JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 26/10/14
· Que lo intenten los nacionalistas no debe extrañarnos. Pero que el PSC se preste al embeleco resulta más grave.
Como Potemkín, primer ministro de Catalina de Rusia, iba montando falsas villas a orillas del Volga al paso de la zarina, Artur Mas ha montado un falso referendo en Cataluña. De entrada, convirtió el referendo, para el que no tenía atribuciones, en consulta. Suspendida esta por el Tribunal Constitucional, la ha convertido en «proceso participativo», con las mismas preguntas y en la misma fecha, sin garantía alguna, al no haber censo, convocatoria, listas, supervisión ni recuentos oficiales, a celebrar en locales de la Generalitat o de los ayuntamientos, que deberán nombrar un coordinador del evento, apoyado por voluntarios, a los que se hará una póliza de seguro «por las responsabilidades en que puedan incurrir», mientras el president queda libre de ellas.
Añádanle que la Generalitat ha lanzado una campaña publicitaria informativa e instado a los catalanes en el extranjero a participar en sus delegaciones internacionales, y tendrán que estamos ante un simulacro de consulta, calificado también de ficción, timo, farsa y otras lindezas, cuando, de hecho, se trata de un fraude de ley, al preguntar a los catalanes, bajo otro nombre y embalaje, algo que solo el Gobierno puede autorizar y todos los españoles decidir: si quieren separarse de España.
Lo que debe permitir a Mas salvar la cara ante los suyos y venderlo fuera como legal. Si se lo impiden por orden gubernativa o judicial, clamará a todos los vientos que los catalanes no han podido expresar su voluntad. El Gobierno debe prepararse para ello. En el callejón sin salida en que se encuentra, Mas no tiene nada que perder y parece dispuesto a llevar su desafío hasta el final. Mientras, los catalanes, engañados y desesperados, quieren votar aunque sea un simulacro y aunque sea ilegal. Pero los funcionarios y cargos públicos envueltos deben saber que están colaborando en la misma consulta suspendida por el Tribunal Constitucional, con otro nombre.
Que lo intenten los nacionalistas no debe indignarnos ni extrañarnos. A fin de cuentas, buscan nación y estado propio. Pero que el PSC se preste al embeleco resulta más grave y confirma que es un partido político partido por la mitad. Una sombra errante por la escena catalana, condenada a terminar siendo engullida por otros partidos que saben lo que son y lo que buscan.
Iceta, su secretario general, ha pedido a los alcaldes socialistas que cooperen con esa parodia. Cuando se les pregunta por qué lo hacen, su respuesta es: «Nosotros queremos votar, pero vamos a votar que no». ¡Vaya forma de engañar y de engañarse! La mejor forma de votar «no» es que no se celebre esa farsa. Pero el PSOE hace ya tiempo que vive sin saber si es socialista, si es español y ni siquiera si es un partido o varios. Ahí lo tienen, desangrándose por la izquierda y vendiendo al resto de los españoles el federalismo como curalotodo, como vendía la tercera vía, sin decirnos qué eran una cosa ni la otra.
Posiblemente, por no saberlo.
JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 26/10/14