EL CORREO 11/09/13
TONIA ETXARRI
No es odio; es prevención. Eso dicen los promotores de la «cadena» humana que pretende hoy rebasar los límites que hasta el año pasado habían respetado, más o menos, las anteriores celebraciones de la Diada de Cataluña. Que seguramente tendrán mucho éxito en la demostración de clamor independentista en la calle. Sin debate. No lo quieren. Tan sólo exigen. Quieren desengancharse ya del resto de España en donde se ahogan tan oprimidos y marcados en un espacio «colonizado» de falta de libertad.
Los nacionalistas vascos, con el PNV en un lado y EH Bildu en la cadena. Otegi, desde la cárcel, envío un tuit de apoyo. Es un discurso que, en los últimos tiempos, ha ido tomando tanta fuerza que los ciudadanos que piensan diferente en Cataluña, salvo los afiliados activos del PP y Ciutadans, no se atreven a manifestarlo. Desde que Artur Mas cambió el año pasado su reclamación de una mejor financiación para Cataluña por la de la independencia, la brecha que ha ido separando a los nacionalistas del resto de España, se ha ido agrandando.
La cadena que hoy recorrerá el territorio catalán es una toma de posición más sutil, desde luego, que el censo de adictos que quisieron elaborar hace poco tiempo. Pero sigue siendo una iniciativa que divide. Y señala. Al obispo de Solsona le ha caído una cruz sobre los hombros por haber dicho que no doblarían las campanas de la iglesia al paso de la cadena humana. Esa actitud, lejos de ser considerada como una intención de la iglesia de mantenerse al margen, ha sido criticada por quienes se malician que el obispo «ya se ha posicionado con un bando». Y en este plan.
Los catalanes que votaron al PP y Ciutadans tienen en el Parlamento autonómico 28 escaños y 746.122 votos. Si los socialistas catalanes supieran hacia dónde quieren orientar su GPS, podrían contabilizarse 20 escaños más y otros 523. 333 votos. Pero no está el partido de Pere Navarro con un equipo de navegación capaz de remar en la misma dirección. Hoy los veremos divididos.
La Cataluña endeudada aporta más a la Hacienda común que otras comunidades. Cierto. Como ocurre con Madrid. Y como ocurre con la zona alta de Barcelona, que paga más por los servicios municipales que los barrios más desfavorecidos de la ciudad, por ejemplo. Es un concepto de igualdad que los nacionalistas catalanes han decidido romper.
A los empresarios, no sólo al presidente de Planeta, les preocupa el proceso de separación. Piensan que la segregación de Cataluña sería una barbaridad porque conllevaría una reducción de beneficios y atentaría contra la unidad de mercado. Pero no lo dicen en público. Son pocas ya las voces de la sociedad civil que destacan y sobresalen de la marea independentista.
A los parados de Cataluña, 873.000, les preocupa su futuro. Los nacionalistas dicen en su propaganda que la independencia será la panacea. Pero ellos saben que ese remedio milagroso no lo recetan dentro de Europa. A partir de mañana, el presidente de Gobierno debería explicar qué se trae entre manos con Artur Mas.