- Sigue molestándoles. A lo mejor es porque, sabiendo que lo iban a fusilar, dijo serenamente que ojala su sangre fuese la última vertida por otros españoles
El general Primo de Rivera decía de José Antonio, un poco en serio y un mucho en broma, que el chico le había salido de cara un poco gótica en el sentido de seria, erudita, modesta. Don Miguel, que triunfó en su golpe de estado en buena parte por el apoyo de la Lliga de Cambó y la burguesía catalana, acertaba en parte. Aquel militar serio que quiso poner orden en una España secularmente atrasada y que contó con la aquiescencia incluso del PSOE para hacerlo – documéntense los iletrados y verán a Largo Caballero aparecer en eso que llamaron dictadura – no supo captar lo esencial de su hijo. Era un apasionado de la literatura, de la vida, de la conversación, de los seres humanos. Un romántico, un Andrea Chenier. Me siento reconfortado imaginando cómo debían ser aquellos encuentros clandestinos en el interior de un taxi en los que el fundador de Falange y García Lorca hablaban de poesía, quizás la cosa más sensata y noble de la que pueden hablar dos personas. José Antonio era de tal caballerosidad que no quería que les vieran juntos para que Lorca no tuviese problemas. Que Lorca era amigo de José Antonio está probado. Fue a refugiarse a casa de Rosales, poeta como él, amigo de José Antonio y falangista.
La gente de hoy lo desconoce todo del hombre que entró en política “Para defender el honor de mi padre” y que acabó fusilado contra una tapia en Alicante tras un juicio bufo y malévolo orquestado por un gobierno que parecía no estar saciado de sangre. Ojalá pudiésemos explicar la historia relegando odios y fanatismos.
Hemos caído en la trampa de creer que una sociedad es más avanzada por las cosas que pueden o no decirse y no por cómo viven sus miembros
El José Antonio que Sánchez agita cual espantajo para demostrar que la lucha contra el fascismo continúa aparecería de una manera totalmente distinta a la que se ha explicado durante generaciones de españolitos educados en una democracia que hizo de España una película de cow boys donde los malos llevan sombrero negro y piden whisky mientras que los buenos llevan sombrero blanco y beben zarzaparrilla. Porque el programa social de Falange era mucho más avanzado que cualquier otro de aquellos tiempos, por vía de ejemplo: Fuero del Trabajo, pagas dobles, vacaciones retribuidas, Obra Social de la Vivienda, Obra Social de Educación y Descanso, Universidades Laborales, puntos por hijos, y no sigo. ¿Quiero decir con esto que tales medidas justifican la pérdida de libertad? No. Lo que digo es que ahora no tenemos ni libertad ni aquello. Hemos caído en la trampa de creer que una sociedad es más avanzada por las cosas que pueden o no decirse y no por cómo viven sus miembros. Y hemos acabado sufriendo la dictadura de lo políticamente correcto y trabajando para pagar al estado.
Una vez más, los restos mortales del chico peinado hacia atrás que hablaba de luceros tendrá que ser trasladado al que, esperemos, sea su lugar definitivo de reposo
La consecuencia lógica de este sistema Hobbesiano ha sido volver al todos contra todos, que no conoce de humanidad ni de compasión. Ni con vivos ni con muertos. Todo vale. Incluso rehacer la historia con efecto retroactivo vía decreto ley. A José Antonio se le quería sacar del Valle de los Caídos pero la familia, previendo el show mediático que el gobierno iba a organizar, ha preferido ser ella misma quien se ocupe. Una vez más, los restos mortales del chico peinado hacia atrás que hablaba de luceros tendrá que ser trasladado al que, esperemos, sea su lugar definitivo de reposo. Porque si alguien tiene derecho a descansar en paz son los muerto. Todos. Los de un lado y los del otro. Si José Antonio pudiese vernos se entristecería al ver lo poco que hemos cambiado.
Lógicamente, ahora dirán que soy facha. Recuerdo cuando otros ignorantes me llamaban rojo. Hay gente que, sin etiquetas para colgar, no es nadie.