EL CORREO – 19/04/15
· El expresidente del PP evoca, junto a cargos políticos de aquella época, el atentado de ETA que hace hoy veinte años buscó no solo acabar con su vida, sino «desestabilizar a todo un país»
Aquel día ETA intentó un magnicidio. Matar al jefe de la oposición, quien representaba la alternativa de gobierno. Afortunadamente, no tuvieron éxito». José María Aznar echa la vista veinte años atrás. Al 19 de abril de 1995, cuando la banda terrorista pretendió acabar con su vida. No lo consiguió. «Desde un punto de vista personal, me sentí más que nunca un privilegiado», se sincera.
El entonces presidente del Partido Popular había salido de su domicilio, en una zona residencial de Madrid, poco después de las ocho de la mañana en dirección a la sede de la formación. Viajaba en el asiento trasero de un Audi V8 blindado acompañado de sus escoltas. Otros dos miembros de su equipo de seguridad les seguían en un segundo vehículo a escasa distancia. Cuando ambos automóviles se adentraron en la calle José Silva –apenas habían recorrido 800 metros–, un Fiat Uno que los terroristas habían aparcado en la zona explotó. La onda expansiva de 40 kilos de amosal y metralla alcanzó el vehículo de Aznar, quien logró salvar la vida y, aún más, solo resultó con lesiones de carácter leve, gracias al blindaje del Audi en el que viajaba.
Según relataron desde Génova, la sede del partido, el coche de su líder saltó por los aires, el cristal de la ventanilla delantera se rompió en pedazos y se dispararon los dispositivos de airbag del conductor y del escolta, lo que evitó que ambos se estrellaran contra el parabrisas. La deflagración arrojó a Aznar hacia los asientos delanteros y le causó una herida superficial en el rostro. «Fue como si una bola de fuego entrara dentro del coche, hemos vuelto a nacer todos», explicaba uno de los escoltas. En total, 126 viviendas, 8 edificios y 20 vehículos se vieron afectados por la explosión. Dieciséis personas resultaron heridas de diferente consideración. La más grave, Margarita González, de 75 años, que fue sepultada mientras dormía por los escombros de la casa unifamiliar en la que vivía. Falleció tres días después. – Se publicaron muchas cosas del atentado.
Pero, ¿qué recuerda usted de aquel día? – Tras la explosión, que fue tremenda, el coche había quedado completamente destrozado. Yo me encontré boca abajo en el suelo. Mi primera reacción –rememora José María Aznar para este periódico– fue tocarme la cara, los brazos y las piernas para comprobar que estaba entero. Inmediatamente les pregunté a mi conductor y a los policías de la escolta si se encontraban bien y qué había pasado. El conductor me dijo que era un coche bomba. A partir de ese momento mi prioridad fue trasladar a mi familia, mi mujer y mis hijos, y después al país, que efectivamente había sufrido un atentado, pero que me encontraba bien, que la banda terrorista no había logrado su objetivo.
Todas las pruebas recogidas en el lugar del atentado apuntaron a laposible participación de tres miembros de ETA –a posteriori se atribuiría la bomba al ‘comando Madrid’–. Dos de los terroristas accionaron el explosivo con un detonador que estaba unido al coche bomba por un cable de entre 200 y 300 metros de longitud. Al parecer, desecharon la utilización del mando a distancia para evitar los sistemas de seguridad electrónicos que portaba el vehículo de José María Aznar. Un tercer miembro de la banda esperaba al volante de otro automóvil, en el que huyeron del lugar de los hechos. Los etarras lo abandonaron en las inmediaciones de la estación de Chamartín y lo hicieron explotar mediante un temporizador. El caso permaneció abierto durante once años y a día de hoy es uno de los cientos de atentados de ETA que continúa aún sin resolver.
«Estoy bien y todo irá bien»
Aznar fue trasladado en un primer momento a la clínica materno-infantil Belén, situada a escasos metros del lugar del ataque. Desde ese centro telefoneó a su familia y a la sede del PP para tranquilizar a sus allegados y compañeros. El presidente popular fue trasladado despúes a la clínica Ruber, donde se le practicó un exhaustivo reconocimiento médico.
