Juego de órdagos con España al fondo

ABC 14/07/16
EDITORIAL

· Solo la confusa expresión empleada por Sánchez de «no a Rajoy, a día de hoy» hace pensar en que no habrá terceras elecciones

PEDRO Sánchez certificó ayer su «no» a Mariano Rajoy y este fijó en la primera semana de agosto su intención de someterse a la investidura. La reunión entre ambos abre otra vez un escenario incierto y de bloqueo, envuelto en ambigüedades por parte del PSOE. Después de la primera ronda de contactos, todo es interpretable y deliberadamente confuso. Nada se ha aclarado. Es más, la principal conclusión es que Sánchez desea que Rajoy se presente a la investidura para verlo fracasar, y ganar así tiempo para salir reforzado en la crisis interna del PSOE hasta decidir su posición final: bien abstenerse, bien intentar la indeseable pirueta de un acuerdo con Podemos y los independentistas –rechazada frontalmente por la mayoría de su partido–, o arriesgar con la repetición de elecciones. Sánchez fue ayer una contradicción en sí mismo, probablemente fruto del profundo cisma abierto en su partido. Sostuvo una cosa y su contraria, incluso para dejar entreabierta una puerta a esa hipotética abstención límite, una vez que Rajoy se haya desgastado.

Por eso, y pese a su empecinamiento personal en el «no» a Rajoy, queda por determinar si ese rechazo sistemático coincide con la opinión de otros dirigentes socialistas. Y si quienes se han mostrado críticos con Sánchez, por ser partidarios de facilitar la investidura de Rajoy para refundarse desde la oposición, conseguirán doblegar a su secretario general, y rectificar para que arranque la legislatura con un Gobierno. En minoría y en precario, pero Gobierno al fin y al cabo. La clave no es si Sánchez ha dicho su última palabra –ni siquiera eso dejó claro–, sino si su partido considera irreversible el portazo. El mayor indicio de que el PSOE puede ceder a última hora radica en el matiz forzado que introdujo el propio Sánchez cuando afirmó que su negativa a Rajoy es «a día de hoy». ¿Y a día de mañana? Dudas y más dudas que alientan la tesis de que hay margen de negociación. En cualquier caso, Sánchez no solo actúa de un modo desconcertante, sino abiertamente irresponsable. Es razonable que no quiera aparentar de entrada una rendición, pero tratar de convencer a la opinión pública de que Rajoy debe pactar con los independentistas catalanes, cuando a él se lo vetó su propio partido, es un absurdo ejercicio de cinismo y una excusa de mal pagador.

Además, la abstención de C’s por sí sola es inútil. Por eso Rajoy aumentó la presión al PSOE. Es un pulso en toda regla, un juego de órdagos para probar la resistencia del contrario. Rajoy confía en que el de ayer sea un «no» táctico y reconducible, y en que el PSOE no permitirá a Sánchez perpetuarse en su bucle autodestructivo. Solo esa expresión, «a día de hoy», hace albergar la esperanza de que no habrá terceras elecciones. A Rajoy le toca negociar, y al PSOE, ceder. No hay otra.