Juego de patriotas

ABC 13/06/13
JAIME GONZÁLEZ

Acostumbrados a vivir sobre una falla tectónica, el acercamiento de posturas entre el Gobierno y el PSOE ante el próximo Consejo Europeo ha llevado a los más lúcidos exégetas de la vida política a analizar el material que esconde la probeta mágica del consenso. Su interior no es líquido ni sólido, si acaso gaseoso, pues lo primero que se percibe al acercarse al tubo de ensayo es humo: ni blanco ni negro, más bien de apariencia parduzca. Los más optimistas creen que es el germen de una nueva era; los fatalistas, sin embargo, consideran que aquello no es otra cosa que engrudo y pasan la yema de los dedos por la superficie de la cosa para reafirmarse en su crudo pesimismo. En realidad, la clave no está en el interior de la probeta, sino en la probeta misma: cuestión de continente y no de contenido, porque lo extraordinario –por inédito– es la voluntad de intentar el consenso. Que Rajoy y Rubalcaba hayan escenificado un acercamiento de posturas no significa que suenen campanas de boda, pero la mera y mutua intención de aproximarse es un logro meritorio porque, por primera vez en mucho tiempo, se observan indicios de patriotismo y no de burdo partidismo. Y eso, tal como están las cosas, merecería un prolongado aplauso al que me uniría desde estas líneas si no fuera porque tengo las manos ocupadas en este breve comentario.
En España, el patriotismo es un concepto denostado por la memez intelectual de quienes entienden que responde a cuestiones ideológicas. Rajoy y Rubalcaba irán juntos al Consejo Europeo porque es bueno para España, aunque sea por pura voluntad de aparentar. No es un matrimonio de conveniencia, sino un juego de patriotas en el que, sentimientos aparte, lo crucial es que fuera no perciban que vivimos sobre una falla tectónica.