- La única duda por dilucidar este domingo en las urnas andaluzas es la fórmula del gobierno. Monocolor o coalición. Juanma y Olona tendrán la palabra
Presionaba la derecha monárquica, en los primeros tiempos de la posguerra, para que Franco le hiciera un hueco a don Juan en la estructura del nuevo régimen. A lo que el Caudillo respondía: «Dos traseros no caben al mismo tiempo en la misma silla». Y acomodó sus posaderas en el Pardo y de allí no se movió durante cuarenta años.
Los andaluces están en vísperas de decidir qué tafanario posan en el trono de la Junta. Si uno o dos. Si el de Juanma en solitario o un binomio a pachas con Macarena. Es el único acertijo que plantean las urnas del 19-J. Va a ganar sobrado el PP pero, dicen los auríspices, necesitará el respaldo de Vox. La duda está en si la gente el domingo se va a la playa y pasa de votar. Tanto mitin, tanto debate, tanta intensa jaculatoria para que, al final, el color del Gobierno lo decidan las ganas de flotador. «Días de playa hay muchos pero solo uno para seguir avanzando», grita Moreno desde los cartelones publicitarios en una cruzada de última hora contra la abstención. Teme que el simpatizante de Cs, ya todo perdido, en lugar de tirar la toalla se agarre a ella y se vaya al chupuzón. Ahí te quedas, Marín, con tus torrijas.
Tres números guardan el secreto de estas elecciones: 50-20-33. Cincuenta necesita Juanma para negarle la entrada a Vox a su Gobierno. Veinte es el mínimo de garantía para que Macarena pueda sonreir. Y 33 son los escaños que obtuvo Susana Díaz y son los que suplica Espadas para poder salir de casa el día después. Las apuesta coinciden en que todos salen, aunque es Moreno quien lo tiene más difícil. La confianza y la playa son sus grandes rivales. Luego se verá lo de Olona. Esto es, lo de gobernar con Vox.
Como mucho, un apoyo externo de Vox con acuerdo de programa, apuntan los de Juanma. Con la boca pequeña, ya empiezan a hacerle un hueco en la Junta, por si los números no suman
En la segunda vuelta del debate televisivo, esa Operación triunfo con artrosis, la candidata más a la izquierda del plató y más a la derecha del tablero envió un mensaje unívoco: «El PP no podrá contar con un solo voto ni una sola abstención de Vox si no estamos en el Gobierno». A lo que respondió el aludido: la hipótesis de un Gobierno con Vox «es un delirio». La imposibilidad de dos traseros en un único sillón. Imposible dicen. En Castilla y León ya funciona este tándem, que diría Almeida, con enorme naturalidad y escaso rechazo. ¿En Andalucía no? Como mucho, un apoyo externo de Vox con acuerdo de programa, apuntan los de Juanma. Con la boca pequeña, ya empiezan a hacerle un hueco en la Junta, por si los números no suman.
No habrá ni nuevas elecciones, esa boutade que a nadie asusta, ni choque frontal en la derecha. El pacto de los traseros saldrá adelante. La izquierda ya no inquieta. Está desquiciada. Su campaña es demencial. Un catálogo de delirios. El frente andaluz de Judea se apuñala por ocho escaños y la familia socialista divisa ya lo peor. Teresa Rodríguez, la Pasionaria del ozú, sin nada que ofrecer, se envuelve de verdes y cita a Woody Allen y su teoría de la masturbación. Inma Nieto, una Yolanda de Lefties, una comunista pobretuca que «no come cebada por no dar que hablar», que diría Galdós. Y Espadas, maltratado por los suyos igual que lo fue Gabilondo en Madrid.
Consciente ya del fracaso, ha recortado su agenda, dos mitinejos de nada, y ha traspasado la responsabilidad del desastre a su triste candidato. Norma de la casa
Aterrizaba Sánchez en Cártama (Málaga) con el terremoto de Argelia en el bolsillo izquierdo y convencido de que cuantos le escuchan, amén de militantes, son necios esdrújulos. Firme practicante el la trola y el embuste, prometió blindar la sanidad pública «contra las privatizaciones de la derecha» y anunció dentistas gratis para todas las caries, sean o no de izquierdas. Una promesa que ya esgrimió hace tres años y hasta ahora. «No hay auditorio de autoridad mayor que la conciencia», sentencia Cicerón. De eso, de conciencia, el líder del PSOE carece. Entró en la rebatiña andaluza con ganas, convencido quizás de que las falacias que se expiden desde Moncloa lograrían algún efecto. Ha naufragado. Consciente ya del fracaso, ha recortado su agenda, dos mitinejos de nada, y ha traspasado la responsabilidad del desastre a su triste candidato. Quitarse de en medio, norma de la casa.
La única duda a despejar este domingo es si en el sillón de San Telmo se sentarán uno o dos traseros. Ya no tiemblan en Génova ante la escena de un futuro con Vox. La maldición ha sido conjurada. El maleficio quedó en relato de ficción. A Juanma se le supone habilidad en el regate. Se le descuenta a Olona coraje en la postura. Un duetto interesante que, de una u otra forma y en contra de lo mostrado en el ring del plató, será el comienzo de una gran amistad. Quizás esto acabe en boda.