Pese a que en un principio estaba previsto que fuera dado de alta esa misma tarde, los médicos optaron finalmente por mantenerle una noche ingresado. Para sorpresa de todos, y con el fin de evitar rumores sobre su salud, el líder del PP salió brevemente al exterior del centro sanitario. Sonriente y con un aspecto impecable, agradeció las muestras de solidaridad e hizo un llamamiento a la calma. «Que todo el mundo esté tranquilo, que todo el mundo sereno, como yo lo estoy», reclamó. Arropado por un impresionante despliegue de seguridad, aseguró a las alrededor de 2.000 personas que se habían congregado fuera de la clínica que su estado era bueno. «No me dejan salir porque son un poco maniáticos y pesados. Estoy bien y todo irá bien», proclamó. – ¿Le cambió el atentado a nivel personal y político? – Aquello no hizo variar mi posición política ni mi percepción de cómo tenía que desarrollarse la lucha antiterrorista. Mi idea de combatir frontalmente a ETA y derrotarla se mantuvo firme. Desde un punto de vista personal, me sentí más que nunca un privilegiado. Desde entonces, como víctima, tengo una especial relación con ellas y un sentimiento muy profundo hacia las personas que no tuvieron la fortuna de sobrevivir. Muchos de ellos buenos amigos y, en todo caso, buenas personas.
En las horas e incluso días posteriores, el dirigente popular recibió numerosas visitas y llamadas de cariño. «Solo quedan los gestos positivos, que dentro del drama son los mejores recuerdos. La entereza de mi mujer y de mis hijos y el apoyo de miles de personas fueron muy gratificantes», evoca José María Aznar, que responde a EL CORREO desde Estados Unidos. El expresidente del PP vive a caballo entre España y el país norteamericano, donde imparte de manera habitual conferencias en foros y universidades.
A lo largo de aquel 19 de abril, fueron muchas las personas que visitaron a Aznar en la clínica donde permaneció ingresado. Entre ellos, el entonces ministro de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch, quien también se interesó personalmente por el estado de salud de todos los heridos. «Allí mismo me confirmaron que el líder del PP, el máximo representante de la alternancia política, no figuraba específicamente en ninguna clase de objetivo de ETA», recuerda el dirigente socialista, hasta ahora alcalde de Zaragoza, que cerrará en breve su etapa política. Esta misma semana ha tomado posesión de la plaza de magistrado de lo penal en la Audiencia Prov incial de Zaragoza. Veinte años después del atentado contra Aznar afirma tener «recuerdos difusos y desagradables». «Era un tiempo difícil, de mucha crispación y de ausencia de consenso en la lucha contra el terrorismo», describe. Diputados del Partido Popular reprocharon a Belloch las «escasas medidas de protección» destinadas a sus líderes e incluso algunos llegaron a pedir su dimisión.
Un mes antes del antentado contra Aznar, el entonces ministro de Justicia e Interior advirtió al PP, en una reunión encabezada por el presidente de la formación, que sus dirigentes en Madrid eran objetivo prioritario de la banda terrorista. Pero la sorpresa fue que ETA intentara acabar con la vida del propio José María Aznar. «Más grave si cabe –añade Juan Alberto Belloch–, el atentado iba dirigido contra el líder de la oposición y los ocho millones de votos que había recibido en las elecciones generales».
«Alternativa real al poder»
La Casa Real y el entonces presidente del Gobierno, Felipe González, se interesaron telefónicamente por el estado de José María Aznar, quien representaba, en palabras del propio González, «la alternativa real al poder». En 1995 ETA daba por concluido el ciclo político del PSOE y, consciente del futuro acceso del PP al Ejecutivo central, dirigió contra ellos sus armas. El asesinato del líder de los populares guipuzcoanos, Gregorio Ordóñez, dos meses escasos antes que el intento fallido que acabar con la vida de Aznar vino a confirmar que el PP se había convertido en objetivo de la banda terrorista. «ETA había decidido la exterminación política del Partido Popular. El asesinato de Gregorio fue el comienzo y su objetivo último era la desestabilización, acabar con la alternancia democrática que yo, como líder de la oposición, representaba. Y yo era consciente de aquello», sostiene José María Aznar.
Que ETA podía intentar atentar contra el presidente del PP era una posibilidad. Que lo llevara a cabo impactó de diferente manera a unos y otros. Jaime Mayor Oreja, entonces líder de la formación conservadora en Euskadi y uno de los hombres de confianza de Aznar, asegura que, para él, fue «una sorpresa relativa». «A la salida del funeral de Gregorio Ordóñez, un antiguo director del diario ‘Egin’ me trasladó una enorme preocupación por lo que estaba sucediendo, lo que interpreté como una previsión de que iba a haber más atentados», revela.
