus dirigentes compartían. Los Tripartitos de Maragall fueron simples turbulencias que se conjuraron en parte por la propia ineptitud cuando no cobardía del socialismo catalán y en parte por esa perpetua traición que lleva en sus genes Esquerra. Cuando Artur Mas recuperó la generalidad para las siglas de CiU sin que se hubiera tocado ni una coma de lo que hizo Pujol parecía que las cosas iban a seguir igual. Pero Mas decidió huir hacia adelante.
Ahora se trata de la independencia, argumentaba aquel Moisés de cartón piedra, intentando disimular los ríos de porquería que manaban a borbotones de los retretes autonómicos. Los años siguientes fueron de una política completamente desquiciada a la que nadie supo ponerle freno. Sus protagonistas, recordémoslo, eran hijos políticos de Jordi Pujol: Mas, Puigdemont y Torra por no hablar de Rull, Turull, Jordi Sánchez y muchos otros hasta llegar a Laura Borrás. Esquerra, las CUP y esas organizaciones surgidas al socaire de la vieja Convergencia y sufragadas con el dinero de todos compartían un mismo pecado original: se habían criado en el invernadero pujolista.
Aquí no ha pasado nada, no se ha marchado ni una sola empresa, no existe fractura social y si alguien ha hecho mal las cosas ha sido España
Ahora los mismos que nos metieron en el páramo en el que se ha convertido este lugar desde el que escribo reciben al evasor confeso en triunfo y a sus 93 años podemos decir que Pujol está más vivo que nunca. Sin pagar ni un solo plato roto – el juicio a la familia de éste tarda más en llegar que el Juicio Final – hablan del pujolismo como algo a recuperar. Aquí no ha pasado nada, no se ha marchado ni una sola empresa, no existe fractura social y si alguien ha hecho mal las cosas ha sido España. El nacionalismo, que ha terminado en feroz separatismo excluyente y de tintes fascistas, ha dado la vuelta al círculo y está donde empezó, en Pujol. Sin nada que ofrecer salvo la astracanada de Waterloo, el regreso indica el fracaso de una determinada visión nefasta de Cataluña. Pero hay quienes todavía miran arrobados con admiración al viejo Pujol mientras murmuran “ojalá el president tuviese veinte años menos”. Esto no tiene arreglo. Ellos no tienen arreglo. Hay que entenderlo para evitar caer otra vez en ese círculo vicioso.