Varias semanas después, otro hecho le reafirmó más si cabe en sus sospechas: «Un amigo, próximo al Gobierno del PSOE, me envió una carta en la que me indicaba que ETA había decidido ir a por nosotros y me indicó que sería bueno que me pasara por la conferencia de paz que ese año organizaba Elkarri» –en ella solo participaron el PNV, EA y Herri Batasuna–. Mayor Oreja optó por reunirse con el líder del PP y con el secretario general, Francisco Álvarez Cascos, para trasladarles la citada información. «Lo que no sabíamos era que el elegido fuera Aznar», apunta.
«Relato ficticio»
El exlíder de los populares vascos se enteró por la radio del atentado contra su «amigo». «Inmediatamente llamé a su secretaria, que me lo confirmó y me dijo que estaba bien. Sentí un gran alivio». Después hablaría con él por teléfono. Mayor Oreja enmarca también el atentado en la «estrategia de ETA de acabar con el sucesor, como ya hiciera en el 73 con Luis Carrero Blanco». En esta ocasión, a la banda «le salió mal». «Actuaban con una crueldad desmesurada, lo que hizo que se produjera un factor emocional a favor de la víctima», considera. «ETA se equivocó totalmente. Gente que sentía antipatía hacia la derecha y hacia Aznar le apoyó. Se generó una percepción más grata, amable y afectuosa hacia su persona y hacia el partido», reconoce. Un acercamiento que seguramente quedó reflejado en los resultados de las elecciones generales de 1996, que auparon a José María Aznar como presidente del Gobierno. En Euskadi, a juicio de Mayor Oreja, se inició «un proceso de acercamiento hacia un partido que sufría en sus carnes el terrorismo».
El Gobierno vasco y los partidos condenaron el atentado contra el presidente del PP. Todos menos HB, que justificó la acción terrorista por la «responsabilidad directa» de Aznar «en el intento de oprimir al pueblo vasco y negarle los derechos que legítimamente le corresponden». El vicelehendakari en aquel momento, Juan José Ibarretxe, habló en nombre del Ejecutivo autónomo –el lehendakari, José Antonio Ardanza, se encontraba de viaje en Estados Unidos– al tildar el atentado de «acto deleznable y de extraordinaria gravedad», al tiempo que llamó a las fuerzas políticas a «reforzar el consenso en el marco del Pacto de Ajuria Enea».
Uno de los firmantes del citado Acuerdo para la Normalización y Pacificación de Euskadi fue Ramón Jáuregui. El entonces secretario general del PSE considera que hay que situar el atentado en un escenario muy concreto, el de la «ponencia Oldartzen», con la que la banda terrorista buscaba «socializar el sufrimiento», atacando no solo a las fuerzas de seguridad, sino también, y entre otros colectivos, a la clase política. «Fue una estrategia terrible y suicida. Generó la derrota de ETA», subrayó.
Jáuregui recuerda el «impacto» que le produjo «ver el estado en el que quedó el coche» de Aznar tras la deflagración y la «serenidad» que tuvo el presidente del PP al salir de la clínica para calmar los ánimos. «El atentado tuvo una enorme dimensión política porque lo que querían era desestabilizar a todo un país», censura.
Han pasado veinte años y no son pocos los que se han preguntado qué habría ocurrido si ETA hubiese visto cumplido su objetivo. «Nadie sabe qué habría pasado si los terroristas hubieran tenido éxito en esa o en otras ocasiones en las que lo intentaron. Lo cierto es que ETA ha sido política y operativamente derrotada. Sin embargo, alguien decidió legalizarla, en mi opinión, cometiendo un gran error, y como consecuencia hoy gobierna en instituciones del País Vasco», expresa tajante el propio José María Aznar. – Como usted afirma, «ETA ha sido derrotada». ¿Qué diría ahora que queda aún por hacer? – Quieren hacernos creer que en realidad no ocurrió nada, que aquella fue una lucha entre poderes equivalentes, que las víctimas son iguales que los asesinos, que no debe hacer vencedores ni vencidos. Es un gravísimo error y comprendo la desazón de mucha gente. Si la sociedad española asume el relato ficticio que se está construyendo, nuestra conciencia democrática sufrirá un duro golpe.
EL CORREO – 19/04/15